Por: Zirahuén Villamar. Nueva Sociedad. 06/02/2017
El 30 de noviembre de 2016 se cumplen 15 años de la publicación del estudio en el que Jim O’Neill, jefe de Investigación Económica Global del banco de inversiones Goldman Sachs, analizó la perspectiva económica de un grupo de países con dinámicos mercados internos que hacia 2011 alcanzarían un pib tan grande en relación con el total mundial que sus decisiones de políticas fiscales y monetarias individuales tendrían impactos económicos globales1. Brasil, China, la India y Rusia fueron los países cuyo promisorio futuro económico configuró un acrónimo que se convirtió en un símbolo del siglo xxi. Como recuerda un libro de reciente publicación2, la creación del concepto se enmarca en un momento histórico importante: el pesimismo posterior al 11 de septiembre estadounidense y la incertidumbre sobre el futuro del orden mundial tras el fin de la Guerra Fría. Los bric ofrecían –al menos para la industria financiera– un panorama positivo del futuro. Con poco más en común que sus éxitos económicos, estos cuatro países son profundamente diversos en su estructura económica y sistemas políticos y sociales. Tal heterogeneidad habría de convertirse en una marca de origen. Sin haber considerado aspectos geopolíticos o de equilibrio de representación regional, sino únicamente prospectivas tasas de crecimiento económico, la formulación original «bric» contó con dos países de Asia (China y la India), uno euroasiático (Rusia) y solo uno americano (Brasil) –en ese primer momento, ninguno de África–.
Como han advertido algunos análisis, la idea de unos bloques de construcción de algo positivo (el acrónimo es homófono de brick, «ladrillo» en inglés) era demasiado poderosa como para no llamar la atención y despertar la imaginación3. El «bloque» bric logró entusiasmar no solo a aquellos a quienes estaba destinado el análisis financiero (inversionistas), sino también a comentaristas, políticos y académicos: el poder económico ubicado en países del Norte, desarrollado e industrializado, se estaba dispersando hacia otros países, ubicados en el Sur, a medio camino entre el desarrollo y el subdesarrollo. La intuición era que ese poder económico se traduciría en poder político, lo que conduciría a un desplazamiento/cambio en el poder global –intuición sustentada históricamente a partir de otros procesos a finales del siglo xix y comienzos del xx, con el ascenso en el concierto europeo-mundial del imperio alemán–.
En este marco, tuvo lugar una competencia por la atracción de inversores en fondos con acrónimos pegadizos construidos por el mundo de las finanzas. Como señaló un experto del área de Mercados Emergentes de Morgan Stanley, « civets (Colombia, Indonesia, Vietnam, Egipto, Turquía y Sudáfrica) emergieron de mist (México, Indonesia, Sudáfrica y Turquía)»4. Para los gobiernos de los países incluidos en tales agrupaciones imaginarias, la imagen positiva que se tenía de ellos desde el exterior era un estímulo para querer figurar en conjuntos de ese tipo. El relato de los «emergentes» –en plural– se materializaba cuando un país –en singular– era asociado a uno de estos clubes de inversión.
Cuando a mediados de la década de 2000 el discurso económico se trasladó al ámbito de la política internacional, cancillerías e instituciones internacionales reforzaron la noción político-diplomática de la emergencia de estos países y su protagonismo mundial. Desde la academia empezaron a desarrollarse análisis sobre las identidades –y respectivas conductas como reflejo– de las potencias emergentes. Así, las políticas exteriores de estos actores y sus interacciones reforzaron el relato de la transición de poder mundial. Las potencias emergentes –ya no solo las economías emergentes– se volvieron entidades aún más atractivas5. Una idea fuerza del siglo xxi.
El revuelo ocasionado por estos discursos y por los cambios en el poder global generó reacciones encontradas. Algunos análisis sugerían semejanzas entre potencias emergentes6 del pasado y las del siglo xxi: países insatisfechos con el orden vigente y el predominio de las potencias establecidas, y la posible inevitabilidad de una lucha destructiva entre esas potencias merced a la actitud revisionista de las emergentes. Otros, por el contrario, preveían la compatibilidad de las nuevas potencias emergentes y sus reivindicaciones en el orden internacional vigente, pues la agenda reformista que abanderan –aunque algunos de estos países tengan una agenda más conforme con el statu quo, conveniente para las potencias establecidas– puede ser integrada gracias a las normas e instituciones liberales7.
Las potencias emergentes y la crisis de 2008
La crisis económica de 2008 reforzó la impresión acerca del cambio de poder global a partir del mejor desempeño económico de las potencias emergentes –en general, aunque con excepciones9–, lo que obligó a la coordinación de las potencias establecidas y sus instituciones con las emergentes y relanzó al nivel de las cumbres de Jefes de Gobierno la cooperación en el Grupo de los 20 (g-20). El g-20 es un foro de coordinación de políticas financieras creado a fines de la década de 1990 tras la crisis del Sudeste asiático, formado por los países del g-7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido) y la Unión Europea, junto con otros «sistémicamente importantes» –como se los llamó en 1999–: Arabia Saudita, Australia, China, Corea del Sur, la India, Indonesia, Rusia, Sudáfrica y Turquía. Y tres países latinoamericanos: Argentina, Brasil y México.
Las tareas para responder a la crisis y los esfuerzos de coordinación entre potencias establecidas y emergentes y organizaciones internacionales se enmarcan en la llamada «gobernanza global»10: la forma en que, a través de mecanismos formales e informales, actores internacionales desarrollan cooperación para atender desafíos transfronterizos o globales, buscando proveer bienes públicos igualmente globales. El g-20 devino así símbolo de la presencia de las potencias emergentes en la misma mesa de toma de decisiones económicas mundiales junto a los países del g-7. La frase pronunciada en 2009 –«Hoy designamos al g-20 como el principal foro de nuestra cooperación económica internacional»11– en la declaración de los líderes del grupo supuso para algunas potencias emergentes la consagración de su nueva jerarquía y su participación en la previsible reforma del orden mundial.
- 1.J. O’Neill: «Building Better Global brics», Global Economics Paper No 66, Goldman Sachs, Nueva York, 2001.
- 2.Andrew F. Cooper: The brics: A Very Short Introduction, Oxford University Press, Oxford, 2016.
- 3.Marion Fourcade: «The Material and Symbolic Construction of the brics. Reflections Inspired by the ripe Special Issue» en Review of International Political Economy vol. 2 No 1, 2013.
- 4.El original en inglés es interesante, pues los acrónimos se traducirían como «civetas emergieron de entre la niebla». Ruchir Sharma: «The Ever-Emerging Markets» en Foreign Affairs vol. 93 No 1, 1-2/2014, p. 52.
- 5.Andrew Hurrell: «Narratives of Emergence: Rising Powers and the End of the Third World?» en Brazilian Journal of Political Economy vol. 33 No 2, 4-6/2013.
- 6.Randall Schweller: «Emerging Powers in the Age of Disorder» en Global Governance vol. 17 No 3, 2011.
- 7.John Ikenberry y Thomas Wright: Rising Powers and Global Institutions, The Century Foundation, Nueva York, 2008.
- 9.Alan S. Alexandroff y Andrew F. Cooper (eds.): Rising States, Rising Institutions. Challenges for Global Governance, Centre for International Governance Innovation, Waterloo, 2010; Amrita Narlikar: «Negotiating the Rise of New Powers» en International Affairs vol. 89 No 3, 2013; Laura Casten Mahrenbach: «Deconstructing ‘Emerging Powers’ and ‘Emerging Markets’. India and the United States in Global Governance» en India Quarterly vol. 71 No 4, 2015.
- 10.Dirk Messner y Franz Nuscheler: Das Konzept Global Governance. Stand und Perspektiven, inef-Universidad de Duisburgo-Essen, Duisburgo, 2003.
- 11.
Leaders Statement. The Pittsburgh Summit, g-20, Pittsburgh, 2009.
Fuente: http://nuso.org/articulo/bric-15-anos-del-acronimo-del-siglo-xxi/
Fotografía: Nueva sociedad