Por: Marco Aurelio Martínez Sánchez. 20/11/2017
Es un hecho que las escuelas normales no le gustan a Aurelio Nuño. Ignora por completo lo que estas han aportado históricamente al desarrollo educativo del país, tampoco sabe que gracias a las escuelas formadoras de maestros, como la veracruzana, se han organizado los sistemas educativos de diversas entidades de la República mexicana. Los normalistas de Xalapa se disgregaron por el territorio nacional para dirigir diversos proyectos educativos gracias al notable prestigio de la escuela rebsamiana.
Hoy en día estamos convencidos que las escuelas normales deben transformar sus procesos, reforzar programas, fortalecer académicamente sus claustros de profesores, generar investigación, divulgar sus productos, entre otros retos más. La insistencia de homologarlas con las universidades resulta una propuesta desafortunada que revela un desconocimiento abrumador de sus objetivos y funciones pero ante todo de la naturaleza y razón de ser de unas y otras.
La esencia de las escuelas normales es la docencia, para ello fueron creadas; desde el primer semestre los estudiantes normalistas están en las escuelas observando y practicando estrategias efectivas para realizar con decoro el noble oficio de enseñar; generan estrechas interacciones con los infantes reconociendo los avatares y desafíos de lo que acontece en el aula, pero ante todo mantienen el pulso directo de la realidad del país. Los normalistas se especializan en localizar alternativas y soluciones para resarcir los daños provocados por las incongruentes políticas educativas que han abierto el concurso de plazas docentes sin ton ni son. Paradójicamente la SEP desea elevar la calidad de la educación en el país eximiendo y tratando de asfixiar a las escuelas normales, vaya disparate. Aún contracorriente el profesor en ciernes se convierte en auténtico sastre que remienda las piezas averiadas del traje que Nuño presume y se enorgullece. Aquí su tarea fundamental consiste en resolver los profundos socavones que el sistema educativo propicia en las escuelas.
Nuño y sus funcionarios viven en un país distinto. Su realidad es diferente a la nuestra, sus referentes son otros, los intelectuales orgánicos le dicen lo que él quiere escuchar al igual que Juan Díaz de la Torre, dirigente del SNTE. Piensa que la reforma educativa ha instalado de facto a México en el primer mundo y que desde que llegó a la SEP el rostro del sistema educativo mexicano se ha transformado radicalmente, coincido, pero para desgracia de la educación pública. Desconoce que el docente se encuentra tan agobiado de trabajo pedagógico y requerimientos administrativos, lo que está fomentando en el magisterio la práctica de la simulación y la entrega de resultados fantasmas; la autoridad educativa está empecinada en construir un edificio sin importar que tenga cimientos de algodón.
En la Ciudad de México y otras metrópolis existen escuelas de educación básica que están evaluando a sus alumnos mediante instrumentos en línea, estupenda noticia, pero ¿qué hacer en cientos de comunidades rurales carentes de energía eléctrica e infraestructura en ruinas? Al momento se encuentran en el abandono.
La obstinación por el auge del idioma inglés en las aulas es enfermizo ¿porque no elegir de un menú de idiomas variados que incluya el aprendizaje de una lengua autóctona? En el perfil de egreso de las escuelas normales se exige un nivel de dominio del inglés que no lo reúnen ni los licenciados en lengua inglesa egresados de cualquier universidad pública y privada. De ese tamaño es la perversidad.
Al igual que el clásico título de la literatura infantil de Hans Christian Andersen, Aurelio Nuño vé que su proyecto convertido en atuendo es único, inigualable, un traje a la medida para la realidad del país, aunque el pueblo completo lo desmienta, lo censure y recrimine. Ante los ojos de los mexicanos Nuño y su reforma educativa caminan desnudos con rumbo a ninguna parte.
Fotografía: Facebook sin autor visible