Por: Agustin Bartoli. 02/11/2024
Augusto, profesor de Historia de Almirante Brown, salió de dictar clases en el turno noche en un instituto terciario y para no volver tarde a su casa, prefirió tomarse un Uber. Cuando leyó la descripción del conductor, se dio cuenta que tenían algo en común: también era docente. Charlando sobre la profesión, le contó que entre escuela y escuela de vez en cuando se conecta a la aplicación y busca algún pasajero que lo acerque a la zona para hacer más dinero a fin del día. Cada vez resulta más común encontrar docentes que buscan trabajos alternativos para llegar a fin de mes. ¿Cuáles son las consecuencias que se plasman en la trama educativa producto del ajuste? ¿Qué se pone en juego en la dimensión simbólica cuando se ataca al salario?
Toda la comunidad universitaria espera con esperanza la aprobación de la Ley de Presupuesto en el Senado. El eje del proyecto es asegurar la estabilidad económica de las universidades nacionales para este año. Para ello, se propone ajustar periódicamente los presupuestos y salarios docentes y no docentes según la inflación que informe el INDEC.
Desde principio de año los gremios docentes están denunciando que los trabajadores de la educación están inmersos en una gran crisis salarial y desempeñando sus tareas bajo deterioros edilicios por la falta de inversiones. Un panorama que se encuadra en un proyecto económico cuyo objetivo es bajar la inflación y lograr el déficit cero a como dé lugar, sin importar los ajustes que haya que hacer y negando una remuneración justa y digna.
La aprobación en la Cámara Baja fue gracias a un consenso entre distintos sectores de la oposición con el fin de preservar el funcionamiento de las universidades públicas. Lo mismo se espera en los actores del Senado; aunque, en caso de aprobarse, el actual Jefe de Gabinete de Ministros de la Nación Argentina, Guillermo Francos, aseguró que el gobierno vetará la Ley para no romper con el déficit cero, tal como hizo con la reforma jubilatoria.
El tema que más ocupa la agenda de reclamos gremiales es el peligro de la continuidad pedagógica. En lo que va del año se ha llegado a dar clases sin luz ni agua. Argentina es uno de los pocos países del mundo en brindar formación superior de manera gratuita, libre y de calidad. Se sostienen más de 60 universidades a lo largo y ancho del país, sin contar aquellas que están en proyectos de ley o buscan el reconocimiento oficial. Aunque todavía nada de eso se rompió, es necesario dimensionar la amenaza con el arancelamiento o la privatización.
El 23 de abril Argentina obtuvo un nuevo capítulo en la historia nacional del movimiento popular: se estima que más de 800.000 personas marcharon en todo el país para defender la educación pública acompañados por los sindicatos, partidos políticos, rectores de todo el país, centros de estudiantes, organizaciones sociales y familias. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires fue el punto que albergó gran parte de todos los reclamos acentuando que la educación pública es un pilar para el crecimiento de nuestro país. Hasta ese entonces, el gobierno había decidido brindar el mismo presupuesto de 2023, ignorando las cifras inflacionarias que venían sacudiendo el bolsillo de los trabajadores.
Según el reciente informe elaborado por la Universidad Nacional de San Martín y la Universidad de Río Negro tomando fuentes del INDEC y del Ministerio de Capital Humano, la inflación acumulada hasta lo que va de julio 2024 es del 134,54%. En contraste con los sueldos de los trabajadores de la educación, se estimó que hay una pérdida del 33,3%. Es decir, la diferencia es del 77,6%, en relación a la inflación. Es bajo este panorama donde, quienes desempeñan sus tareas en el ámbito universitario, luchan por mejores condiciones laborales.
“Lo peor es que del otro lado no hay diálogo posible. Hay docentes que buscan sumar cargos, pero se hace complicado para una gran masa de profesionales”, comenta Luciano Grassi, docente y subsecretario de gestión académica en la Universidad Nacional de Quilmes. Según el Consejo Interuniversitario Nacional, en la actualidad el 87% de los docentes con más de 10 años de antigüedad cobra un salario mínimo por debajo de la pobreza.
El 70% de los cargos docentes universitarios son de dedicación simple, es decir que ocupan diez horas semanales tanto en el dictado de clases como en la investigación, pero no son remunerados como tal. “Hay un trabajo por fuera del aula que no se reconoce y que el sistema te lo pide, como lo es la formación continua, asistir a congresos, acompañar en las tesis y demás”, concluye Grassi. ¿A qué se ven obligados los docentes cuándo el sueldo no alcanza?
Doblar y triplicar la labor para vivir dignamente
Augusto tiene a su cargo dos cátedras de Historia en un Instituto Superior de Formación Docente del partido de Almirante Brown y también es docente en el nivel secundario. Si bien cada terciario depende de las jurisdicciones provinciales, es necesario poner el acento en los desafíos que atraviesan los educadores en medio de los recortes nacionales para todos los niveles educativos.
Para él, los viernes son los más cargados. Concentró 10 horas en un solo día. Augusto pasa la mitad del día afuera de su casa, contando el traslado y su tiempo frente al aula. Entra a las 07:30 a la secundaria. Sale a las 15:30. Pasa un rato por su casa. Toma sus cosas y sale corriendo para el ciclo superior.
Durante los otros días de la semana pone el foco en las escuelas secundarias y busca tomar más horas para llegar a un sueldo que le permita solventarse durante el mes. Según el último estudio Argentinos por la educación, en promedio los docentes están en una institución educativa 22,5 horas, aunque esto no termina ahí: se estima que el trabajo completo ocupa unas 28,9 horas semanales si contamos las tareas de planificación de clases, corrección, reuniones de departamento, y un etcétera sin fin.
Parte de ajustar el presupuesto al déficit cero fue la quita del Fondo Nacional de Incentivo Docente (FONID) a través del DNU 280/2024. Creado en 1998 con el propósito de fortalecer la remuneración de los docentes de todo el país, el FONID transfería fondos adicionales provenientes de un impuesto específico. Este derecho permitía a los trabajadores recibir un incremento salarial que oscilaba entre el 10% y el 20% de su salario base.
“A los sueldos, los miro con el tiempo y sigo sin entenderlos. Nos pasa a todos lo mismo. Cuando llega el momento de la jubilación, es común contratar a algún abogado especializado en este tema”, sostiene Augusto. Cuando comenzó su ejercicio laboral, su idea era dar clases en carreras terciarias, hasta que lo logró luego de ser por años ayudante de cátedra. Para tener un cargo en un instituto superior, hay dos formas de entrar: por acto público, es decir por puntaje e incumbencias; pero también a través de concursos con proyectos.
Hay un punto en común que se teje con la experiencia universitaria a la hora de tomar cargos docentes: Luciano estuvo siete años trabajando en otra universidad como docente sin cobrar un sueldo. Lo adjudica a que hay muchos cargos que no se reconocen en el sistema, como las ayudantías o las colaboraciones en las investigaciones académicas. Se relaciona a una necesidad histórica de que el Estado reconozca los roles educativos que sostienen el día a día sin categorías que impliquen el trabajo no pago o “ad honorem”.
Algo similar le ocurre a Susana, que trabaja como docente de nivel primario en el distrito de Berazategui. Prefiere no revelar su identidad, pero sí contar que se recibió a los 22 años y hasta ahora, a sus casi 35 años, logró titularizar un solo turno en una escuela cerca de su casa. Cada tanto toma alguna que otra suplencia, pero no suele haber mucha oferta horaria. Lo alarmante es que, en Argentina, el 30,5% de los docentes de primaria trabajan en dos o más escuelas, según la organización.
Según su testimonio, siempre concibió a la actividad docente como un trabajo que sí o sí necesita ser complementado con otro oficio. Primero optó por vender sábanas y cortinas por catálogo, luego se desempeñó como community manager de manera freelance y actualmente se profesionaliza en el rubro de la estética. Sus clientas suelen ser casi todas las compañeras de trabajo y se promociona a través de las redes sociales.
“Una vez había tomado un segundo cargo y estaba sobrepasada de trabajo. Me acuerdo que estábamos festejando el día del padre y yo estaba cortando cartulinas para enseñar las fracciones. Entonces aproveché que éramos unos cuántos, largué todos los papeles al lado del mate y los puse a todos a cortar”, cuenta.
¿Cuántas horas de descanso destinan los profesores al trabajo? ¿Es la profesión que se elige o una necesidad de repensar el sistema educativo y sus exigencias?
Inquietudes como estas se plantea Augusto cuando encuentra a colegas practicando otros oficios que no son los que eligieron como profesión. Varias voces dejan en evidencia que el ajuste económico afecta a muchos trabajadores, quienes dependen laboralmente del Estado Nacional o de las provincias.
Luciano se pregunta sobre cuál será el futuro de la educación pública en un contexto donde hay un desfinanciamiento en la industria nacional en la ciencia y en la investigación: “Se pierden docentes con trayectoria y trabajos realizados. Es lo que se habla de la fuga de cerebros. Las recomposiciones son largas por lo general”. ¿Bajo qué posibilidades los docentes pueden buscar nuevas formaciones si los sueldos son bajos y el panorama obliga a trabajar más tiempo sin derecho al descanso ni a una estabilidad económica?
Fortalecer lazos para la resistencia
Los gremios docentes universitarios optaron por realizar varios paros durante el primer semestre del año, en reclamo de un ajuste presupuestario acorde a los costos actuales. La discusión por la crisis económica amerita ser un tema a trabajar en las aulas porque perjudica a toda la comunidad educativa. La ecuación es sencilla: si no hay trabajadores de la educación que no tengan espacios para dictar clases y sean bien remunerados, futuros egresados académicos, muchos de ellos primera generación, quedan sin cumplir su sueño profesional para desarrollarse en el territorio argentino.
Darío Martínez es profesor en la Universidad Nacional de La Plata e investigador becario del CONICET. En diálogo con Feminacida, sostiene la idea de que los estudiantes tienen que conocer la situación por la cual atraviesan los espacios universitarios: “Tomo la posición de hacer una situación de conflicto, una situación de reflexión y de enseñanza. No puedo obviar las situaciones históricas que atraviesan a la docencia”.
Hace 18 años que se desempeña como docente y asegura que ve una similitud con los conflictos que se daban en el estallido social del 2001. Milita firmemente la idea de que en las aulas es necesario historizar sobre las conquistas por los derechos universitarios, pero también prestar atención a las inquietudes de los estudiantes.
En lo que va del año recopiló varios testimonios de estudiantes universitarios de distintas academias donde, sin conocerse entre sí, le contaban su angustia por el futuro producto de tal incertidumbre. Como si hubiera un punto en común, llegó a la conclusión que los jóvenes no están exentos a lo que ocurre en las calles.
En tiempos donde se discute si la inteligencia artificial o el uso del celular es útil para el aprendizaje, Darío rescata una experiencia profesional para pensar los vínculos pedagógicos. Hace un tiempo presenció un congreso internacional donde varias ponencias eran sobre el uso de la tecnología digital en el aula, pero cuando escuchaba a los investigadores contar el trabajo de campo, se resaltaba la idea de que muchos de los estudiantes encuestados valoraban que un docente los escuche y sepa quiénes son. “Es hacer de una dimensión afectiva, una política de cuidado y de reflexión. Preguntar cómo están y transformar sus respuestas en una práctica de enseñanza”, resume.
Hoy, las juventudes transitan la incertidumbre de sus trayectorias académicas y el peligro por sostener la pertenencia: si los boletos para el transporte público van aumentando, cientos de personas son despedidas mes a mes, la educación pública es denostada por supuestos adoctrinamientos, las becas de investigación se reducen, el costo de los alquileres sube cada vez más, entonces ¿cómo sostener los estudios? ¿Cómo dictar clases bajo este panorama?
Actualmente Martínez está afiliado a la Asociación de Docentes de la Universidad Nacional de La Plata (ADULP). En una entrevista con este medio, la secretaria de Cultura Nazarena Mazzarini sostiene que el acceso de los estudios universitarios es una forma de ascenso social donde también crecen proyectos colectivos, de militancia territorial y de nuevas herramientas para el desarrollo nacional.
Estas últimas semanas, la Universidad de Buenos Aires realizó una campaña audiovisual que tuvo un gran alcance en las redes sociales. Bajo el lema “Salarios dignos para que los profesores puedan estar en las aulas”, un mozo se acerca a la mesa de un cliente y explica la teoría de la palanca elaborada por Arquímedes de Siracusa mientras destapa una botella de cerveza. Parece una ficción, pero es un reflejo de estos nuevos escenarios que tensionan todo el protagonismo educativo.
Tanto este gremio como otros denuncian que la mayoría de los docentes están atravesando situaciones de vulnerabilidad y sintetiza: “Tenemos compañeros a los que les están cortando la luz”. En las jornadas de consulta docente, notan la resistencia como motor de lucha. “Están participando de las jornadas de reclamos salariales porque nadie quiere dejar de ser docente, pero sí comienzan buscar trabajos paralelos en institutos privados”, repone Mazzarini.
En palabras de varios educadores que llevan años de antigüedad, en los 90’ la situación era muy similar: hay un libro de Ignacio Lewkowicz y Cristina Corea, especialistas en Educación, que se llama “Pedagogía del aburrido”, donde describen el concepto de la escuela galpón. Ellos dicen que cuando las escuelas quedan en manos del mercado, la institucionalidad se corre para dejar un espacio vacío, sin sociabilidad ni lazo social, como si fuera lo último de lo último, lleno de descartes y desregulaciones.
Para los autores, “huérfanas del Estado – Nación, las instituciones también ven afectadas sus relaciones entre sí, porque el suelo que sostenía esos vínculos transferenciales se desintegra al ritmo del agotamiento del Estado – Nación. Sin paternidad estatal ni fraternidad institucional, la desolación prospera, y el sufrimiento en las viejas instituciones no se deja de sentir”.
Bajo el consenso de todos los rectores universitarios del país, la Federación Nacional de Docentes Universitarios (CONADU) propone que el presupuesto para el próximo año sea estimativo al 1% del PBI para solventar los sueldos y los gastos acorde a las tarifas que corren. En paralelo, la esperanza por la aprobación de la Ley de Financiamiento Universitario está en la boca de todos los trabajadores de la educación, aunque la discusión no pasa solamente por una remuneración adecuada, sino que se busca a un Estado que atienda a todas las demandas que emergen día a día.
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Fotografía: Feminacida