Por Güris J. Fry. ECO’s Rock. 16 de junio de 2018
Las Zapatillas Rojas (Michael Powell & Emeric Pressburger, 1948)
Avalada como unas de las películas más influyentes en la historia del cine, esta obra firmada por Powell & Pressburger es un caso mayúsculo debido al abastecimiento estilístico que otorgó a las generaciones consecuentes; la conjugación de sus elementos y el balance entre su estado de ostentación y el despliegue de su narrativa manifiesta una madurez y una formalidad que habrían de exhalar, y aún exhalan, ciertos punzones y combinaciones de género. Codificada en el musical, el acople melodramático de sus partes funciona de una manera tan formal como innovadora; no sólo para sus tiempos sino que sostiene aún esa brisa en el presente: con el paso de su metraje no es menor el número de referencias a las que se le puede aludir. Desde su primer visionaje, pues, queda claro que The Red Shoes fue un parteaguas e institución dentro del marco del estudio y construcción dentro del cine occidental, y todo aquel ajeno a dichas fronteras.
Bajo pretexto del cuento de Hans Christian Andersen, el encadenamiento de las acciones de esta cinta se presentan en un acomodo explícito que no busca sorprender o engañar a nadie, sino más bien guiar sobre un preciso campo emotivo por el cual no haya evasivas a sus directrices principales: el amor versus deseo, la pasión en contra de los sueños. El afectuoso triangulo que se arma durante el primer movimiento del filme no se estanca únicamente en el aspecto de la beldad física sino en el talento de los involucrados; agudezas que claramente se necesitan y complementan para la creación de puestas teatrales que les han de llevar a los mayores éxitos, pero que, claro, deben entrar en la disyuntiva propia de la naturaleza de los recelos y necesidades individuales. En las vacilaciones y reparos de nuestra “heroína” (inmersos nos encontramos ante un cine limitado al poderío de la figura masculina) y a la aprehensión de quienes pretenden quedarse con alguna parte de ella: su corazón o su virtuosismo, todo se desata. El entramado, en si, genera un espacio donde ambas partes son prohibitivas una con otra. En la pureza de la lógica cinematográfica universal nos atenemos a que el conflicto es la decisión, a que el gran problema es la obtención del valor para la determinación de un fragmento en una vida que no puede tener ese tipo de matices.
Sin el peso del tradicional final con dicha, Las Zapatillas Rojas son un claro ejemplo de una trama que no busca acomplejarse a cada paso sino que se sirve a construir imágenes de un portento que inyecta belleza y elegancia a cada escena. Muchos de sus encuadres se enmarcan ya dentro del imaginario colectivo que es el cine y su historia. Para muestra la secuencia del ballet que le da nombre al filme; sus poco más de 15 minutos aún son meritorios de sorpresa gracias a su ingenio y técnica para con los años en que fue filmada. La fotografía de Jack Cardiff rebosa en tonalidades, su uso del color pinta de manera ejemplar las diferentes etapas tanto fuera como dentro de la titubeante mentalidad de nuestra figurante central, sus composiciones nos postran dentro de toda la mecánica de un espectáculo de ballet. El montaje de Reginald Mills da cohesión a los elementos dentro de la puesta en cámara y maneja un ritmo plausible, natural y pertinente con las emociones que se presentan. El arte, como es usual en este tipo de producciones, come a parte, su labor es grandilocuente pues son los cimientos para que el universo que se configura dentro de la pantalla sea creíble y podemos hundirnos dentro suyo; el diseño de Hein Heckroth y la dirección artística de Arthur Lawson le dan vida a cada plano de esta obra cuya partitura, a cargo de Brian Easdale, es un recorrido tonal lleno de texturas y cadencias que nos detalla la propia naturaleza de la cinta: un cuento de hadas.
Con el evidente legado dentro de la estética de esta obra nos hallamos también ante las formas narrativas de décadas pasadas y la posibilidad no sólo de su exposición sino de su estudio. Las formas en que se desplegaban los textos y subtextos para la construcción dialéctica, la manifestación de la armonía moral y los tempos en que se constituía un argumento siempre a favor del apasionamiento del espectador: mantenerle en el camino con garbo y soltura hasta las consecuencias del desenlace. El cine como representación social, pues, asume su importancia de registro ante la historia y sus manías, ante la posible evolución o involución de la relación que tienen los nuevos narradores con el cada vez más habido público. Con The Red Shoes, entonces, no sólo tenemos un claro ejemplo de maestría en la realización, sino un retrato de las deposiciones más elementales de la gente que haya en el séptimo arte la perfecta vía de escape a la rutinaria vida habitual. Aquella que a pesar de los trágicos finales, respira y exige a cada minuto la magia. La magia que es el cine.
Las Zapatillas Rojas de Michael Powell & Emeric Pressburger
Calificación: 4.5. de 5 (Buen Clásico)
Fuente:
https://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=2069963556615354&id=1598949577050090
Fotografía: cutivez moi blogspot