Por: Eduardo Beruben Santana. Cultura Colectiva. 13/12/2016
Me atrevo a decir que de las artes, ninguna produce tantos exponentes como la literatura. Escritores hay miles y de todo tipo: los que buscan crear arte que trascienda, los que se dedican a escribir best-sellers (con y sin sustancia), los que crean obras fantásticas, los que crean obras realistas… pero también la gente decide qué quiere leer y qué espera de un libro: una historia épica, una historia sencilla o complicada.
Existen escritores que se han vuelto “indispensables”, referentes de la literatura; y así como en la pintura encontramos a Picasso, Van Gogh, Rembrandt, Da Vinci o en la música encontramos a Beethoven, Mozart, Bach, Wagner, en la literatura encontramos a Shakespeare, Dante, Goethe, Tolstoi y otros (en todas las artes hay muchos otros que llegan a ese calibre, aunque no cualquiera). Entre esos está Fiódor Dostoyevski, uno de los mayores escritores de todos los tiempos, y el “rival” natural de Tolstoi para elegir al mejor escritor ruso de la historia. No es poca cosa, la literatura rusa es una de las mejores y más completas, y este hombre es uno de los personajes más importantes en la historia de la humanidad.
Dostoyevski nació en una familia de clase media en Moscú en 1821, su padre tomó la decisión de enviar al joven Fiódor y a su hermano Mijaíl a la Escuela de Ingenieros Militares de San Petersburgo, abandonando los dos sus estudios académicos. Fiódor, pese a no ser un amante de las matemáticas ni de las ciencias militares, demostró ser un estudiante muy capaz. Poseía un pensamiento crítico que lo diferenciaba de sus compañeros; denunciaba la corrupción, criticaba las injusticias de la Rusia de su época y era solidario con los pobres.
Terminó sus estudios en la Academia en 1843, y en 1844, tras la visita de otro “indispensable”, Honoré de Balzac —de quien tradujo la obra Eugenia Grandet —eligió su profesión, aunque desde antes había sido un amante de la literatura y admirador del poeta y dramaturgo alemán Friederich Schiller.
Tras años de duro trabajando publicando muchas obras relevantes y famosas, Dostoyevski murió en 1881 de una hemorragia pulmonar en San Petersburgo.
Sus obras son poéticas, tristes pero siempre realistas, dos siglos después siguen siendo importantes.
Después de escribir un poco de la persona hay que centrarnos en el mito: Dostoyevski trascendió las barreras de lo que consideramos ser escritor; en su obra se establecen las bases de la corriente filosófica que sería conocida como existencialismo, misma que asegura que la propia existencia es la cuestión fundamental del ser humano, no la esencia.
Toda su obra merece ser leída, de pocos escritores podemos opinar lo mismo, y tomemos en cuenta que parte de lo que hace trascender a los artistas, independientemente del campo en el que se encuentren, es la relevancia de su obra. Todas sus novelas hablan de temas que siguen aconteciendo actualmente.
Su obra es profunda y, en ocasiones, hasta profética.
En Memorias del subsuelo (1864) establece las bases del existencialismo a través de un personaje repulsivo, visceral, agresivo y violento, que busca encontrar el sentido de su vida y remediar errores pasados, pero que nunca deja de ser él mismo: desagradable y deprimente, pero humano.
En El doble (1846) narra la historia de un hombre que “parte” su personalidad y se enfrasca en una lucha contra sí mismo, explora la identidad y el ya conocido existencialismo.
En El idiota (1869) escribe sobre el príncipe Mishkin, que por el hecho de ser una buena persona y estar dispuesto a ayudar, termina siendo considerado un idiota y un tonto.
En Crimen y castigo (1866) nos presenta a Raskolnikov, un joven que decide cometer un asesinato para tomar un dinero, aunque esconde otros motivos, dejando ver su sentimiento de culpa y continua autoexploración.
En Demonios (1872) realiza una crítica de la época que apenas comenzaba y que marcó el siglo XX: el surgimiento de nuevos movimientos revolucionarios extremistas que buscaban el poder y la incapacidad de los gobiernos actuales de detener a estos movimientos; profético y visionario.
En Los hermanos Karamazov (1880) explora una gran cantidad de temas que le preocupaban: la existencia de Dios, la lucha entre el bien y el mal, la falta de humanismo en las personas y la religión, siempre presente en su obra, al igual que la crítica a la sociedad rusa de sus días, que bien puede ser cualquier sociedad de nuestros días. Estos son sólo algunos ejemplos de las narraciones y de los temas que Dostoyevski legó al mundo.
Su mítica figura se ha extendido como pocas en la historia; lo admiran científicos, filósofos, pintores, músicos, cineastas y, obviamente, escritores. Albert Einstein lo ponía delante del matemático Carl Gauss como su mayor influencia; Friederich Nietzsche decía que “era el único psicólogo al que le había aprendido algo”, e influyó en muchos escritores: Herman Hesse, Jean-Paul Sartre, Marcel Proust, Thomas Mann, Albert Camus, Jorge Luis Borges, Philip K. Dick, Franz Kafka y Gabriel García Márquez, entre muchos otros.
Incluso el famoso Stefan Zweig dijo que Dostoyevski era “el mejor conocedor del alma humana de todos los tiempos”; pocos como él para describir las emociones, pasiones y sentimientos que nos guían y nos motivan.
En su obra hay cabida para todo lo que significa la condición humana, y su obra —además de literaria y poética— siempre está rodeada de psicología y filosofía. Su caracterización de personajes no tiene igual en la literatura.