¿A dónde iremos donde la muerte no exista?
Mas, ¿por esto viviré llorando?
Que tu corazón se enderece: Aquí nadie vivirá para siempre.
(Netzahualcoyotl: 1402-1472)
Jorge Salazar García. 21/10/2019
Se aproximan los “Días de Muertos”, una de nuestras más bellas tradiciones celebrada en México para recordar a quienes dejaron este mundo. En los mercados populares, la variedad de olores y colores de las frutas, dulces y panes se combinan llevando placer a los sentidos del olfato y vista de los marchantes que los visitan. Los puestos rebosantes de guayabas, camotes, duraznos, calabazas, tejocotes, membrillo, peras, manzanas y naranjas magnifican la imaginación de cocineros y amas de casa. Por los pasillos, entre puesto y puesto, los vendedores atienden con diligencia y hasta con cierta picardía a sus clientes, quienes regatean hasta conseguir el precio “justo” para cada delicia ofertada. Los niños y jóvenes que acompañan a sus familiares, saborean golosinas y ayudan con las bolsa. Por doquier se oyen platicas sobre el advenimiento de esta tradición declarada “Obra Maestra del Patrimonio Cultural (Oral e Inmaterial) de la humanidad” por la UNESCO en el año 2003 (Organización de la Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura).
De igual modo y a nuestro pesar, también se multiplican en los grandes centros comerciales artículos alusivos al Halloween, costumbre pagana de origen celta adaptada por los gabachos para explotar su atractiva vertiente comercial. Dicha celebración, poco a poco y de manera aparentemente inocente, ha ido sustituyendo la tradición de “Días de Muertos” en algunos sectores de clase media y alta, principalmente. Con relativa facilidad ha echado raíces, sobre todo en aquellos grupos racistas que desprecian la cultura popular llamando despectivamente “nacos” a quienes conmemoran a sus muertos los días 1 y 2 de noviembre. Lo suyo, lo fifí, es celebrar el 31 de octubre con bailes de disfraces (momias, vampiros, arañas, brujas, diablos, zombis,…) evocando a seres malignos para “alejar” a la muerte y “dominar” a otros. Su propagación se ha intensificado desde la firma del Tratado de Libre Comercio (1994) imponiendo una visión prejuiciosa y mercantilista del mundo. Con la ayuda de los medios de comunicación, paralelamente, se promueve un consumismo estúpido, de culto a la magia negra y superstición. Otro efecto derivado de la mezcla de la “Noche de Brujas (Halloween) con la tradición de “Días de Muertos”, es la confusión generada en los jóvenes quienes asumen como propia esa práctica gringa. Afortunadamente, la declaración de la UNESCO y la resistencia de millones de mexicanos, está logrando contener esa adopción de la cultura chatarra norteamericana.
Son tradiciones antitéticas: mientras en la nuestra se promueven los valores de la VIDA, el RESPETO y LEALTAD, en la otra se fomenta al chantaje, el satanismo, la superstición, la grosería, el miedo y la sumisión mediante actividades aparentemente inocentes. Celebrar el Halloween es para necrófilos y los Días de muertos para biófilos. Imaginar la muerte como terror o castigo, paraliza la razón y convierte a las personas en ciegos consumistas de cualquier cosa inútil que la mercadotecnia ofrece. En suma: con la “noche de brujas” se desvirtúa el sentido humano de la existencia; en cambio en los días de Muertos” se fortalece nuestra identidad cultural y el amor filial.
Recordar a los familiares fallecidos como lo hacemos en México debe ser motivo de orgullo porque nos da arraigo como Nación. Los esfuerzos por reavivar esta costumbre popular no deben cesar. Practicarla en casa ayudará a evitar que sea relegada a museos y casas de cultura, en el futuro. Organizarles a los niños fiestas de disfraces relativos al Halloween es fomentar una visión acrítica, antinatural e individualista debilitando su sentido natural de vida. Incluso, es probable que este vaciamiento de sentido, esté contribuyendo a incrementar alarmantemente los suicidios en los jóvenes, actualmente.