Por: Bertha Hernández. Crónica. 30/12/2016
Las corrientes internas del Partido de la Revolución Democrática (PRD) que apostaron al juego burocrático se impusieron y destruyeron un proyecto político dirigido a abrir espacios a la participación de las masas y lo convirtieron en un partido de burócratas y profesionales de la política, reflexiona Imanol Ordorika, hoy investigador de la UNAM y hace treinta años uno de los líderes esenciales del movimiento estudiantil materializado en el Consejo Estudiantil universitario (CEU). Pero no es el único partido político que hoy experimenta una fuerte crisis de aceptación entre los mexicanos de a pie.
“Junto al PRD, en esa crisis, están todas las demás opciones partidarias”, afirma Ordorika. “Todas experimentan la crisis del sistema político mexicano que se expresa en desprestigio, falta de legitimidad y de credibilidad, corrupción e incluso penetración del crimen organizado”.
Para el otrora líder estudiantil, el contraste de los movimientos políticos de hace 30 años con el escenario partidista de 2016 es inevitable, porque, asegura, “en 1988 hubo un encuentro entre la política partidaria electoral y una política de masas proveniente del movimiento estudiantil, y se intentó que esa política de masas se encauzara a la construcción de un partido que fue el PRD, que, sin embargo, terminó burocratizado”.
Reconoce Ordorika que los tiempos han cambiado, que los partidos políticos de 2016 no son exactamente iguales a las fuerzas que actuaban hace tres décadas, pero todas, en el presente, padecen un mal común: el hartazgo que ante esos partidos manifiesta la ciudadanía: “entre todos, han contribuido a cerrar los espacios de debate público”.
Ordorika pone un ejemplo de esta cerrazón en las posibilidades de convivencia entre las distintas fuerzas políticas: “En octubre pasado, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) dieron a conocer su intención de postular a una mujer indígena como candidata independiente a la presidencia de la República. En ese momento, el EZLN recibió descalificaciones provenientes de las franquicias políticas que supuestamente forman parte de la izquierda mexicana; fueron descalificaciones y ataques que se antojarían impensables por venir de fuerzas políticas que pretenden ser más democráticas y más abiertas a la diversidad. Pues fueron esas franquicias las primeras en descalificar, de manera que me parece atroz, aquella decisión, que finalmente fue cancelada”.
El suceso no es aislado ni intrascendente, advierte Ordorika, pues “es un elemento que nos muestra el regreso a una cultura autoritaria, sin disposición para el debate, derivada del priismo, y que en su momento, el CEU contribuyó a poner en entredicho”.
Ese peso político que el movimiento estudiantil del CEU ganó en ese entonces se volvió un problema a la hora de la configuración del PRD, estima Ordorika: “Políticamente, a la generación del CEU se le cerraron muchos espacios, con toda intención, en la formación del PRD. Teníamos fuerza independiente, y nos volvimos un segmento muy incómodo para los partidos que confluyeron ahí. Me refiero a los sectores que venían del PC, del PMS, del grupo de Porfirio Muñoz Ledo…con Cuauhtémoc Cárdenas, los estudiantes siempre tuvieron una relación muy cercana, pero la alianza entre aquellos grupos cerraron las vías para que buena parte de aquella generación se incorporase a la acción política por medio del PRD. No obstante, muchos de aquellos estudiantes se forjaron una presencia relevante en muchos ámbitos de la vida nacional”.
“Yo milité en el PRD hasta que, después de las elecciones del año 2000”, agrega el investigador de la UNAM. “Mis críticas al partido y sus prácticas fueron tan grandes que opté por abandonarlo. Me considero una persona de izquierda, y ojalá hubiera una opción de izquierda más clara y más fuerte de lo que hoy existe”.
En la configuración de una conciencia crítica nacional, de esa apertura a la discusión que hoy está en crisis, Ordorika está convencido que el movimiento del CEU tiene una importancia capital, y por ello es relevante la recuperación de la memoria de los sucesos de hace tres décadas. “Los procesos políticos de 1988 son impensables sin el CEU; nosotros veíamos como un tema central los riesgos que implicaba la burocratización de la izquierda y los peligros de la sobreideologización y el sectarismo, porque constituyen un obstáculo para la construcción de un movimiento de masas”.
La huella de la generación del CEU es innegable en nuestra vida política actual, considera Imanol Ordorika: “La UNAM se parece mucho a lo que propusimos en esos días y hoy es un referente ético y moral de todos los mexicanos. El propio secretario de Salud, José Narro, ha afirmado que la experiencia que vivió en 1986 y 1987 lo cambió, y hay que decir que, durante su rectorado, durante los gobiernos del Partido Acción Nacional (PAN), la universidad y su rector fueron el referente de oposición y crítica, sistemática e intensa, más claro a las políticas de aquellos gobiernos; más que cualquier partido político. Esto cambió un poco al final de la gestión del doctor Narro, a la llegada de Enrique peña Nieto a Los Pinos, pero muchos de los rasgos de esa universidad crítica, se mantuvieron y se mantienen”.
Fuente: http://www.cronica.com.mx/notas/2016/1002558.html
Fotografía: cronica