Por: Lluís Bassets. Other News. 24/01/2018
La Casa Blanca inaugura el año con un preocupante despliegue de la diplomacia tuitera
Trump responde al líder de Corea del Norte: “Mi botón nuclear es mucho más grande y poderoso”
Trump llama “gordo y bajo” a Kim Jong-un tras ser calificado de “viejo lunático”
Donald Trump es un peligro que crece. Quienes creyeron que sería posible someterle a control o que la púrpura presidencial le moderaría se han equivocado. Ni siquiera la guardia pretoriana de generales retirados que le rodea en la Casa Blanca, todos ellos veteranos halcones, pero inteligentes y prudentes, ha podido doblarle el espinazo.
El presidente es un acosador nato, desconsiderado y grosero, sin respeto por nada y para nadie, y con un insulto siempre preparado en sus labios o en su cuenta de Twitter. Como sucede con muchos matones, tiene una piel tan fina ante las críticas y los ataques ajenos como afiladas están sus garras digitales.
Las horas y días de ocio, como son los del cambio de año, parecen especialmente propicios para su desenfreno. Convencido de que tal actitud le ha dado buenos resultados como candidato electoral y también en un primer año presidencial que sus turiferarios consideran glorioso, ahora parece decidido a convertir su fraseo compulsivo e improvisado en las redes sociales en el principal instrumento de la política internacional de Estados Unidos.
En pocas horas del incipiente 2018, Trump ha intervenido con sus dardos digitales en cuatro escenarios conflictivos, Pakistán, Palestina, Irán y Corea del Norte, en todos los casos con resultados polémicos y desestabilizadores. Donde antes había enviados especiales y nutridos equipos de diplomáticos, militares y agentes secretos recogiendo datos, analizando y negociando, ahora está Trump en soledad con sus tuits nocturnos, más eficaces según su criterio que algunos departamentos de su administración a los que detesta y cuyos presupuestos recorta, como la secretaría de Estado o las agencias de inteligencia.
Al gobierno de Pakistán le ha dedicado un primer tuit del año, con la amenaza de retirar las ayudas para combatir el terrorismo, que ha abierto una crisis diplomática con este país esencial para la estabilidad de Afganistán y de la región. Una amenaza similar ha dirigido a la Autoridad Palestina, a la que acusa de negarse a negociar la paz con Israel. Y no ha faltado como blanco de sus ataques un habitual como es el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, al que tanta atención había dedicado en 2017 con su calificativo de hombre-cohete.
La versión más infantilizada de Trump compite con Kim sobre el tamaño de los respectivos botones nucleares, lo que no oculta el revés sufrido por Washington ante la astucia estratégica con que Pyongyang ha conseguido avanzar en su programa nuclear, hasta situarse en posición de amenazar directamente el territorio de EE UU. Ahora, en el momento de mayor riesgo de conflagración desde el armisticio de 1953 con el que finalizó la guerra, es el régimen del norte el que sigue llevando la iniciativa con esta propuesta de conversaciones que ha descolocado a la Casa Blanca.
Finalmente, los tuits de Trump en reacción a las revueltas contra el régimen de Irán son el último avatar de una diplomacia internacional reducida al grado cero, que poco ayuda a los iraníes opuestos al régimen y disfraza su inacción y su impotencia para influir en la región con una verborrea provocadora e intimidatoria en las redes sociales.
* Director adjunto de El País al cargo de la edición de Cataluña.
Anexo:
EU 2018 y 2020 ¿Otra guerra electorera?
John Saxe-Fernández – La Jornada
Hoy no es novedad el vínculo de la diplomacia de fuerza desplegada por el régimen de alta militarización de Trump contra Irán, Corea del Norte y Venezuela, y los comicios legislativos de 2018 en que los republicanos se juegan el control del Senado, de la Cámara de Representantes y las presidenciales de 2020. Gestar una guerra de agresión, electorera, como vimos en la relección de Bush/Cheney, todo un crimen de lesa humanidad, ha sido ingrediente usado por candidatos y mandatarios de Estados Unidos en pos de la Casa Blanca. Con la geopolitización de las relaciones económicas internacionales, entre los principales precipitantes de guerra mundial (A. Milward, 1986) Trump busca repetir aquello de que ante una amenaza externa la población se adhiere al presidente con alto efecto electoral, máxime en una economía permanente de guerra a la que le es esencial la movilización de recursos humanos y materiales contra enemigos internos o externos, reales o fabricados. (Sobre los costos y corrupción del sistema ver: Marcus Raskin y G. D. Squires “America’s Warfare Welfare State”, The Nation octubre 2012).
Sin embargo, cuando esto ocurre en un contexto de estancamiento secular con pobreza al alza, magna desigualdad salarial, económico-social y bajo creciente oligarquización del poder, la agresión de clase y la unilateralidad bélica es un coctel de alto riesgo doméstico y externo. Según estudio del Centro Stanford sobre Pobreza e inequidad, en los pasados 30 años la inequidad salarial en Estados Unidos se acercaba en 2011 al nivel extremo prevaleciente antes de la Gran Depresión, mientras la diferencia entre el sueldo de los gerentes y el sueldo promedio de un trabajador industrial o de producción pasó de 24 veces en 1965 a 185 veces en 2009. La concentración de la riqueza familiar se intensificó desde los años 1980. El 10 por ciento más rico en 1983 controlaba 68.2 por ciento de la riqueza total de Estados Unidos. Ya en 2007 ese control pasó a 73.1 por ciento. La inequidad siguió en aumento por género, raza, edad y educación.
El empeoramiento de la desigualdad con Trump a poco menos de un año en el poder no sólo es notable, sino que también alienta el rechazo de su base electoral al crecer la disonancia cognoscitiva ( Festinger 1957) entre las arengas del magnate-candidato en pro de trabajadores y clase media y la inequidad del magnate-presidente cuya política fiscal agrede en los hechos a las familias de ingreso bajo y medio.
Para Bernie Sanders, quien en 2016 movilizó 46 por ciento del voto presidencial demócrata, el recorte de impuestos recién aprobado por el Senado “es una victoria para los mil-millonarios y un desastre para la población de Estados Unidos”. En entrevista transmitida por CNN Jack Tapper dijo a Sanders: “entiendo que usted no está de acuerdo con la nueva ley y ya que según el Tax Policy Center en 2018 esa ley otorgará recortes impositivos a 91 por ciento de los estadunidenses de ingresos medios ¿no es eso bueno?” Sanders respondió: “Si, desde luego que eso es bueno. Pero debieron haber hecho recortes impositivos permanentes. Lo que hicieron los republicanos fue hacer recortes impositivos permanentes para las grandes corporaciones mientras los recortes temporales fueron para la clase media”.
Citando al Tax Policy Center aludido por Tapper, Sanders le recordó que según esa fuente “al final de 10 años 83 por ciento de los beneficios irán en favor del uno por ciento de mayores ingresos y 60 por ciento de los beneficios van hacia un décimo de ese uno por ciento: En 10 años más de 80 millones de estadunidenses estarán pagando más en impuestos y como resultado de esta legislación más de 13 millones habrán perdido su seguro de salud (health insurance), los deducibles subirán y tendremos un déficit adicional de un billón 400 mil millones (1.4 trillion) de dólares como resultado de esta ley y Paul Ryan (vocero de la mayoría republicana en la cámara baja) andará por ahí diciendo: ‘debemos realizar recortes a los seguros de salud y médicos’. Para responder a su pregunta, ¿debemos hacer recortes según las necesidades de la clase media?’ sí debimos. Pero en esta legislación la masa de los beneficios es para las grandes y lucrativas corporaciones y para los mil-millonarios”.
Como se muestra en estudios del economista Mark Weisbrot del Center for Economic and Policy Research, Washington DC, los recetarios del FMI, para la población, sea de la Eurozona o de América Latina, fracasan. Son guerra de clase. En México, con un medio paramilitar alimentado por Estados Unidos y la NRA con armas de asalto, el recetario fondista (alza a tortillas y gasolinas) es materia de alto peligro. Ya la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito recordó que hay unas 6 mil 700 ventas de armas a lo largo de la frontera con México, fuente de un torrente anual de unas 730 mil armas ilegales. También en Estados Unidos el clasismo de Trump y las ventas de la NRA gestan alta explosividad. Montar otro crimen de lesa humanidad para revertir costos electorales es gasolina lanzada a un planeta en llamas.
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Fotografía: radio-corporacion