Por: Pedro Yagüe. Filosofía Pirata. 20/10/2020
Leo a Amador Fernández-Savater y me intereso por una idea: el desacople que existe entre los cuerpos y sus imágenes. Amador se refiere a una distancia entre ambos que repercute en el modo en que se organiza nuestra experiencia. En tanto son inseparables del entramado en el que existen, las imágenes con las que contamos son desde un principio y necesariamente históricas. Es a través de su especificidad que establecemos una relación con los demás, con la naturaleza y con nosotros mismos. También con el pasado, el presente y el futuro.
Amador se detiene en esto último para pensar el modo en que nos representamos la transformación social. ¿Con qué imágenes pensamos el cambio, la posibilidad de un futuro deseable en el que nos veamos involucrados? El punto de partida, claro está, es un diagnóstico de época: no contamos con imágenes nuevas para pensar un mundo diferente al que tenemos. Hay un desacople entre las relaciones históricas del presente y las imágenes referidas al cambio social.
Pero esto no implica una ausencia. Amador es claro: no nos faltan imágenes, sino que estamos saturados de ellas. Estamos sofocado por las narrativas del siglo XX. Deambulan entre nosotros imágenes muertas, que asustan y congelan, que producen un efecto aterrorizante. Amador las llama imágenes-zombies. Ellas son una mediación mistificada, algo que organiza la experiencia y la percepción a partir de un principio trascendente. En este caso, Amador se detiene en las imágenes-zombies referidas al cambio social, aquellas que apartan a los sujetos de las situaciones concretas en la que se encuentran.
Esta operación zombie anestesia la sensibilidad produciendo un desacople entre los cuerpos y sus imágenes del cambio. De esta manera, se pierde a la experiencia concreta como motor efectivo de la acción política. De allí que Amador relacione este desfasaje con una impotencia, con un malestar. Malestar que, lejos de ser un punto de llegada, aparece en su razonamiento como un punto de partida. De lo que se trata –siguiendo a Santiago López Petit–, es de politizarlo. En algún punto, esto no deja de ser efecto de un doble juego de verificación y constitución. Se trata de verificar en nuestra experiencia las imágenes y narrativas con las que contamos, actualizar en la vivencia del cuerpo aquello que la conciencia presenta como un saber. No hay imagen viva sin una experiencia personal y colectiva que la verifique en un cuerpo. La verificación es la única manera de conocer y, por lo tanto asumir, el desacople al que se refiere Amador. La constitución, por el contrario, implicaría el camino inverso: trazar un sendero que vaya desde la experiencia vivida hasta la creación de nuevas imágenes comunes. Este doble proceso podría pensarse como un combate contra la abstracción, como una lucha permanente contras las imágenes-zombies. Por eso, la idea de politizar el malestar iría de la mano con este doble juego de constitución y verificación de las imágenes.
Esto no puede ser resultado de un voluntarismo. No se trata de buscar imágenes vivas, sino de encontrarlas. El doble proceso de verificación y constitución no es algo que un sujeto decide asumir de manera individual, sino que es el resultado permanente de las luchas sociales en curso. Amador advierte el germen de toda praxis en la creación de una nueva imagen común a partir de la ruptura con las imágenes-zombies. La transformación de las relaciones sociales y del sujeto mismo que en ellas se ve implicado, aparece como algo impensable sin la introducción de una nueva imagen en lo real, de una viva, que emerja del aquí y el ahora.
Esta saturación a la que se refiere Amador tal vez sea un modo de escaparle al vacío, a la intemperie incierta del presente. Llegamos a la realidad tan cargados de anticipaciones y certidumbres que no hay lugar en nosotros para la aparición de algo nuevo. Quizás no solo nos falten imágenes, sino también fantasías. En el sentido más erótico de la palabra.
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Fotografía: Filosofía Pirata.