Jorge Salazar García. 27/07/2020
“La humanidad es más importante que nuestro dinero[1]”
Generalmente la aplicación de nuevas tecnologías ha determinado el desarrollo económico y modificado las relaciones sociales donde se pone en práctica. La acelerada revolución tecnológica en curso no será la excepción pero a diferencia de las anteriores la automatización de la producción y los servicios que esta implica será globalmente perjudicial para los que menos tienen. Los fantásticos avances en la IA (Inteligencia Artificial), internet, programas expertos, plataformas y aplicaciones digitales, convergentes en la robotización de la industria, configurarán la “nueva normalidad” pos-pandémica al gusto de los grandes capitalistas. En este sentido la Federación de la Industria Robótica, en el año 2018 informó que había 74 robots por cada 10,000 empleos. Matemáticamente esa relación, entre cantidad de robots (R) y empleos (E) es proporcionalmente inversa; es decir si R aumenta, E disminuye o viceversa. Con estos datos puede calcularse que la Densidad robótica(DR)[2] en ese año era de 0.0078. Expresado así, tal vez no diga mucho; sin embargo como la variable R[3] crece continuamente y los empleos disminuyen, la densidad (DR) aumentará rápidamente amenazando alcanzar el máximo valor posible: la UNIDAD. Lo cual significaría que los robos estarían realizando todos los trabajos que antes desempeñaba el hombre.
Aunque, lo anterior no es posible a corto plazo, lo crítico del asunto es que actualmente los capitalistas están acelerando la digitalización de sus fábricas sin considerar las consecuencias sociales derivadas del despido de millones de trabajadores. Ciertamente, nadie puede oponerse a que las máquinas liberen al humano del trabajo rutinario y peligroso, el problema es cómo dar ocupación a los desplazados por ellas. Si no hay dinero para disfrutar del mundo dedicándose a actividades recreativas, deportivas y artística que dieran sentido a la existencia de cada persona, la autoestima y voluntad de vivir, en algunos, se derrumbarán; en otros, la rabia les conducirá hacia caminos violentos.
CRECE EL DESEMPLEO
Diariamente los medios informativos dan cuenta del cierre de empresas y reducción de personal. Tales noticias, de por si lamentables, se complementan con estadísticas de muerte a causa de la Pandemia. La punta del iceberg deja ver el despido de 3000 trabajadores de Nissan (España), que las tiendas Zara cerrarán 1200 de sus establecimientos y Starbucks 400; 1.8 millones de empleos se perderán en México, 1 de cada seis restaurantes quebrará y que la Organización Internacional del Trabajo estima en 300 mil los ceses por la transición del capitalismo analógico al digital. El sector público tienen en la mira a secretarias, almacenistas, mandos medios, inspectores, …, quienes, a mediano plazo, serán sustituidos (jubilación adelantada, retiro voluntario o cancelación de contrato) por máquinas, computadoras y plataformas digitales. El aula virtual (escuela en casa) hizo posible prescindir de edificios, personal directivo, administrativo y manual. Los programas expertos, van por los maestros. En los bancos el personal operativo correrá la misma suerte, su funciones serán desempeñadas en línea por aplicaciones y terminales automatizadas (CoDi).
Si la demanda de empleo y la informalidad continúan creciendo al igual que el despido de trabajadores (por las razones antes expuestas) los conflictos sociales serán tan explosivos que ni el Estado neoliberal ni los empresarios tendrán la capacidad para resolverlos pacíficamente. De ahí la especulación de que la pandemia y la crisis económica hayan sido inducidas. La primera facilita la manipulación y control poblacional y la segunda “justifica” los despidos. Claro está, a políticos corruptos y empresarios sin alma les sirve de perlas esta situación. Los primeros ganan votos “regalando” dádivas a los necesitados y los otros obtienen más dinero por rescates y financiamientos desde el erario público. La perversidad de tan salvaje succión radica en que la única manera de volver a llenar la ubre estatal es cobrando más impuestos al consumo (IVA) y trabajo (ISR) de la gente. Pero como ésta tiene poco o nada de dinero para consumir porque no hay empleo o recibe salarios de hambre, el gobierno Neoliberal recurre al endeudamiento y a políticas paliativas para sostenerlo. El seguro de desempleo, ingreso básico universal, becas de trabajo, etcétera son algunas de ellas. Por supuesto, los gobiernos NO eliminarán la extrema desigualdad social, reconocida incluso por la oligarquía mundial, pero sí aumentarán la deuda pública que pagamos los contribuyentes cautivos.
El hecho de que la elite política-empresarial haya reconocido la crisis del modelo en el Foro Económico Mundial realizado en Davos, Suiza, el pasado enero, es algo inédito. Las voces más autocriticas lograron que tres de sus propuestas para ¡humanizar! a las empresas fueran incluidas en su manifiesto final y son:
A) Preocuparse por la comunidad y sociedad en general.
B) Procurar las aspiraciones humanas y sociales.
C) Servir al futuro global.
El fundador del Foro, Klaus Schwab, contribuyó aportando las siguientes declaraciones: 1)Las empresas deben pagar más impuestos, no tolerar la corrupción y respetar los derechos humanos. 2) No utilizar la revolución industrial sólo para maximizar intereses de los inversores. 3) Estar dispuestos a hacer cambios para evitar una avalancha de descontento social.
Tomando en cuenta las ganancias obtenidas por las trasnacionales durante la pandemia (más de medio billón de dólares) la conclusión es categórica: aquellas propuestas no sólo fueron ignoradas, ¡se hace todo lo contrario!: la corrupción, violación de derechos humanos y la irresponsabilidad social y ecológica las convirtieron en afinadas herramientas para apropiarse de la riqueza despojada a los ciudadanos sobrexplotados, despedidos, confinados y enfermos. La extracción de la riqueza por unos cuantos es tan sistemática que lleva a pensar que no hay nada fortuito en ello y que la teoría de Michel Chossudovsky[4] es verídica. Al menos cuando afirma que el confinamiento no es casual sino una operación planificada cuidadosamente. Mike Pompeo (Secretario de Estado E.U.A.), por descuido tal vez, lo corroboró en CNN (marzo 20); al hablar sobre el Covid dijo: “Este caso está avanzando: estamos en un ejercicio en vivo para hacer esto bien”.
Por hoy el empobrecimiento creciente y la codicia de los pantagruélicos empresarios son caras de la misma moneda de curso mundial. Afortunadamente a lo largo y ancho del planeta también se globaliza el despertar de conciencias y nacen alternativas para resistir al avasallamiento. De continuar la destrucción del futuro nada evitará que los trabajadores, una vez liberados del miedo, salgan a las calles para tomar lo que les corresponde por solo hecho de ser personas. Sobrevivir dándole sentido a su existencia será su propósito antes de ser convertidos en autómatas, vacíos de esperanza y sin voluntad propia. Por esta razón, aquello de evitar la “avalancha de descontento social”, quedará lejos de la realidad. Urge un acuerdo nacional en cual los trabajadores (sin charros) realmente sean escuchados.
[4] Director de Global Research, Profesor emérito de Economía de la Universidad de Ottawa.
[1]Ultima frase de la carta publicada en https://www.millionairesforhumanity.com/ .
[2] Utilizando la fórmula DR=R/E
[3] El dato más reciente indica que ya están operando más de 2.6 millones de sistemas robotizados en la industria.