Por: Pablo Gutiérrez de Álamo. EL DIARIO de la EDUCACIÓN. 29/10/2020
- Desde hace años, la desinformación y las fake news se han convertido en un problema importante para las democracias en el mundo. Varias iniciativas intentan impactar en la población más jóven para que sepan identificarlas y tener una mirada crítica hacia todo aquello que ve y lee a lo largo del día.
La situación de pandemia por Covid-19 se ha convertido en el caldo de cultivo más reciente para la explosión de las noticias falsas (fake news) y la desinformación a nivel global. En los últimos meses casi cualquier pesona ha podido ver en las redes sociales, desde Facebook a Instagram, pasando por WhatsApp noticias falsas de diversa índole. Desde remedios alternativos para protegerse del contagio a bulos relacionados con la creación de la Covid en algún laboratorio.
Pero, aunque ahora mismo nos encontramos inmersas e inmersos en esta situación, la desinformación lleva siendo un problema para el mundo desde hace ya muchos años. Desde los primeros 2000 principalmente, gracias al auge de internet y particularmente, de la creación y extensión de las redes sociales.
Recientemente, Marc Amorós, periodista y experto en el fenómeno de las fake news ha publicado ¿Por qué las fake news nos joden la vida?, un volumen en el que repasa algunos de los hitos relacionados con este tipo de falsas informaciones en los últimos años. Un libro con el que coger la medida al fenómeno, en el que abruman las cifras de consumo mediático de la población a través de las redes sociales.
Para él, la educación es uno de los pilares importantes en los que sostener la fomación mediática de la infancia y la adolescencia para el desarrollo de un pensamiento crítico y la detección de las informaciones falsas. Informaciones que no son neutras, siempre tienen detrás importantes intereses económicos o políticos y que, por increíbles que sean, tienen un impacto en la vida de las personas (muchas personas han muerto en los últimos meses por hacer caso de remedios inventados contra el virus, por ejemplo).
«La última gran esperanza blanca ante este fenómeno tiene que pasar por la educación», bromea durante la conversación por videollamada. Para él, el sistema educativo ha de comprender que tiene entre manos a unas nuevas generaciones que están en un entorno de consumo de la información que les empuja «a pensar rápido, por tanto, la racionalidad, la paciencia, la capacidad de ver diferentes puntos de vista desaparece». Al mismo tiempo, asegura, «nos definimos ante los demás en función de lo que compartimos y difundimos en redes sociales».
Para este periodista «la educación puede contribuir a recuperar una cierta pausa para intentar informarse mejor» en un munto, recoge en su libro, en el que dedicamos entre ocho y 10 segundos a decidir si una información es falsa o no, si la leemos o no.
Amorós señala, además de lo anterior, cómo el consumo de información y gracias a las redes sociales, ha dejado de ser activo para ser pasivo. Te asalta en tus redes sociales, en el muro de Facebook, el el time line de Twitter. A esto se suma, asegura, que hay estudios que afirman que «las nuevas generaciones premian las informaciones que se plantean de forma polarizadora, divisiva, que generan confrontación». La importancia de esto reside en que, si no se hace nada, «estaremos educando y formando a generaciones que en lugar de confrontar ideas confrontarán posturas».
¿Qué podemos hacer?
Jacqueline Sánchez y Enrique A. Martínez, han editado sendos manuales con los que acercan a menores y docentes el concepto de las fake news, cómo identificarlas y defenderse de ellas. Ambos llevan años trabajando en alfabetización mediática desde el Taller Telekids.
El primero de los libros, Educar en el aula sobre fake news, está pensado para el profesorado. En él se facilita información básica sobre este fenómeno, así como una serie de ejemplos para entender mejor la cuestión. Incluye un cuaderno de trabajo para utilizar con el alumnado y con propuestas en función de diferentes edades de chicas y chicos. E incluye una serie de verificadores para que sean usados para encontrar noticias falsas.
El otro, Con las fake news no se juega, se dirige al alumnado del primer curso de primaria y de secundaria obligatoria; «es cuando empiezan a conocer el mundo de la información y de los medios con un poco de énfasis», asegura Sánchez. El libro se estructura en cuatro partes: conceptos básicos sobre las noticias falsas; tipos básicos de contenidos falsos; cómo descubrir estas fake news y, la última, dedicado a conceptos más complejos como el funcionamiento de internet a la hora de conocer nuestros datos, intereses y preferencias.
Explica que en las formaciones que llevan tiempo dando a profesorado sobre alfabetización mediática ha ido surgiendo el interés sobre el fenómenos de las noticias falsas. «Algunos de los docentes querían saber más sobre la desinformación y otros aprender a reconocerlas, sobre todo, para compartir este conocimiento con su alumnado», comenta Sánchez vía correo electrónico. También asegura que «el profesorado tiene claro que es un tema importante en nuestros días».
Según la periodista, en los últimos años han constatado las dificultades de chicas y chicos para diferenciar fake news de informaciones veraces, «incluso para la realización de sus deberes», dice. Una situación, continúa, que «se agravó desde la pandemia cuando una gran cantidad de información falsa relacionada con la COVID-19 empezó a publicarse para todo tipo de público. Vimos que era conveniente aportar algo».
Destapar las fake news desde el juego
Desde hace ya un curso lectivo, la FAD, en colaboración con Google, han puesto en marcha un proyecto, (In)fórmate con el que quieren realizar un esfuerzo en alfabetización mediática, informacional, según palabras de Miguel Ángel Rodríguez, responsable del programa.
Lo hacen centrándose en el alumnado de 3º y 4º de ESO («aunque los hay mayores y menores») para «dotarles de las capacidades para manejar información» a través del pensamiento crítico, saber si una información es veraz o no y si es útil.
La parte central del programa es una formación gamificada de módulos a la que han llamado Eraser. El objetivo último es que el alumnado sea capaz de detectar las informaciones, chequearla para ver si es correcta o no, buscar su posicionamiento frente a ellas y, por último, buscar la acción por su parte.
Este trabajo se realiza con ejemplos reales de fake news que han aparecido en las redes sociales, tuits, campañas, vídeos… En ellos se tratan temas como la tolerancia y el racismo, la igualdad de género o la ideología, explica Rodríguez. La dinámica establecida es que el alumnado vaya respondiendo a cuestiones para identificar dónde hay desinformación, al mismo tiempo que se realiza un trabajo relacionado con los valores: «Igualdad, respeto a la diversidad, a lo diferente».
Como material complementario, utilizan vídeos cortos de entre 5 y 7 minutos de duración en los que se enseña a chicas y chicos el trabajo de los periodistas en situaciones de conflicto, cómo realizan su labor en la redacción de algún medio, de una agencia de noticias o cómo hace los vídeos un youtuber. Entre los temas que se trabajan está el de la diferenciación entre lo que es opinión y lo que es información.
Quienes utilizan el proyecto de Eraser pueden participar en la fase de producir su propia información como parte de un concurso al que se pueden presentar. El concurso trata de que el alumnado genere una noticia, bien en formato audiovisual, escrito o en un podcast y durante el proceso son acompañados por un periodista especialista en alguno de estos tres soportes.
«La clave es el pensamiento crítico», asegura Rodríguez. En realidad, aclara, es el leit motiv que mantiene la FAD en todas sus iniciativas, sean esta o las campañas sobre consumo de sustancias.
El pensamiento crítico, la capacidad de análisis y de criba de la información a la que todos los días estamos expuestas y expuestos es la clave principal para poder luchar contra una situación, la de la desinformación, que está poniendo en jaque a buena parte del planeta. Que individuos como Trump (uno de los mayores creadores de fake news) o Bolsonaro estén donde están tiene relación con este caldo de cultivo generado por las redes sociales y quienes las utilizan para transmitir sus mensajes falsos.
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Fotografía: EL DIARIO de la EDUCACIÓN.