Por: Marco Aurelio Martínez Sánchez. 16/05/2018
Nuevamente el Secretario de Educación Pública, Otto Granados Roldán salió, en una de sus últimas incursiones como funcionario, para defender política y sentimentalmente la Reforma Educativa sin esconder su pesar por encontrarse ésta en la antesala de su extinción e irse como llegó: con más pena que gloria. Y es que dicha reforma ha salido a la palestra como parte medular del debate electoral, y ahora hasta los firmantes del Pacto por México le asignan ausencias y deficiencias cuando otrora se congratularon con su promulgación. Ahora resulta que debe revisarse y suprimir apartados que resultan lesivos para el magisterio. Por ejemplo Ricardo Anaya ya se dio cuenta que el gobierno federal eroga muchos más recursos públicos en la habilitación de maestros improvisados y en su capacitación que en la formación original de docentes.
Con el decálogo emitido en Oaxaca el pasado fin de semana, Andrés Manuel López Obrador se perfila como el reivindicador de la educación pública y del magisterio: Además de reiterar, en caso de ganar la elección, la cancelación de la Reforma Educativa, advirtió que las escuelas normales deben ser punta de lanza para la transformación educativa del país. Que conste que esta no es una profunda ni aguda reflexión más bien es de sentido común, pero con alto sentido simbólico sobre todo en este momento de embate despiadado y agravio abierto hacia las escuelas formadoras de maestros por parte del gobierno federal. Hoy en día, la SEP a través de DGESPE se empeñan en aplicar la eutanasia a las normales con un apresurado anteproyecto curricular en donde se privilegian los cursos de Inglés, como si las licenciaturas fueran en lengua inglesa y no en educación preescolar y primaria.
Si el proyecto político de AMLO triunfa y propicia el fortalecimiento a las escuelas formadoras de maestros, se requiere a la brevedad la aplicación de tres aspectos apremiantes: la expansión de su matrícula, modificar la malla curricular que revela la verdadera intención malévola del gobierno federal y privilegiar a normalistas y pedagogos en el concurso de plazas docentes. Por supuesto que las escuelas normales deberán sacudirse el tufo decimonónico y subprofesional que las enmarca desde hace años atrás para transformarse en auténticas instituciones de educación superior, formadoras de docentes democráticos, librepensadores, incluyentes. Solo así habrá logros sustanciales en materia educativa.
Una vez emitidos los diez compromisos por la educación en tierras juaristas, Andrés Manuel López Obrador no solo le ha guiñado el ojo al magisterio, sino lo ha convocado a una cruzada nacional en pos de una auténtica reforma educativa; según fuentes confiables revelan que los asesores de AMLO han empezado a convocar a destacados investigadores y educadores nacionales quienes ademas de ser referente se han distinguido por su crítica fundamentada a la Reforma Educativa.
Nuño y Granados están aterrados ante los cambios irreversibles que se avecinan en materia educativa; ambos funcionarios peñanietistas observan desde el cristal empañado por la nostalgia, cómo la máxima reforma del sexenio tiene los días contados; les cunde la melancolía por lo que se va, tal como lo revela el libro ilustrado de Isabel Ruiz La estación de las hojas, en donde se manifiesta como un nuevo viento fresco y renovado se lleva las hojas marchitas, amarillentas y caducas para abrir paso a un follaje verde, fresco y fragante, que genera una sensación de optimismo y bienestar, recreando un alentador paisaje social y cultural en donde las cosas adquieren un nuevo sentido y la vida también. La nueva escenografía no solo se ve, también se siente y se respira. La renovación del orden político vigente y el temor por el cambio tiene apanicada a una minoría de mexicanos que continuan aferrados a su modus vivendi y operandi. Algo hay que reconocerles, se están muriendo en la raya junto con su Frankestein.