Por: Johan Hufnagel. La Pluma. 06/10/2017
El referéndum en Cataluña, desde este domingo por la mañana, tiene un rostro. El de una señora de cierta edad, sus cabellos blancos salpicados por un grueso chorro de sangre. Fue herida por la policía española en las acciones de incautación del material electoral. Este rostro del referéndum será también el de la derrota simbólica de Mariano Rajoy.
¿Qué demonios pudo haber pasado por la cabeza del jefe del gobierno español para pensar que una violenta neutralización de las operaciones de votos, ilegales para unos legítimos para los otros, iba a arreglar sus asuntos? Las imágenes, que vuelven en bucle en las redes sociales y las cadenas de info, son desastrosas para él y para la causa “españolista” que defiende: policías que rompen puertas de escuelas, a golpe de mazo y de cizalla, tratando de confiscar urnas. No es la unidad de España que es atacada por los golpes de garrote, es la democracia: es lo que sale del vórtice vídeo
Estas imágenes de represión brutal y desproporcionada no harán moverse de un ápice quienes ya tienen dictámenes distintos y definitivos sobre esta difícil cuestión de identidad. Allí, o aquí. Sin embargo, en un mundo que tiende a escaparse de la complejidad y quiere obligar «a elegir su campo», Rajoy obliga a elegir entre la violencia de un nacionalismo de Estado y la desobediencia civil de un independentismo catalán respetuoso de la democracia. No tiene nada que ganar. Salvo si pretende, por la brutalidad de su policía, generar una oposición menos pacífica.
España no debe tomar este camino sangriento que ella conoce demasiado bien. A los Europeos que mencionan a menudo a una Unión «basada en una promesa de paz, de progreso, prosperidad» (para citar a Macron), de recodárselo urgentemente a Rajoy.
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Fotografía: La Pluma