Por: Adolfo del Ángel Rodríguez. Supervisor Escolar de Escuelas Primarias en Veracruz (México). Subdirector de vinculación con organizaciones sociales e instituciones del Portal Insurgencia Magisterial. 15/08/2024
Cuando era niño, en el barrio existía un señor que todo el tiempo andaba vestido de negro y, en los días que me tocó pasar por su casa, se le podía ver tocando una flauta y un pequeño tambor, como lo hacen los Voladores de Papantla. Era un señor amable, nunca supe que tuviera problemas con los vecinos o con mis papás, salvo que siempre nos advertían que no nos acercáramos a él. Como ya era un señor grande, no nos daba miedo, al menos a mí, pero sí mucha curiosidad de cómo tocaba la flauta y acompañaba el ritmo con el pequeño tambor.
Otra de esas historias apuntaba a que, en alguna ocasión, esas lechuzas que se posaban a las afueras de la casa de alguien para anunciar un malagüero, fue impactada por una pedrada disparada desde un hule (charpe), el ave cayó y los vecinos salieron a ver el animal que tenía enorme tamaño. Contaban mis padres que los presentes abrieron a la criatura y que dentro suyo solo encontraron trapos, hilachas de colores que era el relleno que llevaba.
En una de esas reuniones en las que nos reconocíamos como miembros de la familia, en las que hacíamos recuento de lo que nos sucedía día a día, mis padres nos contaron otra historia. Don José “Pitador” era un nahual. Contaban que el tipo de nahual en que se convertía era del tipo que comen niños, por lo que contaban que antes, cuando había un recién nacido en casa, había que cuidarlo para que no se lo llevaran este tipo de nahuales.
De esa ocasión, cuentan que no se repitió nada extraño después. Así, la vida de don José pasó tranquila. Se le podía ver en su casa, siempre vestido de negro. A veces sentado mirando a la nada, seguramente recordando viejos tiempos, a veces tocando su flauta y su tambor, llenando el barrio con ese sonido místico que hacen los voladores de Papantla para dar inicio a sus rituales en los que suben a ese tronco desde donde inician el vuelo vistoso que deja hipnotizados a quienes lo presencian.
¿Sería que don José, cada vez que tocaba su flauta y su tambor era para iniciar el vuelo?