Por: Juan Alberto Flores Rosales. 07/04/2016
Mientras la gleba política, los grupúsculos de siempre, que medran y se refocilan a costa del pueblo veracruzano, repartiendo a diestra y siniestra “sesudos” conocimientos y “rigurosos “análisis de lo que depara el micro proceso electoral veracruzano asignando ya los porcentajes de la votación que cualquier mártir del presupuesto va a recibir, colocando a los vividores de la ubre presupuestal en tal o cual cargo, por la cercanía con el seguro ganador existe un pueblo digno, consciente, rebelde, fuerte y sólido que se mueve, muy lenta, pero inexorablemente.
Tal vez no se note en la quietud del estío ambiental, y en el sopor de la temperatura, pero el suelo se mueve imperceptiblemente.
El domo que tapona el cráter del volcán popular, no le permite a la pobre clase política por el momento vislumbrar la enorme presión acumulada en el interior de la sociedad civil veracruzana, que contempla con repugnancia el triste y tragicómico espectáculo de sus acarreos, de la vil compra de votos, de la preparación de los mapaches que alteraran actas, resultados y ánforas, del movimiento de los “caciques” sempiternos que creen torpemente que sus fechorías, sus felonías, sus tranzas, sus raterías, han sido olvidados por los parias, por los de abajo, por los pobres y marginados de Veracruz.
En su elemento, como tristemente ocurre en cada proceso electoral, los tundeteclas, los tinterillos, los gacetilleros a sueldo, los mercenarios de la imprenta, cantan loas, magnifican atributos, borran pasados, ocultan biografías negras, para presentarnos al “salvador” del estado, al “mesías”, al que “ahora sí” salvará a nuestra patria chica del enorme desorden administrativo, de la quiebra técnica , el que pagará toda la deuda acumulada, al que con su sonrisa llena de hipocresía y de cinismo nos pretende engatusar que es la honradez hecha persona como si no conociéramos su infame pasado represor, su parsimonia cómplice, su apellido sinónimo de corrupción y latrocinio.
Y esos comunicadores, interesados en preservar sus espacios, mienten, deforman, alteran, se niegan a mostrarle a la comunidad la verdad de lo que pasa. Envueltos en sus plásticos y retórica hueca, rodeados de lacayos y serviles vocingleros, con estrambótico y escandaloso sonido, contaminando el hermoso paisaje visual y auditivo de nuestro estado, se encuentran los figurines de pacotilla, los de la sonrisa congelada, los portadores de ambiciones mal disimuladas, los portadores del odio ficticio, los farsantes de siempre, mientras acá, un pueblo dolido, hambriento, macilento, digno, sufrido, maltratado, vejado, despojado de sus derechos y de sus riquezas naturales, los contempla … y los repudia.
El pueblo, parsimonioso en su caminar, pero muy seguro de que su tiempo va más allá de períodos electorales sabe muy bien quien es quien, los ha visto, los conoce perfectamente aunque se disfracen de mansas ovejas y se prepara para cobrar en las urnas de una vez por todas, todos los agravios. Que discurran los “politológos”, que parlen las “chachalacas”, que se “amarren” los acuerdos con el líder, que se auto engañen y dilapiden criminalmente en dinero del pueblo, nuestro dinero que nos hace falta para tener mejores servicios públicos en la colonia, en el ejido, mientras nosotros los trabajadores veracruzanos, los estudiantes, los académicos, los maestros agraviados, los jubilados reprimidos, los médicos incomprendidos, los que tenemos hambre de pan y de justicia, caminemos con el pueblo, organizando, uniendo, tejiendo la gran alianza popular que nos permitirá desterrar a esta maldita clase política que hoy padecemos como una plaga infernal, pero que esta alianza social, amplísimo movimiento social no solo permita lanzarlos al basurero de la historia, sino también recuperar la grandeza de nuestro estado, la generosidad de nuestra raza, la nobleza de nuestro pueblo, la dignidad de nuestra gente, nuestro proyecto, nuestro futuro.
Mientras los mercaderes del Hueso, los hambrientos del minúsculo cargo efímero, se desgañitan repitiendo el extranjerizante apellido de quien aspira a ser su capataz, el nuevo caporal del rebaño y las regordetas manos de quienes nunca han trabajado aplauden a rabiar su palabrería hueca, el pueblo, el autentico pueblo, se une, se organiza, se prepara para dar el golpe demoledor a una clase política que ha demostrado hasta el cansancio su corrupción, impreparación, ineficiencia e ineficacia.
Fotografía: elsoldemexico