Jorge Salazar García
Un año antes de las elecciones del 2018 algunos militantes advirtieron los riesgos que corría MORENA aliándose con partidos que, sirviendo a la élite neoliberal, se habían hundido en el desprestigio. La sentencia del refrán “el que con lobos anda a aullar aprende”, en MORENA, se va cumpliendo inexorablemente gracias a esas alianzas. Igual que en los otros partidos, en MORENA, la democracia relumbra por su asuencia y el manejo de sus prerrogativas es tan transparente como las aguas de un albañal. Afortunadamente no todo esta perdido, aún conserva dos fortalezas que le salvan de la pudrición total: contar con un instituto de formación política activo y una pequeña parte de militancia viva, crítica, congruente que lucha por rescatarlo de las fauces de los lobos internos.
El mayor reto de los rebeldes es acabar con los métodos autoritarios utilizados para elegir candidatos a puestos públicos y dirigentes del partido luchando dentro y fuera contra la derecha golpista. Afuera, reconstruyendo la esperanza de convertirlo en movimiento, destruída al obtener el registro oficial; y, dentro, evidenciando que a los dirigentes formales y “morales”, sólo les importa el poder para enriquecerse. Lo único claro es que convirtieron el ideario de izquierda que le dio origen a MORENA en mera retórica. ¡Vamos! hasta la promesa de separar el poder económico del político relegaron. La corrupción, el nepotismo, la prepotencia, la insensibilidad, el abuso, la injusticia, la inequidad y sobre todo la IMPUNIDAD siguen lacerando el alma de quienes viven de su trabajo diario y allana el camino para el regreso de la derecha vendepatrias.
El modelo de mercado esta funcionando muy bien con MORENA, hasta parece que ha retomado el proyecto Salinista de imponer en México un sistema bipartista similar al norteamericano, sin definiciones idológicas. Las coaliciones partidistas actuales han perdido, convenientemente, el “color” para servir al mismo amo, el DINERO. Tanto en EUA como en México los partidos funcionan como empresas donde el dueño coloca a un gerente (dirigente) cuyas directrices son operar las candidaturas, administrar las prerrogativas, mantener los privilegios de la oligarquía y contener la lucha social.
Cierto, algunos partidos en su declaración de principios se identifican con las causas de izquierda y reconocen la lucha de clases, pero una vez obtenido el registro las traicionan. Las condiciones de injusticia y explotación impuestas a los trabajadores regresan a su agenda sólo cuando requieren votos. Y no es cuestión de malos y buenos o corruptos y menos corruptos, el problema es estructural.
El sistema político mexicano es genialmente eficaz corrompiendo desde las mismas leyes, autoridades electorales e instituciones. Actualmente, igual que en el porfiriato, no existe un partido que haya resistido el “maíceo” (plata) o la amenaza de perder el registro (plomo). De una u otra forma se someten al estatus quo convirtiéndose en instrumentos de control social. De ahí que el dinero privado y público corra a discreción entre los dirigentes, autoridades y legisladores quienes ya maiceados con fortunas personales “inexplicables” sólo piensan en perpetuarse en el poder. La impunidad de sus latrocinios es un pago asegurado por hacer que los explotados admiren a sus explotadores y rechacen a priori la posibilidad de construir un régimen realmente de izquierda.
Producto de la marginación de las bases críticas y el secuestro de los óganos de gobierno, los oportunistas pueden cambiar de partido (o de corcholata) sin remordimiento de conciencia alguno. Pueden aliarse con quién se les dé la gana pues no tienen que rendir cuentas a sus militantes. Les tiene sin cuidado el hartazgo del ciudadano por la simulación, corrupción e impunidad exhibidas con desparpajo antes, durante y después de cada proceso electoral. Están convencidos de que repartiendo dinero tendrán el voto asegurado cuando y donde lo necesiten. En esas aguas sucias se desenvuelven como pirañas para ganar hueso al costo que sea.
Algunas de las consecuencias de esta manera de hacer política es la prostitución y el encarecimiento del voto. El cual, como cualquier mercancia demandada, eleva su precio en el mercado electoral, tanto que las prerrogativas deben ser reforzadas con dinero ilegal proveniente de los empresarios, narcotraficantes y del erario público. Lo más probable es que esas fuentes vuelvan a fracturarse, como sucedió en 2018, cuando ya no quisieron invertir en un producto chatarra (PRIAN) cuya credibilidad estaba por los suelos.
El partido de la 4T disipó la oportunidad de realizar procesos electorales transparentes, legales y realmente democráticos, derrochó la legitimidad obtenida en la elección presidencial adoptando la mayoría de vicios que condenó. Traicionó a sus militantes, pisoteó sus principios y violó las normas estatutarias bajo el mentiroso argumento de que, frente a una rabiosa oposición criminal había que posponer la democratización interna.
Las facturas por considerar tonto al pueblo ya se están pagando: perdió la mayoria en el Congreso en 2021 y las reformas laboral, educativa, pensionaria, energética y política quedaron al gusto de los neoliberales. La absurda toma de nota (control estatal) permancen igual que el charrismo; en la educación básica permance el ideario proempresarial individualista; las AFORES siguen despojando a los trabajadores y la reforma política no pasó.
MORENA ya no podrá captar el voto conciente y razonado; si quiere ganar tendrá que desviar recursos públicos a granel en los próximos comicios del Estado de México y Coahuila y además cobrar a los pobres las ayudas que reciben. Algunos electores le cobraran haber impuesto el dedazo encubierto de encuesta y otros condenarán las actitudes hipócritas de los candidatos abrazando niños, mujeres pobres, a quienes abandonarán tan pronto salgan electos.
Hay alternativas a esta partidocracia pero todas implican tiempo y sacrificios. Lo claro es que deben construirse al margen de los partidos políticos y de los apóstatas*, hacerlas fructificar desde las alianzas de las organizaciones populares, trabajadores, estudiantes, comerciantes, pequeños y medianos empresarios no corrompidos por la codicia; profesionistas, campesinos y cualquier mexicano que quiera hacer de México un pais justo, incluyente, libre y democrático.
Por lo pronto las próximas elecciones de junio parecen estar negociadas con el grupo Atracomucho (Atlacomulco) para que la sangre no llegue al río. Cualquiera que gane necesitará la legitimidad proveniente de ese voto resultante de una batalla descarnada donde los billetes y las marullerías serán los protagonistas principales, no las ideas. Se verá de todo: inequidad, mapachería, dinero sucio, desvío de recursos públicos, judialización de la política y demás arsenal de prácticas fraudulentas e ilegales perfeccionadas durante ocho décadas.
Presenciaremos un inevitable choque de trenes que representan dos modos de fortalecer el sistema capitalista donde las bajas las pondrán los pasajeros, como siempre, no los conductores. Lo único seguro es el ahondamiento del descrédito, ilegitimidad y turbiedad de las elecciones que hará necesario un pacto nacional para llevar a cabo la elección presidencial en relativa paz.
Los topes de campaña, no lo dude usted, serán rebasados por quienes se oponen a la 4T y por quienes la apoyan, abonando más odio y confrontación entre los miltantes de ambos bandos.
*Persona que abandona sus ideales o su religión públicamente para seguir otros diferentes.