Por: Roberto González Villarreal, Lucía Rivera Ferreiro, Marcelino Guerra Mendoza. 13/11/2018
Ya hemos dicho muchas veces que vivimos un momento histórico; un tiempo en el que todo es posible: desde la restauración del régimen político del nacionalismo revolucionario, hasta salidas innovadoras o insubordinaciones colectivas; sin descartar que tras el experimento morenista, tras el quiebre de un neoliberalismo “progre”, à la AMLO, emerjan intentonas fascistas. En el DF, el PRI ya adelantó algo de eso. Fue el experimento electoral de Mikel Arriola.
No es el único, hay más desperdigados por ahí, como la secretaria de educación y cultura de Quintana Roo, directora del DIF en Yucatán quien declaró Los niños con discapacidad no deberían nacer , sin dejar de lado las viejas campañas de Alazraki, los embates de los calderones panistas, la Wallace, el Frente Nacional por la Familia y la sempiterna iglesia católica, en las voces de obispos como el de Chilpancingo, para quien Las mujeres asesinadas no andaban precisamente en misa. También están presentes en este distinguido elenco, homófobos consumados como Juan Dabdoub, del Consejo Mexicano por la Familia (Activista homófobo de ultraderecha participa en marcha fifí) Y una larguísima y preocupante ristra de microfascismos emergentes, como las andanadas digitales contra la campaña obradorista, las marchas feministas y los migrantes hondureños.
Tras el derrumbe electoral del PRIANRD, en sus escombros anida el huevo de la serpiente. Difícil retornar al pasado, ese escenario es imposible y está ocupado por una franja de MORENA, así que su salida más radical será abrazar el fascismo. Ya hay mucho avanzado por ahí. Solo hay que abrir los ojos, los oídos y el entendimiento.
Y no hay que equivocarse. No es solo un tema ideológico, los fascismos también resultan de los fracasos gubernamentales. Es otro modo de articular el desencanto, la desilusión, la desesperanza: la vuelta a un orden perdido, aún sea imaginario. Peor: precisamente por eso: por ser imaginario.
No se nos olvide, AMLO ganó también por el hartazgo; pero fue una salida hacia adelante. Una apuesta colectiva harta de la corrupción, el autoritarismo y la impunidad. Y eso está muy bien, pero nada nos garantiza que si fracasa, no aparezcan por ahí los fachos del orden, el progreso y los valores tradicionales. Esos peligros ya son una pesadilla vuelta realidad en el Sur: Macri, Bolsonaro, Piñera, y en el Norte, ahí está Trump.
Debemos estar atentxs. No dejar pasar nada. Al fascismo se le combate a diario. La educación es el mejor método. ¿Podremos hacerlo con los valores, los aprendizajes claves y las prácticas de las resistencias y del Nuevo Modelo Educativo?
Nos tememos que no. Las prácticas escolares cotidianas que estamos observando y documentando, muestran por qué.
- El Nuevo Modelo Educativo reduce la función de la escuela a la adquisición de aprendizajes clave. Lo que importa son los logros, el cumplimiento de metas. La marca de la evaluación ha quedado impresa en los genes de la escolarización. Las evaluaciones ahora son trimestrales, no obstante, en algunas escuelas los padres demandan practicar con pruebas mensuales, no vaya a ser que las niñas y niños pierdan práctica en eso de evaluarse.
- Maestros, directivos y alumnos viven bajo el yugo de las evidencias; no importa si son fabricadas, incluso compradas. Lo importante es cumplir con las exigencias de actualización de información, con la foto, con el informe, el llenado de formatos y cuanta cosa demanden instancias diversas de la SEP.
- El axioma “Educar para la libertad y la creatividad” no es más que un significante vacío, útil para fines propagandísticos pero sin sentido ni asidero alguno en un sistema educativo conservador, anquilosado y autoritario. La primera creatividad que se castra es la de lxs maestrxs; el sistema se encarga de indicarles cuáles son las prioridades. Antes al menos les proporcionaba lo necesario, ahora simplemente ordena cumplirlas; cómo y con qué hacerlo, es un problema de operación que las escuelas tienen que resolver.
- El sinfín de prescripciones, regulaciones, normas, lineamientos y orientaciones envían un mensaje muy claro: el sistema no confía en la experiencia, buen juicio y sentido común de los maestros; no habría que extrañarse, históricamente le ha apostado al sometimiento y la servidumbre. En estas condiciones, ¿qué puede enseñar a sus alumnos un docente que está más preocupado por conservar un empleo precario, caracterizado por la inseguridad e incertidumbre inherentes a las nuevas formas de contratación? En el mejor de los casos, lo mismo; en el peor, el descuido, la insignificancia del otro, la indiferencia. Lo más importante es salvar el propio pellejo.
- En un mundo en el que lo común es lo diferente, el NME propone uniformar, homogeneizar y estandarizar resultados, basta con emular “prácticas exitosas” de escuelas modelo de sistemas educativos avanzados, que pertenecen a continentes lejanos y contextos ajenos. Los diferentes tienen que adaptarse, presentar las pruebas, alcanzar los estándares, demostrar que pueden seguir dentro de una escuela desigual que después los arrojará a una sociedad cada vez más desigual.
- Los clubes como instrumento de control del tiempo, el espacio y los recursos escolares, han trastocado completamente la organización escolar, imponiendo un ritmo acelerado de trabajo diario donde lo más importantes es cumplir, cumplir, cumplir y seguir cumpliendo; la maquinaria escolar camina demasiado aprisa, sin que nadie parezca detenerse a pensar cuál es el rumbo o destino final. Y a fuerza de tanto cumplir, poco a poquito y sin darse cuenta, maestros y alumnos asumen que así son las cosas, se socializan en la lógica del trabajo flexible bajo condiciones cambiantes.
- En la escuela que quiere el NME no hay tiempo para la diversión, tampoco para la distensión, mucho menos para el ocio y el disfrute. En algunas escuelas de tiempo completo, el tiempo de ingesta de alimentos se ha reducido, igual que el recreo, ahora llamado receso. El argumento: cumplir las horas dedicadas a los clubes a costa de lo que sea.
- ¿Qué decir de las relaciones? Son un campo minado. Los maestros acusan a los padres por no aportar los recursos necesarios para la operación cotidiana, al mismo tiempo que exoneran al Estado de su obligación. También cuestionan que no ven en la escuela más que una guardería. Por su parte, los padres exigen, con razón o sin ella, que sus hijos sean atendidos, que no sean reprobados “porque ya gastaron mucho”; si no aprendieron a leer y escribir es lo de menos. También cuestionan, acusan, denuncian y demandan jurídica o penalmente a los maestros y directivos; lamentablemente, los casos de abuso no son un invento sino parte de una lacerante realidad. Los conflictos se dirimen por la vía judicial. La palabra comunidad simplemente está proscrita en estos casos.
- Entre los maestros priva la desconfianza y la competencia. A cada uno le ha costado prepararse, se han “quemado las pestañas”. Camaradería, solidaridad, apoyo mutuo, compañerismo…son rarezas excepcionales. Cada quien se enfrasca en sus planes de enseñanza, en sus reportes. Asisten a las reuniones de consejo técnico a cumplir con un ritual de colegialidad fingida, donde presentan sin mucho entusiasmo, los logros, dificultades y soluciones posibles a los problemas de enseñanza en el aula. Es el guión institucional que hay que cumplir, eso y no otra cosa es lo que hay que consignar mes a mes en la ruta de mejora.
- ¿Y los alumnos? No faltan los desorientados, las niñas se sienten atemorizadas por tener que convivir con niños mayores que no siempre son amistosos, mucho menos afectuosos. Sobre todo los más pequeños, tienen dificultades para localizar el club que les corresponde, están desconcertados por tener que desplazarse a diferentes sitios a lo largo de la jornada. Los maestros, acostumbrados como están a trabajar con chicos de un mismo grado, prefieren lidiar con los más avanzados; le huyen a quienes tienen alguna discapacidad. A estas dificultades propias de una atropellada organización de los clubes, se suman las de siempre: agresiones, aburrimiento, desinterés, ansiedad, depresión, intentos de suicidio, más frecuentes de lo que podría suponerse. Ahí están los consumidores de ritalin etiquetados con déficit de atención (Ritalín: 50 años en el mercado y sigue causando polémica), pese a que diversas fuentes aseguran que ese trastorno no existe (El TDAH no existe, y la medicación no es un tratamiento sino un dopaje). Niñas, niños y jóvenes, están cotidianamente envueltos en una multiplicidad de prácticas violentas. Los que se atreven a pedir ayuda, reciben por respuesta la indiferencia, no parece haber quien escuche, atienda y tienda una mano. Al fin y al cabo, esto no es parte de los aprendizajes clave ¿o sí?
Por aquí van más o menos los efectos de la reconfiguración escolar que comenzó con la reforma 2013, avanzó con la normalidad mínima y la escuela al centro, y va en camino de consolidarse gracias al NME.
La obsesión por los resultados conduce a la frustración, al desencanto, la desilusión, la desesperanza, la indiferencia hacia el otro. Cada quien es responsable tanto de sus logros como de sus fracasos, cada uno debe arreglárselas. ¿Así cómo vamos a combatir los microfascismos que se incuban a diario?
NOTAS:
Respecto del título “EL HUEVO DE LA SERPIENTE“
Nunca es tarde para volver a ver la película de este mismo título, del maestro Ingmar Bergman (Alemania, 1977). https://www.youtube.com/watch?v=2T_GvPuVNNM
Respecto del subtítulo “El fascismo: fase superior del neoliberalismo”
Un título como este ya se ha intentado en otras ocasiones. Vid. Sergio Barbosa, https://regeneracion.mx/fascismo-fase-superior-del-neoliberalismo/, Javier de Rivera, https://blogs.publico.es/el-cuarto-poder-en-red/2017/01/22/neofascismo-la-fase-superior-del-neoliberalismo/, entre otros. La relación entre fascismo y neoliberalismo es un tema recurrente, autores como Traverso y Giroux lo han tratado también.
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