Por: BERENICE CHAVARRÍA TENORIO. 28/07/2022
“Eso que llamas amor es trabajo no pagado”: ¿Cuántas veces has leído o escuchado esta frase atribuida a la activista y feminista Silvia Federici? Su afirmación refleja una labor poco reconocida en nuestro país: el trabajo del hogar y de cuidados no remunerado, el cual es realizado en su mayoría por mujeres, adolescentes y niñas. Esta práctica se inscribe en la lógica del amor romántico, cuando en realidad constituye un tema de derechos humanos, economía y defectuosas políticas públicas por la igualdad.
Entre cocinar, limpiar, lavar y cuidar de las infancias, las mujeres realizan 2.3 veces más trabajo doméstico que los hombres, de acuerdo con la organización “México, ¿cómo vamos?”. Esto significa que en el país, las mujeres dedican 43 horas semanales a dichas actividades, las cuales –además– representan 27.6 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) nacional, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) señala que estas labores no remuneradas son consideradas por las mujeres incluso como obligaciones innatas, pues históricamente han formado parte de su rutina diaria en la sociedad patriarcal. Una rutina constante que, sin embargo, no es reconocida como parte fundamental de las economías familiares y nacionales.
La falta de reconocimiento y la desigualdad de horas destinadas a estas labores entre hombres y mujeres tienen un impacto directo en la autonomía económica de las mujeres, propician el desarrollo laboral y educativo a edades tempranas, e incluso les impiden tener tiempos de ocio.
De acuerdo con el informe del tercer Simposio Mundial de MenEngage Alliance: “Las normas profundamente arraigadas de que las mujeres cuidan y los hombres proveen constituyen el núcleo de este problema, pues las sociedades se estructuran en torno a la idea de que las mujeres siempre están dispuestas a hacer el trabajo esencial del cuidado de sus familias y comunidades”.
“Lo hago por mis hijos”, “Es mi responsabilidad como madre”, “No necesitan pagar porque lo hago por amor”, estas son algunas frases que suelen escucharse por parte de quienes realizan labores domésticas y de cuidados no remuneradas. Para la doctora en Sociología, Judith Muñoz Saavedra, esto surge del ideal del amor romántico, el cual “ha contribuido a la naturalización de la división sexual del trabajo o de la doble jornada de las mujeres”.
Reconocer, redistribuir y reducir el trabajo
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) Mujeres destaca que los trabajos de cuidados deben situarse en la agenda social, económica y política a nivel nacional y regional “como eje central y transversal de las políticas de los países de la región”.
Cabe recordar que el reconocimiento de las labores de cuidado y el trabajo no remunerado forman parte del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número cinco de la ONU, que de manera explícita en su meta 5.4 propone: “Reconocer y valorar las labores de cuidados y el trabajo no remunerado mediante la promoción de servicios públicos, provisión de infraestructuras, formulación de políticas de protección social, y la promoción de la responsabilidad compartida en el hogar y la familia”.
Para lograr lo anterior, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) plantea que, para lograr que las mujeres se inserten en el mercado laboral de manera justa se debe “avanzar hacia la aprobación y asignación de presupuesto para un Sistema Nacional de Cuidados asequible y de calidad, generar incentivos para que las empresas implementen políticas vida-trabajo para sus empleados, desarrollar habilidades en las niñas y mujeres para que mejoren sus oportunidades en el mercado laboral e incentivar la corresponsabilidad de cuidado en la primera infancia a través de permisos de paternidad extendidos”.
De esta forma, la idea del amor detrás del trabajo doméstico y de cuidados podría superar la consigna del sacrificio romántico para ser reconocida como una actividad que sostiene el avance de las sociedades.
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Fotografía: Aquinoticias.mx