Por: Nuria Giniger. Revista Hamartia. 02/03/2018
Desde la asunción de Mauricio Macri, el sistema científico-tecnológico público (esto es: los organismos descentralizados de ciencia y técnica y las universidades nacionales) viene sufriendo un ataque permanente. La política del gobierno actual de desarrollar negocios y convertir en mercancía todo lo que toca, también tiene su despliegue en el campo de la ciencia, la técnica y la universidad.
Hace un mes, en una oleada de despidos del sector público y privado, 258 compañeras y compañeros del INTI fueron despedidos. Y hace un mes también que las y los trabajadores del INTI, acompañados por otras organizaciones populares, vienen ocupando pacíficamente la sede central del Instituto. Este conflicto se produce después de un ya largo y sinuoso camino de confrontaciones de científicos, tecnólogos, docentes y estudiantes universitarios que venimos luchando para evitar la consumación del cientificidio que el gobierno pretende llevar adelante.
Un poco de memoria reciente
Las y los investigadores de este país, que crecimos exponencialmente en número y calidad de producción, de líneas de investigación y desarrollo durante el gobierno anterior, nos posicionamos políticamente en contra de Mauricio Macri, ya desde el balotaje. Sabíamos a ciencia cierta las implicancias que un gobierno de derecha, alineado con la política estadounidense, tenía para el desarrollo de nuestro país y de los lazos solidarios con la región. Sin embargo, como muchas y muchos compatriotas, no esperábamos ni la virulencia, ni la velocidad, ni la feroz agresividad que este gobierno iba a desplegar.
La participación de investigadores y docentes universitarios en las luchas del primer año del macrismo fueron notables y tuvieron un epicentro a fines de 2016 con un enfrentamiento al ajuste en el CONICET. Esta lucha fue iniciada por una definición del gobierno de reducir sustancialmente el número de ingresantes a la carrera del investigador científico (CIC), dejando afuera a 500 compañeras/os que habían sido seleccionados: doctores con una formación y experiencia de muchos años. Este conflicto puso en evidencia al menos dos cuestiones: el desprecio por los/las trabajadores de ciencia y técnica y su continuidad laboral, y la voluntad política de cercenar las líneas de producción científica que se venían desarrollando.
La experiencia de esa lucha y de la unidad conquistada culminó en una negociación ardua con el Ministerio de Ciencia, Técnica e Innovación Productiva (Mincyt), a través de la cual los casi quinientos investigadores fueron relocalizadas/os en Universidades nacionales, logrando que los y las compañeros/as mantuvieran de alguna forma su empleo. El balance de aquella lucha demuestra por un lado, la firme decisión del gobierno nacional de achicar al CONICET y por otro lado, el enorme maltrato hacia la autonomía universitaria. Esto además se corrobora con los seis ingresos de las fuerzas policiales a distintas Casas de Altos Estudios, que ocurrieron durante todo 2017.
Asimismo, recordemos que se suspendieron los programas de comunicaciones por satélite y la inflación y la devaluación de la moneda han reducido el poder adquisitivo de los salarios y las subvenciones a la investigación.
Nuevos ajustes
Esta vocación destructiva de la ciencia y técnica de nuestro país, se verifica hoy nuevamente con la reedición ajustada del ingreso a investigadores del CONICET. Esta situación implica que hay 411 trabajadores que fueron recomendados para ingresar a la CIC y que no son aceptados por cuestiones presupuestarias, así como otros tantos que se consideran pendientes de evaluación, pues el organismo no ha ajustado los requisitos de la nueva ley que quita las discriminaciones etáreas.
Al mismo tiempo, las altas del personal científico y administrativo del Mincyt y del Conicet están virtualmente secuestradas por las decisiones del Ministerio de Modernización. Esto impacta en que el número de trabajadores de ambos organismos se ha reducido significativamente, aumentando las tareas y ritmos de trabajo de los poquísimos compañeros y compañeras que llevan adelante las labores administrativas.
En este contexto, los despidos del INTI son un nuevo indicio de la política de vaciamiento y desguace del sistema científico-tecnológico, que se suman a la campaña mediática para imponer aranceles o formas de privatización de las Universidades públicas.
En el Centenario de la Reforma: ciencia es soberanía
Las y los trabajadores de ciencia y técnica somos graduados universitarios. La inmensa mayoría de nosotras/os nos hemos formado en el sistema público, que nos otorgó una herramienta clave para nuestro trabajo: el pensamiento crítico. Con el pensamiento crítico, nos hacemos preguntas, ponemos en cuestión el mundo que nos rodea, su historia, su futuro, en todas las áreas del conocimiento. El pensamiento crítico es la principal arma de impugnación y lucha que tenemos los pueblos sobre los procesos de dominación y subordinación que las derechas pretenden. Y esa herramienta es precisamente la que este gobierno quiere destruir.
El ataque a la ciencia, la tecnología y la universidad pública tiene por objeto ponerle un coto al desarrollo soberano, es decir, a la posibilidad de que los pueblos nos cuestionemos cuáles son nuestras propias necesidades y deseos de desarrollo. Destruir las posibilidades de que avancemos en la soberanía científica está en la constitución propia de un gobierno de cuño neocolonialista, que pretende subordinar nuestro país y Nuestramérica a un proyecto de reprimarización de la economía, con una contracara de desocupación y pobreza.
Este año se cumple el centenario de la gesta reformista de la Universidad, cuando el movimiento universitario se puso de pie para cuestionar los privilegios de unos pocos y pensó una universidad abierta, de cara al pueblo, latinoamericana, crítica, científica, autónoma y (luego) gratuita. Este aniversario se da en un contexto hostil para los pueblos de nuestra región, pero también es una oportunidad: un momento para recomponer un movimiento histórico, que esté unido a los destinos de las mayorías, que confronte con el gobierno actual y que pueda sumarse a la lucha por plantear una alternativa política emancipadora.
Es tiempo de una Nueva Reforma Universitaria, una nueva gesta, que contenga un proyecto soberano de ciencia y técnica, debatido y construido por el conjunto del pueblo, con raíces colectivas y democráticas.
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Fotografía: Vale Dranovsky