Por: Iberoamérica Social. 08/11/2017
Estos lugares conforman una nueva forma de relación social, se convierte en un símbolo de permanencia de los que ya no están.
Los cementerios o también conocidos como “panteones” son un espacio de memoria social que se insertan en el límite terrenal y espiritual a partir de la concepción de la vida y “el más allá”.
Los cementerios están configurados como un repositorio de la memoria social colectiva de la unidad básica de organización: la familia.
Estos núcleos de organización social conforman de manera simbólica los cementerios, de tal manera que se vuelve un repositorio de la memoria que da cuenta del paso de la historia de dichas unidades en la vida terrenal.
Aunque la “vida más allá” tiene diferentes concepciones dependiendo la religión que la familia profese, lo cierto es que dentro de este espacio, la historia de cada una de ellas está escrita y se comparte con las demás familias que allí también poseen su acervo identitario.
Alrededor y dentro de los panteones se presentan ciertos comportamientos en torno a las fechas especiales de las personas que fallecen; en el caso mexicano, el 1 y 2 de noviembre se convierten en fechas importantes en los que las familias recuerdan, visitan y platican con los familiares que se “han adelantado” en el camino.
Estos lugares conforman una nueva forma de relación social, se convierte en un símbolo de permanencia de los que ya no están; aquí, se tiene de manera indirecta una forma peculiar de trascendencia: aunque son espacios conformados a partir de la muerte, se retoma el ciclo de la vida.
Es decir, se retoma la idea de generar vida incluso después de la muerte; en algunas tumbas se colocan plantas de ornato o arbustos con la finalidad de “regresar” en una forma que permita saber que sigue allí. Rosas, ciprés, alcatraces o pasto, son solo algunos de las formas en que las personas que se fueron, de alguna manera regresan.
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Fotografía: Iberoamérica Social