Por: Jorge Salazar García. 31/10/2017
La esencia semántica de la palabra “florecimiento”, como recurso retórico usado en la política, ha escalado un peldaño más hacia la utopía, siendo convertida en metáfora de la esperanza en boca de María de Jesús Patricio Martínez, vocera del Consejo Indígena de Gobierno (CIG). Con el enunciado (Lema) “Llegó la hora del florecimiento de los pueblos” esta curandera nahua (Tuxpan, Jalisco) apoyada por 58 pueblos originarios fue registrada el pasado 8 de octubre el INE como aspirante a ser candidata independiente a la presidencia de la república. Con ese propósito, previamente, cumpliendo una de las formalidades exigidas por el INE, un importante número de personalidades mexicanas de las letras, la música, la academia y el arte, reconocidas mundialmente, crearon una asociación civil con ese nombre. Han hecho legalmente posible esa postulación, única en la Historia de México postcolonial.
La Asamblea General del Consejo Indígena de Gobierno (CIG), realizada el pasado mes de agosto (5 y 6) mediante un comunicado emitido conjuntamente con la Comisión Sexta del EZLN y el Congreso Nacional Indígena (CNI) agradecieron “al generoso oído, la respetuosa mirada y la palabra amiga de mujeres y hombres que se han ganado, con su historia y esfuerzos propios, un lugar especial” en México y en sus corazones por haber dado el primer paso legal para el registro de María de Jesús Patricio Martínez. A continuación, se citan algunos de ellos: Eduardo Matos Moctezuma (maestro en Ciencias Antropológicas), Paul Leduc (cineasta), Francisco Toledo (artista gráfico), Juan Villoro (escritor), Óscar Chávez (cantautor), Pablo González Casanova (doctor en Sociología), Panteón Rococó (musiqueros), Carlos Aguirre Rojas (doctor en Economía), Luis de Tavira (director de teatro), Gilberto López y Rivas (doctor en Antropología), Javier Garciadiego (doctor en historia de México), Pablo Fernández Christlieb (doctor en Psicología)…
No obstante este importe respaldo del alma cultural y la inteligencia de México, la aparición del nombre de Marichuy en las boletas electorales del próximo año no está asegurada, pues debe cumplir antes el requisito legal de recabar mínimamente 866 mil firmas de ciudadanos distribuidos en 17 estados, abarcando el 1% del listado nominal en cada uno de ellos. El reto es enorme, dado que los gastos corren por cuenta propia: no hay financiamiento público para esta parte del proceso de tres meses. No será fácil lograrlas; los obstáculos puestos por el sistema a quienes realmente mantienen una postura crítica y rebelde son oscuros y tendenciosos. Se ha inducido una competencia desleal con el registro de 48 aspirantes; la mayor parte de ellos son chatarra política, cuyos objetivos son confundir, dividir y trivializar el voto. Naturalmente, habrá algunos exo-partidistas postulantes que no consigan las firmas; otros, las comprarán; algunos acarrearan clientes y a más de uno, el mismo sistema le inflará los números (son especialistas en eso).
A excepción de la vocera indígena, las demás figuras carecen de propuestas a la altura del reto y no son realmente independientes o quieren el cambio; o militaron formalmente en otro partido (PAN, PRI, PRD y otras cuevas de Ali Babá) o son plantitas dañinas sembradas por el capital para perpetuar sus privilegios de saqueo y muerte. Saben que los partidos son ya fardos podridos, inoperantes para promover “su democracia” y, únicamente, la manipulación de leyes, instituciones y mentes de fanáticos futboleros le garantiza triunfos.
De los candidatos partidistas, sólo AMLO representa un peligro para la nomenclatura política, pero no podrá cambiar el modelo mientras se continúe anteponiendo lo electoral al fortalecimiento y construcción de una base social capacitada, consciente y organizada desde abajo. Parte importante de los militantes de MORENA son activistas en diversas luchas sociales. El Estado lo sabe y desde los sótanos alimenta una rivalidad con las bases zapatistas e indígenas. A esa confrontación no debe dársele paso: en los dos lados se piensa en las autonomías (y autogestión) como salidas viables a la dependencia y sometimiento gubernamental. Los primeros consideran que la llegada de AMLO a la presidencia puede facilitar la recuperación de la soberanía popular o disminuir el costo de sangre y sufrimiento implicados. Hay más coincidencias y los acuerdos son posibles.
La inquina, benéfica para la plutocracia, crece cuando muchos hermanos caen en el garlito de la rivalidad por la disputa del voto. Pero, siendo racionales, ¿realmente pierde AMLO votos con la candidatura indígena? Faltan 9 meses y la necesidad de cambio podría llevar a la unidad estratégica de los explotados. Marichuy, cierto, restará sufragios de algún lado; pero provendrán de quienes ya desahuciaron a los partidos, principalmente. Además hay que agregar que su intención no es CONSEGUIR votos, sino aprovechar el proceso de campaña para promover la construcción de un México para todos.
Termino citando la parte del comunicado arriba mencionado, donde CIG expresa la razón de participar en un otrora condenado proceso electoral:
“Frente a la guerra en curso, nuestra apuesta es por la paz real, es decir, con democracia, libertad y justicia…es un paso más (…) para encontrarnos con quienes queremos escuchar y llamarles a organizarse. (…) y por la Reconstitución Integral de Nuestros Pueblos”.
Fotografía: boreal