Por Luis Bello Estrada. Insurgencia Magisterial. 12 de junio de 2018
Hablemos de la esencia. Toda sociedad, apenas constituida, marca sus ideales y valores deseables y los transmite a sus nuevas generaciones, esencialmente, a través de la educación. Este arte define y perfila un tipo de sociedad ideal que encuentra detractores como en todo grupo humano, ya que es natural que las personas piensen diferente de aquello que les es deseable en la vida. Ello nos lleva a entender que la educación es un terreno en litigio, en confrontación o en batalla, como bien lo refiere Fernando Reimers. Por eso no es extraño que la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE) esté intentando imponer un “nuevo modelo educativo” para escuelas normales como refrendo al régimen actual, el cual, por otro lado, es evidente que está agotado. En divergencia a ello, miles de docentes arropados con intelectuales con nombre y apellido (Alberto Arnaut, Abelardo Corro, Etelvina Sandoval o Ruth Mercado, entre otros), plantean inconformidad en los procesos, las formas y los resultados de tal modelo.
Un ideal de cierta sociedad promueve un tipo de educación afín a la macroeconomía (economía de los países y grandes empresas), la eficiencia –competencia– exclusión, y en términos generales a la economía de mercado, la privatización que profetiza la OCDE como panacea para resolver todos los problemas que aquejan a las finanzas de los países, enmarcados en el neoliberalismo. Así, con sus políticas educativas, la DGESPE se convierte en profeta del libre mercado, que evita la regulación del Estado en la economía.
En contraste, el otro ideal de sociedad promueve un tipo de educación afín a la microeconomía (economía de las familias), la fraternidad –convivencia– inclusión; en términos generales, un tipo de economía de bienestar social, regida por el Estado, que profetizan premios Nobel de Economía como J. Stiglitz, neomarxistas, y líderes sociales como el ex presidente de Brasil, Lula da Silva, además del hoy candidato puntero en México, AMLO (según El País con 92% de probabilidad de ganar la elección), así como miles de maestros de educación básica y normal, quienes desarrollamos una profesión de Estado y, por lo tanto, somos leales al mismo Estado.
Entre estos dos ideales de sociedad, desde 1973 en Chile se impuso con un golpe militar, el primero, el neoliberal. Llegaría a México incipiente en 1982 y, con toda la contundencia en 1988 con Carlos Salinas de Gortari, quien ha sido calificado como el padre de la creciente desigualdad y pobreza de los mexicanos y, por ello, de la violencia y muerte. Ese modelo de la eficiencia y la privatización ha hecho mucho daño al país; sus promotores, como los presentes en la actual administración federal, están en las peores calificaciones de aprobación. A su vez, las campañas federales del PRI y del PAN, pro neoliberales, no logran superar un 20% de aceptación, aun contando con la maquinaria del Estado a su favor. Se trata del hartazgo de la sociedad, del fin del régimen que, cual analfabeta funcional, la DGESPE de Aurelio Nuño y Mario Chávez no alcanza a leer.
Fotografía: educacionyculturaaz.com