Por: LA PESTE. 28/03/2020
Solamente hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Aunque, de la primera, no estoy seguro− decía Einstein.
En la era de las noticias falsas, la postverdad, de los crápulas e idiotas útiles en el poder, del neoconservadurismo y su capitalismo ultrasalvaje y especulativo, la única certeza es que la estupidez humana trasciende lo infinito.
En esta Guerra Estadística y Mediática denominada por la OMS Pandemia COVID19, las principales víctimas han sido la inteligencia, la disensión crítica y la rebelión.
Los ejercicios de control social que iniciaron con las cepas de gripe aviar y porcina, el AH1N1, el SARS, todos como prolongación de la exitosa pandemia del VIH ( tanto en términos económicos como sociopolíticos) han desembocado en la puesta en escena neoconservadora denominada COVID19 cuya trama encantadora contiene episodios verdaderamente dramáticos.
Golpes de Estado que ocurren de manera silenciosa, igual que una infección en los cuerpos sociales. Represión incruenta y, sin embargo, salvaje, bajo el discreto título de “distanciamiento social”: ¿dónde están los chalecos amarillos? ¿en qué sitio los puestos en situación de discapacidad visual por los carabineros chilenos? ¿y los ecuatorianos, peruanos, mujeres en ausencia y presencia planetaria, black lives matter y cientos de otras protestas en el mundo?. En casa, cuidándose de un fantasma en cifras que recorre el mundo a saltos: de China a Italia con amor, título del capítulo cero. En campos de concentración, refugiados, listos para su exterminio inmediato y rentable o su uso intensivo en empleos temporales, baratos, desechables. Aplastados por las circunstancias en las selvas, aniquilados, asesinados puntualmente bajo el disfraz del combate a las drogas, del progreso, de los abrazos amorosos del capital.
El COVID 19 también ataca a las personas morales que son las empresas y, en apariencia, las deja devastadas. Pierden millones en una hora, mientras sus especulaciones crecen exponencialmente. Sufren a la baja sus acciones, despiden empleados, se ven “obligadas” a reducir empleos, presupuestos, salarios. Desde luego, los más de veintiséis billones de dólares ocultos en sus paraísos siguen especulativos y febriles. Cuando reciban el alta las transnacionales veremos robustas sus finanzas, fluídas sus arterias, atléticas sus respiraciones. La neumonía física y financiera es enfermedad de pobres y la carne y la sangre la pondrán el resto de la gente, los que no accedemos jamás a las Reservas Federales ni a sus tasas cero, ni compramos bonos. Tendremos entonces el aspecto de Jonathan Harker después de un mes en Transilvania, pero nuestras selfies no se harán virales.
Es casi indudable que existe una Guerra Biológica de Baja Intensidad y Prolongada. Las epidemias y pandemias han sucedido en momentos políticos, sociales y económicos en extremo precisos como para ignorar su relación estrecha. La crisis económica que está ocurriendo no ha sido causada por un virus nanométrico sino por y para una especulación intensa y extensa, única vía para que el capital financiero mantenga a salvo sus ganancias.
En este siglo XXI ya es muy difícil ignorar que las guerras del siglo XX tuvieron motivos sociales y económicos que requerían el genocidio de millones de jóvenes que, de otra manera, habrían requerido empleos, servicios, alimentos y, por ello, sus vidas habrían sido menos rentables que sus muertes. Pensar que el capital, la economía, están orientados a salvaguardar las vidas humana y del planeta es una ingenuidad que no resiste análisis.
Estamos atrapados en el interior de un sistema perverso que tiende a aniquilar la vida en nombre de dios, industria y bancos.
Si observamos los primeros casos analizados en China veremos que el animal transmisor no ha sido identificado todavía; que son circunstanciales las pruebas del contagio inicial en el mercado de Wuhan; que de 99 casos, 50 padecían enfermedades crónicas, entre ellos 11 fallecidos; que, en el caso vietnamita, la transmisión se supuso entre el hijo y el padre durante un encuentro de tres días, pero nunca ocurrió hacia la esposa a lo largo de un tiempo mayor, ni tampoco afectó a ninguno de los 28 contactos directos de padre e hijo subsecuentes; además de que el paciente cero era un hombre de 61 años, con enfermedad pulmonar y diabetes.
Si la conclusión es que los mayores de 65 años morirán y sus fondos de pensiones serán utilizados para la especulación, como ha ocurrido ya desde los tiempos en que Jimmy Hoffa hacia sus inversiones con la mafia, entonces la pandemia empezaría a tener sentido, en los términos planteados por Lagarde desde el FMI: los jubilados constituyen una carga insostenible para el capital y sus fondos son tan atractivos.
Ahora que ejércitos y policías (a cuyos miembros, extraordinariamente, el COVID19 parece no afectar) patrullan las calles bajo la excusa de un estado de emergencia sanitaria, mientras los ciudadanos son obligados a guardar distancias, reducir afectos y gestualidades, disminuir el contacto a un grado muy alto de extrañeza al otro, valdría la pena replantearse seriamente una serie de estrategias básicas en torno a la pregunta: ¿Cómo enfrentamos la enfermedad mortal del modo de producción capitalista, sobrevivimos y colocamos a la vida por encima de todo lo demás? La vida de todo lo existente: el planeta entero, por ejemplo.
Agonizante, furioso y despiadado, el capital ha hecho realidad su pesadilla y ha encargado la lápida sobre su época con epitafio: “Aquí yace lo más vil de la miseria humana”.
Colocarla en su tumba nos saldrá carísimo, sus funerales no serán fáciles ni delicados ni sencillos. Será una lucha a muerte por la vida. Una lucha inteligente, claro.
Nuestra estupidez congénita no ayuda.
Otras estadísticas:
Italia: 4 mil muertos (1,600 en un solo día)
Europa: 5 mil 168 muertos (Italianos incluídos)
México: 5 ml 585 asesinatos en dos meses / 74 mujeres asesinadas en enero / 92 en febrero. Más de 300 mil víctimas de la violencia de 2006 a 2020.
Muertes por COVID 19: 2 muertos; 1 resucitado.
¿Hay estado de emergencia por los asesinatos? NO. Cuidémonos de la pandemia.
Muertes en Irak marzo y abril 2003: 7,400 civiles.
Muertes en Afganistán 2014: 5, 275 civiles
Muertes en Yemen hasta 2019: 223 mil civiles, la mitad de ellos niños
Oh, perdón, éstas muertes ocurrieron durante guerras decentes y abiertas, Además, murieron persas, yemenitas, afganos, no italianos, ni franceses. Claro, hay chinos pero ellos, inteligentemente, ya salieron del contagio, aunque no del control impuesto.
H. R. Luna
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Fotografía: LA PESTE.