Por: Gilberto Dorantes Álvarez. 30/10/2016
En esta ocasión para olvidarnos un poco de tanto latrocinio perpetrado por nuestros gobernantes, dejar de hacer corajes y más corajes y a propósito de las fechas que celebramos los mexicanos, les ofrezco un café con sabor a café.
Hablar de espectros y seres fantasmales, es platicar de algo no real, en cierta forma eludir la realidad y sumergirse en un mundo que puede rayar en la demencia.
Actualmente existen un sinnúmero de personas que afirman haber vivido alguna experiencia fuera de lo normal, personas que se encuentran bien de sus facultades mentales y aseguran haber estado presentes en algún lugar y haber visto algo sobrenatural, hablan de alguna aparición fantasmal que para ellos es una realidad, tal es el caso de dos niñas, (las dos sobrinas mías), que al ser cuestionadas al respecto y haber pasado varios años, vuelven a relatar con exactitud y una relativa veracidad, lo mismo que les sucedió una calurosa tarde del mes de mayo, cuando después de llegar del colegio y haber concluido con las tareas escolares, decidieron ponerse a jugar al igual que los días anteriores.
(Todo esto sucedió sobre el callejón Onésimo Escobar en la Col. Francisco Villa, aquí en Las Choapas, Ver.), las dos niñas de siete y ocho años de edad, reían alegremente mientras sacaban el cartón repleto de juguetes que se encontraba justo en el rincón donde se encuentra una ventana que da al patio lateral de la casa y desde ahí puede apreciarse un frondoso árbol de nanche, el cual ya empezaba a soltar su aromática fruta, delicia para muchos, ya sea en forma natural, en dulce o curtido en alcohol.
Las niñas alegremente corrían dentro y fuera de la casa, tanto en el corredor de ésta como en el patio, recogiendo los pulposos frutos que formaban parte de su dieta mientras jugaban a “la comidita”, el calor era abrumador, ni una sola nube se asomaba y el sofocante aire invitaba a consumir agua y más agua para evitar la deshidratación, el canto de algunas primaveras y otros pájaros, eran el fondo musical con el cual contaban este par de párvulas mientras continuaban con sus juegos.
Así continuaron por mucho tiempo, gozosas, mientras la madre de una de ellas, continuaba haciendo los quehaceres propios del hogar y de vez en cuando se asomaba para vigilar a las dos chiquillas que no dejaban de parlotear y constantemente les ofrecía la fresca agua que en momentos tomaban y en otras rechazaban.
Frente a la casa donde jugaban, cruzando la calle se encuentra una casa que desde hace varios años sus moradores abandonaron y la planta alta cuenta con un corredor el cual está techado con viejas láminas y en un costado de este hay maderas desvencijadas que sirven de cerca.
El barullo de los primeros tordos regresando del campo, que viven en los frondosos árboles del parque de la ciudad, obligan a las pequeñas a desviar sus miradas hacia la parte alta de la casa abandonada y en una de estas ocasiones una de ellas queda atónita, al observar que en el corredor hay una mujer paseándose a lo largo de éste, el asombro va en aumento y su compañera de juego al verla anonadada también desvía la mirada hacia donde su amiga tiene fija la suya y las dos ven a la misma persona totalmente desconocida para ambas, llamando poderosamente la atención de ambas al verla con un vestuario poco común, pues la describen con un traje de novia, un velo que deja entrever una enorme cabellera negra y larga.
Al pasar la primera impresión y para tratar de saber quién es la enigmática “novia” deciden subir a un árbol de naranjas que se encuentra a un costado del nance y este árbol ofrece un ramaje fácil para ser escalado, así de esta manera poder tener una mejor visión hacia el corredor vecino.
Grande resulta la sorpresa para las dos niñas que observan el lento andar del personaje quien al llegar al final del corredor, da vuelta y deja ver que uno de sus brazos es tan pequeño que se dan a entender diciendo que la mano la tiene pegada al codo, pero no logran ver su cara la cual en parte es cubierta con el velo y su cabellera, pero al llegar al extremo opuesto del corredor y al estar más cerca de ellas, la enigmática mujer voltea hacia donde se encuentran las dos espectadoras llevándose éstas el susto más grande de sus cortas vidas, pues dicen que es la novia más horripilante del mundo cuando les permitió ver su rostro de caballo.
Entran despavoridas a la casa a la vez que fuertes nubarrones de la nada van apareciendo, un aire frío recorre sus cuerpos y en pocos minutos se desata una fuerte tempestad, se acurrucan y entre sollozos empiezan a relatar lo sucedido a su mamá.