Por: Jesús Massé. 16/12/2017
El último año ha traido a morena una cascada de definiciones, que constituyen un viraje total en el proyecto de partido-movimiento, que al parecer, abandonará la agenda de este último. Morena sufrirá una transformación total de cara a la campaña por la presidencial en 2018, donde las cúpulas comenzarán a afianzarse en espacios diseñados exclusivamente por y para ellas, y que tienen como objetivo blindarse de una ruptura o rebelión de las bases, ante las definiciones de las candidaturas y su respectivo alineamiento con el Proyecto Alternativo de Nación aprobado por el último Congreso Nacional del pasado 20 de Noviembre en el Auditorio Nacional.
Desde el pasado 11 de Junio, donde se aprobaron a sangre y fuego los lineamientos para la convocatoria al proceso electivo y la funesta alianza con el PT (que apenas en 2016 tuvo que alinearse con el PRI para sobrevivir y que durante dos tercios de la campaña en el Estado de México, se dedicó a golpetear a Delfina Gómez), se aseguró la continuidad de la política electorera que dio principio con el Acuerdo Nacional de Unidad de Febrero pasado, con el que se abrió la puerta a todo aquél oportunista que quisiera apostar por Andrés Manuel. Es necesario recordar, que dicho acuerdo se planteó como una necesidad ante la inoperancia de las dirigencias y la cerrazón de un sector de las bases, que desde 2012 hasta 2017 no lograron convencer a sectores sociales en masa y por lo tanto, el partido no crecía y no significaba ninguna oposición local, regional o nacional, fuera de la postura de Andrés y su, eso sí, apabullante respaldo en los medios alternativos y las redes sociales. En dicho congreso de junio y el posterior Consejo Nacional de julio, se sentaron las bases de una competencia interna que hoy está resultando dispareja y plagada de favoritismos hacia quienes se encuentren dispuestos a aportar recursos, acarrear votos y nulificar los espacios de reflexión, la democracia y la crítica frente al proceso.
Un segundo paso se dio durante agosto y septiembre, en donde se garantizó que los listados de aspirantes a los cargos de elección popular fueran depurados mediante el mecanismo de los consejos estatales, donde quedó de manifiesto que serían las mafias empoderadas quienes asegurarían los espacios para sus propuestas, lo anterior, sin mayor vigilancia de la Comisión Nacional de Elecciones. En este rasero, murieron las aspiraciones de muchos militantes fundadores, que han seguido hasta religiosamente los preceptos de los documentos básicos, brigadeando casa por casa, invirtiendo recursos propios y hasta poniendo en riesgo su integridad física, con tal de propagar la esperanza de una realidad alterna.
Pero es la articulación de la Comisión Especial para la Redacción del Proyecto Alternativo de Nación 2018-2024 y su posterior presentación, lo que marca un viraje definitivo con el partido que se fundó en 2010. Pareciera que en 7 años de esfuerzo y trabajo, pocas o ninguna de las demandas sociales emanadas de la base lograron permear su urgente necesidad en el armado del Proyecto. En él, los planteamientos sobre honestidad y transparencia que enarbola Andrés Manuel desde 2000, fueron adosados con demandas de una alta clase pudiente que, al no entrar en los planes de la rampante tecnocracia moderna del Salinismo rapáz, se han vuelto oposición con la frescura que caracteriza el interés económico. Para Andrés, se hará historia si logramos erradicar la corrupción y la fastuosidad del régimen que nos gobierna y pareciera olvidar que ambas son características propias del proyecto oligárquico neoliberal y por tanto, solo podrán ser maquilladas, pero eliminadas jamás, en tanto no se administre con otro proyecto económico-social que emane de un proceso pleno, maduro e inteligente, con irrestricto apego a la democracia y la justicia. Porque el proyecto actual, no lo es.
La alianza con el PES y la configuración del gabinete, serán reforzados con la orientación de los perfiles para el Senado y la Cámara de Diputados en primera instancia, y después por un meticuloso proceso de selección, para las cámaras locales y las más importantes presidencias municipales, en aras de alinear a todos en la sintonía del proyecto de esta socialdemocracia mexicana, cada vez con más tintes de burguesa. Todo ello, con la inevitable consecuencia de crear una grieta entre el partido como instituto y el movimiento social que se ha entregado a la resistencia y la concientización, muy a pesar de la condena de los movimientos sociales no obradoristas y el desprecio de las cúpulas simuladoras.
El Proyecto no será discutido, ni adicionado, ni modificado, y una vez iniciada mañana la pre campaña, se impondrá la dinámica de los números y las casillas. Lo que inaugurará, ya con el precedente de la ruptura ideológica, una nueva marginación del proceso electoral hacia los críticos e indisciplinados, dando prioridad y avalando los estilos políticos de los miembros de la estructura, sin prestar atención a la añeja simulación que repercutirá en la batalla legal en contra de un latente fraude, quedando así, una vez aprobada la Ley de Seguridad Interior, truncada toda posibilidad de impedir la imposición del candidato salinista.
En este contexto, de ganarse la Presidencia de la República (cuyo logro no podrá adjudicarse el partido, bajo la actual circunstancia) el obradorismo y su lucha por la honestidad y la transparencia, será facilmente aventajada en los demás temas por la oligarquía hoy convenientemente opositora, pero que una vez en el poder, dificilmente responderá a las demandas sociales (aún viniendo del partido). Baste proyectar lo que harán con la educación Esteban Moctezuma y Tv Azteca.
Hay que subrayar que para posibilitar el triunfo, se necesita que vote más del 55% de los mexicanos con credencial de elector y que de ellos, 20-23 millones lo haga por Andrés Manuel. Aún así, las cámaras federales se vuelven el siguiente escenario en disputa, ya que ninguna reforma estructural podrá derogarse con decretos presidenciales y más aún, la composición del sistema judicial, de no ganarse, permanecería intacta. Con las consecuencias de inoperancia y boicot, ya previstas.
Si se fracasa, lejos de preocupar si Andrés Manuel se retira o se va a dar clases, otros factores son los prioritarios. Por ejemplo, qué pasará con los legisladores, gobernadores y presidentes municipales que logren el encargo, qué autoridad moral los hará cumplir con los preceptos del partido (porque el partido en sí, hueco y burocratizado como está, no constituye dicho valor moral); qué sucederá con la militancia que ha trabajado no solo los 7 años de morena, sino los otros 4 de Gobierno Legítimo, los otros 6 de gobierno obradorista y aún peor, que ya ha tenido una trayectoria política más profunda y compleja anterior al 2000; qué sucederá con la sociedad mexicana, que despolitizada y atomizada como está, en un pequeño despertar ciudadano, ha decidido apoyar al único miembro de la clase política mexicana, que se distingue de los demás.
Las respuestas se vuelven un tanto más que complejas al observar el modus operandi en los procesos internos, el desdén por la formación y la capacitación política, la simulación en los procesos organizativos, la impunidad en las faltas al estatuto y los excesos de autoridad de una perenne pero robusta cúpula político-burocrática.
De hecho, por aquello que conozco en morena, hay quienes sí tendrán una respuesta y operarán en contra de un desgajamiento y por darle continuidad al proyecto original. De ellos, pocos ocupan un encargo de cualquier característica en morena, aunque los más cuentan con el reconocimiento social en sus comunidades y en los movimientos sociales. También hay que decir que varios de ellos a quienes morena les significó un pequeño escalón en sus objetivos políticos, abandonarán (al igual que muchos cupulares) el instituto y negarán todo vínculo con él, regresando a una trinchera de la que son amos y señores.
Pero sí, perder será una catarsis. No solo para Andrés Manuel, no solo para morena, sino para el país entero. Se viene, percibo yo, el asentamiento de un oscurantismo digno de la edad media, donde quemarán brujas y herejes. Claro, en los modernos altares de la tecnocracia neoliberal salinista. Ya veremos cómo responde el grueso de la población atomizada cuando el régimen, entonces meadista, encaje el colmillo hasta el fondo y el ejercito acalle toda incipiente protesta. Hay que recordar que falta aún una reforma más profunda en materia de telecomunicaciones, donde se controle por completo el flujo informativo en redes sociales y ya no quedará ni eso.
Y es que morena significa(ba) eso. La última oportunidad para un proceso de transformación político-electoral (dentro de los márgenes que ha dictado y modificado hasta el hartazgo, la dictadura Salinista). Después de ello, nuevos mecanismos de lucha y resistencia, así como de acceso y repartición de poder, tendrán que ser creados. Ejemplos hay en varios lados, aunque aún no de los alcances que ha tenido el obradorismo.
Se vienen tiempos complicados.
Fotografía: JesúsRMassé