Por: Roberto González Villarreal, Lucía Rivera Ferreiro, Marcelino Guerra Mendoza. 27/08/2018
Para los dos Martín e Hilda,
en la despedida de Don Juan Guerra.
¡Este NO es un tiempo muerto! Ni de manera literal ni figurada. Tampoco es tiempo para nadar de muertito, esperando que llegue el primero de diciembre e inicie el nuevo gobierno.
¡No! La espera, la confianza y la expectativa son acciones subalternas. Esperamos que llegue el otro, al que le dimos nuestros votos para que cambien las cosas. Tenemos confianza en que cumpla su promesa y cancele la reforma educativa. Abonamos a las ilusiones de que la magisteria[1] sea otra vez reconocida, de que nos regresen todo lo que nos han quitado, de que nos regresen todo lo que se llevaron.
Espera, confianza y expectativa son acciones pasivas, acciones de quienes entregaron su soberanía a otro.
En realidad es peor. Se trata de una típica gestión de las resistencias, del control de la multitud, de las singularidades que trabajan en común sin renegar de su voluntad, ni de sus deseos, ni de sus diferencias: ni de su libertad.
Con la espera, la confianza y la ilusión nos controlan. Así nos dirigen: a nivel incluso de nuestros modos de pensar, de desear, de decir, de sentir. Hay que estar muy atentxs.
Decíamos: No se trata de un tiempo muerto, hay una parafernalia discursiva para que esperemos mientras los que van a gobernarnos trazan líneas de acción, definen programas, elaboran la agenda, marcan territorios, diseñan estrategias y empiezan a tejer las narrativas del poder.
¡No es un tiempo muerto! Es tiempo de creación, de preparación, de atención: de movilización: ¡pero de ellos, los que serán gobierno! ¿Y nosotros? A esperar, a tener confianza, a aguantar: ojalá que lo hagan bien. Ya lo dijo AMLO: ¡no les voy a fallar!
Hay que rebelarnos ante esa concepción de la democracia y la soberanía. Hay que independizarnos de ese poder político que dice que unos gobiernan y otros esperamos a ser gobernados. Es el modelo soberano del poder. Lo comparten todos, de derecha y de izquierda.
Pues bien, con eso hay que romper. Eso es lo que nos trajo hasta aquí. Por eso hay que acabar con esa idea. Pero no es tan fácil. Es una práctica cotidiana. Cuesta deshacerse de esa servidumbre voluntaria que trae consigo el poder soberano.
Recordemos: el poder, el que sea, trabaja en silencio. Se mueve, circula, nos forma, nos atraviesa, nos usa y nos identifica. Veamos algunos ejemplos. Hace unos días, escribimos un artículo sobre Las confusiones de Esteban Moctezuma. Decíamos sin remilgo alguno, que se trataba de tomar en serio sus explicaciones y de ponerlas a prueba, para analizar sus límites, contradicciones y posibilidades. Incluso reelaboramos, en un espíritu colaborativo, los puntos fuertes de su narrativa, en medio de tanta alharaca mediática sobre la reforma educativa y su cancelación. Desde nuestro punto de vista, era una contribución informada y crítica sobre el esquema de una estrategia política.
Sin embargo, los comentarios aparecidos en un grupo de maestros, de esos que abundan en FB, nos hicieron reflexionar. Uno en particular: “Ya déjense de su enfermedad… No escupan tan alto, que se pueden salpicar!
Era un diagnóstico y una amenaza. El diagnóstico ya tiene nombre: Trastorno Oposicionista Desafiante (TOD), de los mismos que produjeron el Déficit de Atención y otras linduras pseudopatológicas. La amenaza era evidente: con Esteban no se metan, y por extensión, con AMLO tampoco.
No era el único troll, otras maestras decían que cómo criticábamos a alguien que no ha llegado, que le diéramos tiempo, que le estábamos haciendo el favor al PRI y a la derecha. ¡Nosotrxs!
El tema podría derivar en el victimismo; denunciar la amenaza, convocar a la solidaridad e inquirir sobre los responsables. No iremos por ahí. No es lo nuestro. Lo referimos porque ilustra muy bien los meandros del poder: cómo son los mismos ciudadanos los que mandan a callar en nombre del soberano; es el poder en su forma más simple, el que marca límites, el que prohíbe actuar y hasta pensar mientras los gobernantes hacen su trabajo. Esteban no necesita decir nada: lo hacen por él algunos maestros y maestras. ¡Cállense, déjenlo trabajar, esperen a que llegue!
Desde luego, la negación y la prohibición son las formas más rupestres del poder. Hay otras, más sutiles, menos obvias, que trabajan en el orden de los conceptos, de los tiempos y las palabras. Las más recurrentes: la muerte de la reforma; la evaluación punitiva; la reforma parcial. Esos conceptos-consignas, cuya función es impedir pensar, ver otras cosas, analizar la profundidad y extensión de los programas reformistas. Y junto con ello, su ocultación mayor, el objetivo central de la reforma: reconfigurar las bases subjetivas e institucionales del SEN. Ponerle apellido: reforma educativa neoliberal.
Para no decirlo con todas sus letras y, sobre todo, con todas sus implicaciones, los críticos preferían decir que la reforma estaba muerta, mal hecha, que no había existido. Por eso hemos dicho, una y otra vez, hay que tener mucho cuidado con esa crítica, a veces es el poder el que habla en su nombre. El camino al infierno está lleno de buenas intenciones.
El tema nunca fue que la reforma estuviera mal hecha: ¡el problema era que se trataba de una reforma neoliberal! Si estaba mal hecha, entonces había que hacerla bien, ¡pero sin quitarle lo neoliberal! ¡En ese garlito cayeron las resistencias!
Muchos maestros lo siguen repitiendo. ¡Todavía hoy, cuando esperan que la reforma sea cancelada! ¿Pues no que estaba muerta? ¿No que desde 2014, 2015, 2016, 2017 y 2018 se había muerto? ¿Cómo vamos a cancelar algo fenecido? Ah, pero ahora dicen que no se puede abrogar, ¡porque nunca existió! ¡Cuántos malabares para no reconocer lo más simple: la reforma era más compleja, más siniestra, más perversa de lo que nos habían dicho, y ahora tendremos que remar contra todo eso para cancelarla. A menos que solo quieran maquillarla y nosotros permitamos que así sea.[2]
Esas son otras formas de poder, las que trabajan sobre los conceptos, las que elaboran los marcos de referencia; es el poder que trabaja en los procesos de la cognición social, algunos le llaman el noopoder (Lazzarato, 2006 ), otros la psicopolítica (Byung-Chul Han, 2015).
Esto es más complejo, evidentemente, pero por ahora se trata de recuperar este análisis para indicar que no es necesario que desde arriba se ejerza el poder; a través nuestro circula y produce distintos efectos. Porque el poder no es sino un conjunto de acciones que modelan otras acciones, o saberes, o deseos, o sentimientos. Y entonces, en esta perspectiva, la espera, la confianza y las expectativas son conductas que resultan de un modo de concebir y practicar el poder, ese que se lo deja a los otros, a los elegidos, a Esteban y AMLO, mientras nosotras esperamos que resuelvan bien lo que prometieron. Luego vienen los desencantos y los desengaños. Y así, inicia un círculo vicioso: el círculo de la soberanía.
Nosotros afirmamos que esa forma del poder está en crisis. Contra esa forma de poder la multitud votó, echó al PRIANRD del gobierno y evitó otro más de los fraudes electorales. Cuando la población, es decir, cuando los y las diferentes nos juntamos y decidimos actuar de manera tan contundente, tan anticipada y tan plural, no hubo nada que nos detuviera, incluso cambiamos las expectativas y las acciones de los poderosos, que tuvieron que trazar otras estrategias y otros modos de enfrentar un escenario inédito: esto pasó cuando el pueblo tomó la calle y las urnas y los expulsó del gobierno. ¡Qué enseñanza!
El problema es que ahora, nosotros, a los que se nos prometió cancelar la reforma, esperamos y confiamos que se haga sin participar, sin discutir, sin criticar, sin preguntarnos ¿cómo lo van a hacer, qué significa eso, hasta dónde, cuándo, cómo?
El problema es que dejamos que se elabore una narrativa para entonces agradecerla o lamentarla, y no nos involucramos en eso; sobre todo cuando nos están convocando a los talleres y cursos acelerados del NME, el del gobierno al que echamos pero todavía sigue en funciones. ¿Qué hacemos? ¿Lamentarnos en privado, en corrillos, en pasillos, en juntas? ¿Gruñir en voz baja cómo vamos a capacitarnos en el modelo educativo de una reforma que se va a cancelar? ¿O lo dejamos pasar porque es una cuestión educativa y la reforma sólo era laboral y punitiva, mientras siguen corriendo su curso las perversiones de las Escuelas al CIEN, los desastres de la autonomía curricular, los calendarios, los nuevos programas de formación docente, y tantas, tantas cosas más? ¿Queremos eso?
Nosotros decimos que NO. No sacamos en las urnas al Pacto por México para regresarlo en forma de políticas y acciones de gobierno. No repudiamos al PRIANRD para resolverle los problemas de diseño e implementación de la reforma neoliberal.
¡No! ¡Nos negamos rotundamente a concebir la victoria electoral como mera sustitución de personajes y partidos en el gobierno! Nuestra perspectiva es otra: la población votó para cambiar las cosas, los maestros votaron para cancelar la reforma, no para adecuarla o parcharla, menos aún para maquillarla.
¡Se trata de cancelarla, de remover los conceptos y práctica neoliberales; se trata de crear e inventar una educación nueva, no de remendar al neoliberalismo! ¡Cómo si pudiera crearse un neoliberalismo con rostro humano! ¡Por favor, eso no existe!
¿Cómo hacerlo? No tenemos ninguna receta. No las hay. Debemos inventarlas. No tenerle miedo al éxito, como dicen. Se trata de hacerlo. Y el asunto es que las y los maestros conocen demasiado sobre esto, pero no hay todavía independencia cognitiva respecto al Estado, los líderes o el capital. Acostumbradas a una tradición corporativa, de derecha o de izquierda, nacionalista o revolucionaria, las maestras han reproducido todos los códigos de la subalternidad, incluso en las resistencias. Pero no para siempre, las luchas contra la reforma educativa han formado un magma crítico que está en ebullición; por eso mismo, el poder busca cómo regularlo, cómo dirigirlo, cómo conducirlo en estos momentos, cuando fue uno de los contingentes más importantes para la victoria electoral.
El gran peligro para el poder, es que la multitud revoltosa de la magisteria se ponga a reflexionar y actuar por sí misma en las escuelas, así como lo hizo en las calles, en las redes y en las urnas. Por eso despliegan hoy todas las baterías conceptuales e institucionales para domeñarla. Ahí están las Redes Sociales Progresistas, ahí están los críticos haciendo malabares retóricos increíbles, ahí está Esteban, Romo y Tatiana para constreñir los márgenes de acción de quienes buscan cancelar la reforma, ahí están los gordillistas y sus Maestros por México, ahí está el mismo dirigente espurio del CEN del SNTE enfilando baterías ¡contra la reforma! ¡Ese que antes la alabó, defendió y promovio!
El problema es la conducción de una base magisterial revoltosa que pasó de las calles a las urnas, sin renunciar a sus demandas y sus batallas. Ese es el problema actual, ligado a la definición conceptual, política e institucional de la cancelación de la reforma.
¿Qué hacer entonces? Lo primero es involucrarnos, no dejarle ni a AMLO, ni a Esteban, ni a Romo, ni a Tatiana, ni a los líderes, ni a los dirigentes, definir lo que significa cancelar la reforma educativa. No es un asunto de ellos solamente. Esta es una cuestión central, la podríamos llamar la autonomía cognitiva de los y las maestras; indispensable para lo que sigue, que es la autonomía política y la construcción del común educativo, a través de reflexiones, acciones y definiciones políticas.
Esto se va a hacer poco a poco, pero en lo inmediato significa un cambio conceptual: de un magisterio que denunció las afectaciones laborales de la reforma, a otro que lucha contra los objetivos neoliberales de la reforma educativa, se plantea participar activamente en su cancelación y en la reconstrucción del Sistema Educativo Nacional, después de años y años de hegemonía neoliberal.
Repetimos, estos cambios conceptuales, de fondo, estratégicos, sólo tienen sentido si se realizan cotidianamente en las aulas, las escuelas, los cursos, los talleres, las reuniones. Por eso mismo, consideramos que ya es tiempo de una Insurrección Pedagógica de la Magisteria,[3] en la que se consideren algunos de estos puntos:
- Discutir y suspender la aplicación del Modelo Educativo de una reforma que se va a cancelar;
- Iniciar una Movilización Pedagógica sobre las afectaciones, los efectos y las producciones de TODOS los programas de la reforma a nivel escolar, pedagógico, subjetivo, institucional, financiero, organizacional. Son las y los maestros quienes sufren, por ejemplo, los clubes de la autonomía curricular o las Escuelas al CIEN. Entonces, ¿no podrían ser ellas y ellos quienes revelen las mil y una dificultades, corrupciones y modos de operar? Se trata de desconectar los programas, de desenchufarlos, de exponerlos y provocar los cortocircuitos que el pode trata una y otra vez de ensamblar.
- Atajar de inmediato todas las iniciativas ligadas con la reforma educativa, como la reforma a las normales, entre otras.
La nueva etapa de las resistencias magisteriales tiene que partir del componente pedagógico que durante años se quiso negar, eludir, evitar y evadir; abarca todos los programas de la reforma que el NME sintetiza y corona. Desde ahí hay que empezar a cancelarla, desde ahí se empieza a construir la fuerza política y cognitiva de la revolución educativa que necesitamos.
Contacto: [email protected]
[1] La magisteria, una provocación para los machines, que imponen un léxico en masculino a una profesión mayoritariamente femenina. Good bye, Mr. Magisterio, bienvenida la magisteria!
[2] ¿Será el nuevo encargo del poder a los críticos?
[3] Se trata también de reconocer la composición femenina de la fuerza magisterial y de la realidad docente; también de feminizar la política, como un ingrediente esencial de la nueva revolución educativa.