Por Luis Bello Estrada. Insurgencia Magisterial. 8 de julio de 2018
Tras la guerra de secesión de Estados Unidos de América, hacia 1865 ocurre un fenómeno importante: Las haciendas ven cómo sus esclavos paulatinamente se convierten en hombres libres. El fenómeno consistió en que durante varias décadas las condiciones de vida, lo que conocemos como bienestar, fue inferior entre los hombres libres, mientras que los esclavos gozaron mayor bienestar, ya que en las haciendas sureñas contaban con el capital para trabajar, la organización y la tecnología para producir exitosa y competitivamente, mientras que los hombres libres emancipados de sus patrones empezaban prácticamente de cero y con mínimas oportunidades. Los economistas explican que las personas desprecian el bienestar ante el valor superior de la libertad, la cual, por otro lado a la larga genera mejores oportunidades y mayores libertades.
Dicha historia y argumento reivindican el liberalismo ilustrado o democrático juarista y del hoy candidato electo Andrés Manuel López Obrador, dice el premio nobel de economía Amartya Sen: “La democracia no se puede comer, pero a partir de ella se acabaron las epidemias de muerte de hambre”. Morena ganó porque su candidato tuvo claro que México no resiste más el actual tipo de bienestar excluyente, sustentado en la explotación de los trabajadores, en la acumulación tardía del capital y en el bienestar privado, particular y corrupto. Contra ello, AMLO reinstala una tesis antineoliberal, donde la economía vuelve a estar centrada y regida en y desde el Estado, los beneficios de la libre empresa y sus condiciones colaterales como la corrupción, la pérdida de soberanía y el sacrificio de las mayorías deben ser superados.
Sin embargo, en la historia norteamericana queda de manifiesto la temporal disminución del bienestar, temporalidad que en una sociedad globalizada puede durar varios años; la apuesta es por la democracia, es decir, por –en pocos años, en los menos posibles– empoderar educando al pueblo para que las élites oligárquicas nacionales e internacionales no destruyan el proyecto social y humano que hoy anhelamos los mexicanos, y no veamos un día a AMLO como hoy encontramos a Lula Da Silva; preso injustamente en la cárcel. La apuesta depende de los mexicanos consientes con capacidad de voz y acción, pero en particular se hace imprescindible una alianza estratégica con los más importantes y numerosos funcionarios del Estado: los docentes. Los maestros son la clave para que logremos que un día, cuando despertemos, el monstruo ya no esté ahí. Eso es lo que quiere López Obrador.
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