Por: Carlos Escaño. Iberoamérica Social. 03/01/2017
Los movimientos sociales desde un punto de vista histórico se han caracterizado por imprimir flujos de contrapoder a las sociedades. Castells explicaba que un contrapoder implica la capacidad de los actores sociales para promover un cambio en las relaciones de poder institucionalizadas en la sociedad. En todas las historias de todas las sociedades conocidas siempre ha existido el contrapoder, donde quiera que haya dominación existe una resistencia a la misma, ya sea política, cultural, económica, psicológica o de otra naturaleza (Castells, 2008). Las palabras de Manuel Castells son determinantes en este sentido, dotando de una oportuna dosis de esperanza a conciencias necesitadas de justicia social y cansadas de opresión jerárquica.
Internet se ha erigido como el contexto idóneo y simbólico para el ejercicio del contrapoder en nuestra contemporaneidad mediatizada, global y neoliberal. En esta línea argumental Chomsky señalaría que el uso de la Red facilita la comunicación dentro de los movimientos sociales, pero además se presta para luchar y restar el control de los medios hegemónicos, calificándola como uno de los factores más importantes que han surgido en los últimos veinte años. No cabe duda que la desjerarquización y prohorizontalidad son características de la articulación de las narrativas fluyentes en este contexto. El problema surge cuando Internet no es visto como un contexto de contrapoder para la sociedad, sino como un tablero de juego para el ejercicio del mismo poder. Formularé algunas dudas: ¿hasta qué punto podemos experimentar el contrapoder de la insurgencia desde nuestros contextos globalizados y digitalizados? ¿Hasta qué punto los movimientos sociales de cualquier identidad cultural no están practicando un contrapoder en las redes que es tolerado o administrado directamente por el poder? ¿Y si ese contrapoder es sólo una sensación? ¿Y si es sólo una sensación permitida, inoculada, necesaria para poder sobrevivir? ¿Y si es una sensación buscada, una vez más, como estrategia de poder? Juguemos a imaginar algo que por supuesto está fuera de nuestras fronteras de la realidad: pensemos por un momento que E.U.A. espía y controla las voluntades sociales internacionales. A lo mejor, sería posible imaginar que el gobierno norteamericano ejerce un control sobre la estructura general de Internet, pero en particular sobre una de las más “físicas”, la estructura de servidores maestros de DNS que están en su territorio, la cual está prácticamente copada por su acción y es determinante para fiscalizar toda la actividad de Internet -es sólo un juego de suposición, claro está-. Esto conllevaría una fácil conclusión: ¿qué margen de maniobra real tenemos para operar a la contra en la Red? Cualquier margen de contrapoder estaría ya pensado, filtrado por la superestructura, por lo tanto, no sería contrapoder. La pregunta que ahora toca tendría que ser ¿por qué se nos estaría permitiendo esa sensación de contrapoder? Igualmente, a modo de conjetura, podría responder que puede ser que sea por los mismos motivos por los que son oportunas las excusas para invadir países o emprender ciberataques internacionales. Es decir, porque son necesarios para aumentar la propia cota de poder y control. Algo tan sencillo como perverso. El supuesto contrapoder sería entonces sólo excusa para que pueda seguir desarrollándose la autoridad que lo permite. Los detentores del poder no discuten si es legal o ilegal las acciones que desencadenan y, ni siquiera, si son legítimas o ilegítimas, sólo debaten cómo tales acciones ofrecerán la posibilidad de conseguir más poder. Creo que ésta podría ser una respuesta. Nada nuevo que no haya sido escrito ya por George Orwell. Por tanto, el ejercicio de un supuesto contrapoder tendría un doble efecto: excusa y placebo. Excusa para los de arriba, placebo de insurgencia para los de abajo. No obstante, insisto, sólo es una suposición.
Prefiero fijar la consideración en el pensamiento de Manuel Castells y Noam Chomsky, personas mucho más sabias que yo (sencillamente sabios, y yo no). Sus palabras siguen siendo fuente de esperanza: todo poder engendra un contrapoder y hoy la Red se debe erigir como mediador del mismo. Ello no significa que la articulación de los necesarios cambios sociales fueren provistos por o desde la Red, pero sí favorecidos enormemente por la interconexión recursiva que ésta facilita. La naturaleza de esta interconexión no es sinónimo de la que es promovida por las grandes corporaciones (los conocidos social media), sino por una interconexión subyacente en la arquitectura de la propia red -en términos de Margarita Padilla- como instancia política para la acción. Acción que deviene en generación de bienes comunes, en esa interconexión por y desde la comunidad. Un buen ejemplo es el trabajo hacker y el movimiento de Software Libre, el cual implica una producción de bienes inmateriales que se aleja de las lógicas tradicionales de la propiedad y se articulan en prácticas liberadoras y emancipadoras. El movimiento hacker es una guía en las prácticas de unión comunitaria en Internet, siendo un movimiento identificado con la pasión no sólo por la computación (existen hackers en distintas profesiones), sino por la mejora y solidaridad social, capaz de aunar voluntades internacionales, estrechando lindes entre aquellos motores tradicionales como E.U.A. (con la Free Software Fundation -FSF- como cabeza visible) y Europa (Linux, fue un proyecto europeo en origen) con la fuerza emergente de India o de Latinoamerica y su relevante papel en el desarrollo del software libre en la actualidad. La situación estratégica cultural y social de la sociedad latinoamericana es tenida en cuenta por Richard Stallman y la FSF para la atención del sur del mundo hastiado por la institución capitalista (Rebelión, 2009). Las fronteras pierden su sentido territorial e incluso identitario cuando la acción de un movimiento social se focaliza, emerge y convive en Internet. En una situación en la que es sabido que bajo el paradigma de la globalización economicista, el cual inflige (sigue infligiendo) un duro castigo a la Europa periférica o por extensión al norte occidental, tiene poco sentido aislarse de la problemática desde otros puntos geoculturales. Precisamente, la acción de insurgencia social debe mantener respuestas en los mismos términos. Esos términos se circunscriben a las acciones de contrapoder (in)surgentes en red, las cuales clausuran fisuras territoriales, pero no sólo en términos de distancias físicas. Tiene más sentido que nunca que la insurgencia sea en y desde Internet, procurando unidad no sólo en la Red, sino unidad de red -y ser consciente de ella- donde por ejemplo, Europa y Latinoamérica son una. No es ya una cuestión de estar sino de ser. Una vez más aparece la insipiración hacker: “los hackers no solo se mueven en las redes -inacabadas como pez en el agua-. El mimetismo es mucho más intenso: ellos mismos, ellas mismas, son Red. Hacen y son hechos por la Red, sin que una cosa pueda separarse de la otra” (Padilla, 2012 p.42).
Referencias bibliográficas
Castells, M. (2008). Comunicación, poder y contrapoder en la sociedad red. Los medios y la política.TELOS: Cuadernos de comunicación e innovación, No. 74, 2008, pp. 13-24.
Rebelion (2009). El Software Libre en Latinoamérica y España. Disponible en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=166642
Padilla, M. (2012). El kit de la lucha en Internet. Madrid: Traficantes de sueños.
Para citar este artículo: Escaño, C. (2013). Poder, Contrapoder, Red y movimiento común. Iberoamérica Social: revista-red de estudios sociales, I, pp. 22-24. Visto en: http://iberoamericasocial.com/poder-contrapoder-red-y-movimiento-comun/
Fuente: http://iberoamericasocial.com/poder-contrapoder-red-y-movimiento-comun/
Fotografía: proyectointegradorleoye