Por: Lucía Rivera Ferreiro, Marcelino Guerra Mendoza, Roberto González Villarreal. 11/09/2018
Durante todo el sexenio de Enrique Peña Nieto, las maestras y maestros denunciaron una y otra vez las múltiples afectaciones laborales que la reforma educativa trajo consigo. Las resistencias, protestas, movilizaciones y expresiones de rechazo, fueron múltiples y constantes; en determinados momentos subieron de intensidad, en otros parecía que se habían apagado; lo cierto es que nunca desaparecieron.
Luego vinieron las elecciones; en las urnas, la magisteria expresó de manera por demás contundente, su hartazgo ante las imposiciones, su rechazo a la evaluación docente obligatoria y permanente, su oposición a una reforma educativa que en muy poco tiempo les cambió la vida laboral, profesional y en algunos casos, también personal.
Después de las elecciones, la reforma entró en una nueva fase; lo que parecía certeza absoluta fue puesto en duda, comenzaron a circular propuestas de modificación al marco legal vigente, principalmente a la evaluación de permanencia, ingreso y promoción. Se abrió una rendija, una oportunidad para revisar, desandar lo caminado, redefinir, replantear, en fin, construir un proyecto educativo distinto al neoliberal.
Si reconocemos y estamos de acuerdo en esto, es decir, si valoramos que el mandato expresado en las urnas es un grito, una exigencia colectiva contra las reformas estructurales, incluyendo la educativa, de un régimen voraz y corrupto hasta la médula, habría que reconocer también que este giro político le plantea a las resistencias magisteriales, un escenario distinto en el que se precisa de nuevas estrategias de lucha, de acuerdo con las actuales condiciones.
¿Cuáles son las características de este nuevo escenario? En primer lugar, reconozcamos que no es una cuestión de triunfos ni derrotas absolutas, sino de nuevas posibilidades. Con las elecciones, no dimos más que el primer paso para revertir una situación que demanda toda nuestra inteligencia y atención. Se abrió es verdad, una oportunidad para dar un viraje importante a la reforma. Pero por otra parte, el proceso de reforma que no se ha detenido, todo lo contrario, ha avanzado a pasos acelerados. EPN y el actual secretario de educación Otto Granados, han asegurado que hasta el último día del actual gobierno se continuará instrumentando conforme la ruta trazada. Nada más para que no se nos olvide: entre las campañas y las elecciones, se anunciaron nuevas acciones como la reforma a las normales y la aplicación del Nuevo Modelo Educativo. Evidentemente, para los reformadores el actual NO es un tiempo muerto, al contrario. Por tanto, no debe serlo para las resistencias tampoco.
En resumen, conviene prestar atención a tres asuntos, para ubicar en dónde estamos parados:
- La guerra por la conquista del territorio educativo se trasladó a su centro neurálgico: la escuela y las aulas; el gobierno saliente no cederá ni un ápice de lo ganado, tratará de avanzar hasta el último minuto de su mandato. No vayamos más lejos: la autonomía de gestión, como instrumento de regulación escolar, está interviniendo directamente en aspectos nodales del trabajo docente tales como el uso del tiempo, el espacio y los recursos en el aula. El Nuevo Modelo Educativo pretende que ya no son las maestras y maestros quienes decidan cómo organizar y utilizar estos recursos para enseñar y aprender.
- La reforma entró en una nueva fase gracias al resultado electoral, significa que se abre un nuevo margen de acción y de posibilidades de transformación que hace unos meses no existía.
- Frente a estas dos condiciones, las resistencias magisteriales tendrían que revisar y replantear sus estrategias de lucha, identificando los cambios y las vías de incidencia. A juzgar por el avance de la reforma, las baterías tendrían que enfocarse en el componente pedagógico.
En otra entrega, hicimos un llamado a iniciar una Movilización Pedagógica sobre las afectaciones, los efectos y las producciones de TODOS los programas de la reforma en la escuela (¡Es tiempo ya de una insurrección pedagógica!), nos referimos a una insurrección que no se reduzca a eliminar la evaluación obligatoria, sino que también diga NO al NME, denuncie sus afectaciones en la escuela y las aulas, que capitalice la experiencia de lo que está ocurriendo ahora mismo con los clubes y la supuesta autonomía curricular para evidenciar el modus operandi y las secuelas de un proyecto neoliberal que ya logró aterrizar en las aulas.
Es tiempo de pasar de posturas reactivas o meramente contemplativas, a asumir el desafío de ir a la ofensiva. Una insurrección pedagógica exige involucrarse, participar activamente en la cancelación de la reforma, hacer a un lado el miedo y denunciar las aberraciones y abusos en la aplicación de programas como escuelas al CIEN, esas que nunca serán documentadas por la Auditoría Superior de la Federación ni registradas por otros órganos de fiscalización que le apuestan a una transparencia opaca y deformante.
Parte del trabajo tendrán que hacerlo los legisladores, es verdad, a ellos habrá que exigirles que cumplan. Pero otra parte muy importante les corresponde de manera directa a los maestros en resistencia. Suspender la aplicación de un Nuevo Modelo Educativo que forma parte de una reforma que será cancelada, sería una manera concreta de comenzar.
¿Qué puede impedirlo? El miedo tal vez, tan real como el modelo mismo, al fin y al cabo es uno de los efectos buscados del proceso de reforma iniciado hace casi seis años. Pero este miedo, generalmente está asociado o se confunde con otro obstáculo que es posible vencer, todo es cuestión de prepararse para enfrentarlo.
Nos referimos al desconocimiento acerca de qué es y cómo funciona la reforma en la escuela; una de las tareas inmediatas de las resistencias magisteriales sería conocer y documentar con el mayor detalle posible, qué es y cómo están funcionando los diferentes programas y acciones de la reforma, a partir de la experiencia concreta de las maestras. La invisibilización ayuda a naturalizar rápidamente los cambios que están ocurriendo en las escuelas y las aulas, por eso hay que hacer justamente lo contrario.
Se hace necesario evidenciar cómo es que la reforma educativa ultraneoliberal que comenzó en el 2013, está orillando a la escuela pública y a los maestros a una reconversión radical que centra su razón de existir en la rentabilidad y productividad. Retomamos aquí el planteamiento de Petrella (La enseñanza tomada de rehén. Cinco trampas para la educación) respecto a las trampas a las que se enfrenta hoy día la escuela.
- Hacer de la educación escolarizada un instrumento al servicio de la formación de recursos o capital humano, como descaradamente define el Banco Mundial a las personas. No es gratuito ni neutral, que el actual modelo de organización escolar que impulsa la reforma, sea una réplica del modelo de trabajo empresarial en el que el tiempo, los espacios y los recursos son objeto de un férreo control. Los maestros lo están viviendo ahora mismo con la autonomía curricular; desde el inicio hasta el final de la jornada, están sometidos a un férreo control del tiempo, deben adoptar. En todo caso, para que los maestros sean contratados y las escuelas continúen funcionando, depende de su rentabilidad, por lo tanto, están obligados a venderse, en el sentido de demostrar permanentemente que cuenta con las competencias necesarias para ser empleado.
- A nivel mundial, cada día gana más terreno la idea de que la educación, incluyendo la que se imparte en las escuelas, es un atractivo mercado de servicios y productos pedagógicos. En los tratados y acuerdos comerciales de los últimos tiempos figura como un objeto de negociación comercial estratégico. La oligarquía mundial y nacional, claman por su liberalización y desregulación total por parte de los estados nacionales. La reforma educativa se enmarca en este contexto y responde a esta lógica; al asignarle a la escuela la función de formar capital humano al servicio del consumo y el endeudamiento, maestros y alumnos deben aprender a aprender a lo largo de la vida. No es que a los reformadores les interese combatir la ignorancia de la que han hecho gala buena parte de los políticos y funcionarios en turno, empezando por el mismo presidente. No es el caso, no hay nobles intenciones, simplemente intereses comerciales; la exigencia del aprender a aprender, que ya se volvió un slogan incuestionable, está encaminada a que sean los individuos los que demuestren que son empleables, rentables, utilizables, en pocas palabras, atractivas mercancías.
- Si esta exigencia se impone, la escuela se transformará sin remedio, en una máquina de producción de sujetos rentables, que se exigen a sí mismos hasta el agotamiento y se culpan igual por sus fracasos. Ya podemos imaginarnos la competencia encarnizada que se librará en las escuelas, una cultura del éxito basado en el mérito individual siempre demostrable y actualizado según los cambios, los imprevistos y las contingencias que nos presente la vida moderna. La guerra por el territorio educativo que ahora se libra en las escuelas y las aulas, podría transformarse en una cultura de guerra instalada y permanente, entre iguales que luchan por su sobrevivencia para conseguir el éxito individual al precio que sea.
- La subordinación de la escuela a la tecnología es un planteamiento claro y recurrente en la reforma. Se presenta como algo inevitable e irresistible por su vinculación con el cambio económico, la escuela debe adaptarse sin más a ella. Se nos hace creer que las innovaciones tecnológicas son la puerta de entrada al cielo del progreso social e individual. ¿Cómo enfrentar esto? De ninguna manera negando su influencia, la tecnología ya forma parte de nuestras vidas.
- El sistema educativo es utilizado para legitimar las ya de por sí profundas desigualdades estructurales. Se pretende formar a niñas y jóvenes bajo la premisa de que el conocimiento es un recurso fundamental de la nueva economía nacida de la revolución tecnológica. Desde esta óptica, la empresa es el sujeto y el lugar principal de la organización de la vida, de la producción, valorización y difusión del conocimiento válido por su aplicación inmediata. El sistema educativo es o debe ser un instrumento a su servicio.
Para atajar de inmediato el NME y todas las iniciativas ligadas con la reforma educativa, resulta absolutamente necesario reflexionar y actuar con autonomía cognitiva. Habrá que deconstruirse, desandar el camino recorrido, encontrar los puntos de continuidad y de quiebre, reinventarnos a nosotros mismos y nuestras prácticas.
Cortar, romper, cortocircuitar los vínculos y modos de ensamble de los distintos programas de la reforma educativa en la escuela y las aulas, compromete a las resistencias magisteriales a prepararse, a pensar cómo y con qué sustituir lo que no queremos, por otra cosa distinta.
Y aquí el asunto se pone interesante, el embate neoliberal nos desafía a desnaturalizar lo obvio, lo dado por hecho, también a no ceder a la tentación de reivindicar la continuidad de prácticas que refuercen la idea de escuela como institución de encierro, disciplinamiento, vigilancia y castigo.
Fotografía: tabascogob