Por: Ricardo De Luca. Revista Hamartia. 27/11/2017
Fernando Romero Wimer es profesor, licenciado y Doctor en Historia. Ha hecho también su Magister en la Universidad Nacional del Sur sobre desarrollo y gestión territorial, participa como coordinador del Colectivo de Estudios e Investigaciones Sociales (CEISO). Ha focalizado sus primeros estudios en la cuestión Agraria vinculándola a “lo que se denomina la producción familiar o la agricultura familiar rural” donde la preocupación se centraba en analizar el desempeño de diversos proyectos de desarrollo rural que se implementaron durante la década de los 90 (llamados “Programas de Desarrollo Rural”, PDR). De estas investigaciones resultó el libro “Producción Familiar Rural y políticas en la Argentina reciente, los programas del desarrollo Rural del Sudoeste Bonaerense” (Ediciones Ceiso, 2012). Luego sus inquietudes lo llevaron a profundizar la problemática de la producción agrícola desde una mirada más global. Así fue como apareció la “preocupación sobre el tema de la extranjerización del complejo agroindustrial”. Romero señala que su mirada trata de enfocar “la incidencia del imperialismo sobre la cuestión agraria. Entendiendo que el imperialismo es mucho más que la cuestión de transnacionalización del capital”. De eso trata su último libro “El imperialismo y el agro argentino” (de reciente aparición, editado por CICCUS), donde lleva a cabo una cuidadosa historia sobre el desarrollo del agro argentino, tomando todas las instancias de la producción y comercialización, identificando a su vez a cada actor involucrado y su devenir histórico. Los trabajos de Romero brindan importantes herramientas para pensar el peso y la influencia del complejo agroindustrial, pero principalmente para problematizar los medios por los cuales el capital extranjero ha podido establecer y consolidar una dependencia económica, y también, cómo ha conseguido mimetizar los intereses de los grupos económicos locales a los suyos propios.
¿Cómo definimos imperialismo? Una mirada del sentido común arroja al imperialismo como la expansión territorial y otra más profunda lo ubicaría dentro del desarrollo capitalista. ¿Qué tiene que pasar en el capitalismo para empezar a hablar de imperialismo?
Yo parto de la clásica definición leninista del imperialismo y desde ahí trato de hacer un análisis en términos de qué cambio hoy en el siglo XXI, si vale la pena o no seguir hablando de imperialismo. Particularmente soy de los que enfatiza que sí. Creo que hay que llamar a las cosas por su nombre y no revestir viejos conceptos presentándolos como nuevos pero diciendo las cosas por la mitad. Cuando hablamos de imperialismo en el contexto actual estamos hablando de un fenómeno que tiene que ver con un momento del desarrollo del capitalismo en el cual predominan algunos rasgos específicos. De alguna manera, estos rasgos involucran tanto el aspecto económico, el aspecto político, el aspecto militar, el aspecto de las relaciones internacionales y los aspectos sociales y culturales. Y estamos hablando de la predominancia que han tenido las grandes unidades económicas en el sistema capitalista, estamos hablando de un proceso de concentración y centralización de la producción y del capital que da lugar a grandes corporaciones que controlan cada segmento, cada sector de las economías a nivel de cada uno de los Estados-nación pero también a nivel mundial. Son grandes corporaciones que lideran cada uno de esos sectores y determinan, de alguna manera, la dinámica del sector. Por ejemplo, si lo pienso para el complejo agrario, en el subsector de los agro-insumos hoy hay cuatro grandes que controlan todo el segmento: la fusión Dow – DuPont, la fusión Monsanto – Bayer, Syngenta que fue comprada por una gran empresa química china, y finalmente la Basf. Antes se hablaba de las siete grandes, después se habló de las seis grandes y hoy son cuatro gigantes que controlan todo el mercado. Si yo pienso en las grandes compañías exportadoras que controlan la producción de granos, te voy a hablar, si hablo de América latina o del mundo, siempre voy a hacer referencia a Cargill, a Dreyfus, ADM (Archer Daniels Midland Co.) y a la Bunge. Ese es uno de los rasgos, ya no es la exportación de mercaderías, sino la exportación de capitales lo que empieza a dominar. Gérard Duménil, que estudia la tendencia de lo que son los intercambios financieros y los intercambios de mercaderías a nivel global, puede ver, en el largo plazo, la amplia brecha que separa el flujo de capitales por sobre el flujo de bienes. Ese es un rasgo importante a señalar, el tema de la exportación de capitales, que tiene que ver con toda esta discusión sobre la inversión extranjera y el peso del capital financiero, donde toda la economía se ha financiarizado. A principios del siglo XX esto aparecía más bien novedoso en la idea leninista de la articulación de bancos y capital industrial. Hoy podemos que ver que eso opera, el capital industrial, el capital bancario, la producción agraria misma con los fideicomisos financieros, los pooles de siembra, es decir, toda una economía financiarizada. Mismo incluso la compra de insumos o la compra de maquinarias, donde cada una de las empresas actúa como una empresa financiera para adquirir el bien y obteniendo beneficios de eso.
¿Qué otro rasgo de la agro-industria destacarías?
Las disputas de mercados, que se expresan en términos económicos y pacíficos. Y cuando no alcanzan los medios pacíficos y de mercado para disputar, intervienen los medios políticos militares. Digo, a veces esto va en paralelo, pero uno puede observar, en la dinámica capitalista, una disputa de mercados, correlaciones de fuerza entre las corporaciones, las fusiones, las adquisiciones, pero cuando esto se traba en algún punto y al tensión llega a cierto limite, puede dirimirse por otras vías. Ganar posicionamiento en un mercado puede dirimirse hasta militarmente. No lo vemos ya en enfrentamiento entre países imperialistas o centrales, pero sí vemos la repercusión de esas disputas en terceros países en el mundo. Las disputas en Medio Oriente tienen que ver con disputas en el capital, no sólo debido a problemas de tipo de gobierno o problemas puntuales sino que tiene que ver con una geopolítica general del conflicto. Si bien se corre el eje de guerra como enfrentamiento directo entre potencias, pasa a haber enfrentamientos indirectos por control de determinadas zonas geográficas en el mundo. Y después, bueno, fenómenos nuevos que tiene el fenómeno imperialista. Cuando fue teorizado por Lenin la hegemonía de los Estados Unidos no estaba resuelta y es una hegemonía que recién se resuelve, se consolida a partir de la segunda guerra mundial. Y después de los años 70, con Vietnam, podemos hablar de un proceso, es toda una discusión hoy, de crisis de hegemonía. Es decir, ¿hasta dónde Estados Unidos consigue tener la coacción y el consenso para pensarlo como hegemónico, donde uno ve que cada vez necesita más de la coacción y tiene menos el consenso? Eso es todo un debate. Tenemos la conversión de Estados o países que desarrollaron una revolución socialista en nuevas potencias imperialistas y ahí está la discusión sobre China, sobre el carácter de China hoy en términos de tener todos esos rasgos que yo mencioné del capital, grandes corporaciones, exportación de capitales, expansión del sector financiero como hoy también tiene China y disputa de mercados a nivel global. Es otro de los elementos para pensar, y otro, como (estos rasgos) aparecen también en capitalismos segundones que regionalmente consiguen posicionarse como sub imperialismo, como capital imperialista, toda una discusión que se tiene actualmente sobre el carácter de Brasil.
¿En qué consiste esa discusión sobre el carácter de Brasil?
Aparecen los debates en torno a definir qué es Brasil: ¿es una economía dependiente, es sub imperialista o es capital imperialista? Lo que sí es evidente es la capacidad que tiene el capitalismo brasileño para trasnacionalizar sus empresas, tener una incidencia regional en América Latina en base a la expansión de su burguesía y lo mismo en África. Esa realidad es la que está siendo discutida para ser caracterizada. David Harvey habla de un nuevo imperialismo, estos rasgos más otros que van acompañando a la realidad del imperialismo en la actualidad. Un nuevo rasgo que menciona Harvey es el tema de la acumulación por desposesión. Es decir, aparecen fenómenos similares a los de la acumulación primitiva, originaria del capital, en la cual el capital actúa violentamente para expropiar a productores directos o poseedores directos de bienes. La acumulación originaria desposeyó a campesinos y poseedores directos en las zonas rurales de Inglaterra para hacer de esos territorios espacios privados para el capital. Hoy los avances son sobre fronteras agropecuarias y sobre pueblos originarios, sobre comunidades campesinas, en la cual el capital interviene por medios violentos si no alcanza la vía del mercado. Interviene directamente con guardias blancas paramilitares, del peso represivo del Estado y con decisiones que hasta por fuera de lo judicial consiguen que los poseedores directos de bienes, de la tierra, sean expropiados. Lo mismo con comunidades de pescadores artesanales. Hay quienes estudian el tema de las inversiones petroleras sobre la Bahia de Wuanabara, en Rio de Janeiro, y el impacto que tiene sobre las comunidades artesanales. Es decir, la violencia directa contra esa masa de la población en la cual la lógica del mercado no es la predominante y no está interesado en ver cuánto le ofrecen sino que quiere estar en relación directa con su bien. Pero también el capital aparece expropiando permanentemente en condiciones de servicios, en condiciones de accesos que da el estado a la educación, a la salud, con una condición expropiadora permanentemente. Marx decía, sobre la acumulación originaria: “Esta es la prehistoria del capital, y el capital, ahora, sí puede realizar su dinámica de forma pacífica, ahora sí, que está apoyado en una expropiación violenta” y Lenin decía “cuando no se resuelve por la vía del mercado, esta empresas podrán recurrir al viejo método estadounidense de la dinamita”. Es decir, cuando a las grandes corporaciones no les alcanza por la vía del mercado, van y te meten violencia directa. Son tan grandes los negocios que los pueblos que se oponen a esta extracción de la riqueza son un verdadero obstáculo para el capital y el capital decide avanzar sobre ellos. Un ejemplo en la actualidad de esta violencia es el de las poblaciones andinas que viven en relación con la mega minería. El derrame de cianuro, el enorme impacto que tiene sobre el medioambiente y los pueblos, a veces comunidades pequeñas se organizan, a veces rudimentariamente, para enfrentar este avance. Y la megaminería tiene millones para poder nutrir, hasta cuerpos armados para que repriman, amenacen a estas comunidades que resisten la agresión sobre su territorio donde lo importante no es cuanto oro o cuánto dinero físico puedan obtener, sino su condición de vida y su futuro para ellos mismos como comunidades y el futuro de su descendencia, de sus hijos.
¿Cómo y por qué vías el imperialismo se manifiesta en el campo argentino y cómo puede condicionar su desarrollo?
Hay una vía que yo no estudié directamente que es la extranjerización de la tierra, grandes grupos empresarios que puedan hacer compra directa de la tierra y eso implica ciertos impactos sobre la soberanía nacional, por una cuestión de toma de decisión sobre el territorio. La ley de 2011 intentó atemperar eso, pero al mismo tiempo el catastro estaba incompleto, se ponía un tope porcentual al avance del capital extranjero pero no se resuelve sólo por eso, y aparte por los vaivenes políticos de la Argentina todo indica que eso se revierte fácilmente. Las otras vías históricas de apropiación de riqueza de la Argentina que ha tenido el imperialismo han sido a través del complejo agroindustrial, lo que ha constituido la extracción de riqueza del imperialismo desde la inserción de la Argentina en el sistema capitalista. Una de las vías es la provisión de maquinarias. Buena parte de eso se hizo o importando la maquinaria, o después de toda la experiencia del peronismo y en el contexto del desarrollismo, con una serie de instalaciones de los grandes conglomerados de empresas extranjeras en la Argentina. Esto ha cambiado, después de la última dictadura militar, y más en los años 90, por un lado por la política económica interna que sigue la Argentina y por otro lado por el proceso del capitalismo global: buena parte de las empresas que se habían radicado en la Argentina pasaron a deslocalizar su producción y reinstalarla en Brasil, después de conformado el Mercosur, por las ventajas comparativas de costo de mano de obra fundamentalmente y por acceso a un mercado mayor que implica el mercado brasileño. En el sector de maquinaria agrícola, fundamentalmente lo que más se destaca es el sector de tractores y cosechadoras, y esto es importante porque en Argentina hubo intentos de tener, por parte del Estado, algún tipo de producción nacional de tractores, como fue la experiencia fallida del tractor “Pampa”. Estuvo la experiencia de Zanello, que entró en crisis después de la experiencia neoliberal y ahora pasó a ser una empresa recuperada como tractores “Pauny”. En los años 60 Argentina estaba arriba con unas 16 empresas que producían cosechadoras; después de la apertura económica neoliberal de la dictadura militar, para los años 80, sobrevivieron cuatro, y de esas cuatro, dos entraron en crisis en los años 90 y la competitividad que sostienen en relación a las empresas extranjeras es de un nivel menor.
¿Las empresas de maquinaria son todas norteamericanas?
La empresa John Deere. Hoy aparece como gran empresa Agco, que es una empresa norteamericana pero que ha ido adquiriendo otras empresas como la Massey Ferguson y demás. La Case New Holland, que el dueño seria La Fiat, pero el nivel de transnacionalización es tal que termina con sede en Estados Unidos. Es muy difícil de precisar, ahí seria un capital europeo estadounidense, donde la Pauny no controla ni el 10%. Esa es una vía, la otra vía seria la cuestión de los agro-insumos. Argentina tuvo la posibilidad de tener cierto liderazgo en el uso de semillas que el INTA mismo podría haber motorizado como producción nacional y aparte tenía un histórico desarrollo de semilleras nacionales. Por una cuestión de políticas y por una cuestión de mercado las empresas de semillas extranjeras son las que tienen el liderazgo. Hay decisiones políticas, como por ejemplo en la década de los 60 se da la discusión sobre el tema de pedigrí abierto y pedigrí cerrado. Pedigrí abierto era que el sistema público, cuando producía semillas, tenía que dar a conocer los híbridos, tenía que ser abierto, transparente, y mostrar cuáles eran las líneas parentales que se cruzaban, mientras que la empresa privada no podía mostrar cuáles eran esas líneas parentales que cruzaban. Entonces la empresa privada copiaba y apropiaba el sistema público. Toda esa lógica, y después el proceso de endeudamiento de las semilleras argentinas con empresas extranjeras, son las que dieron lugar a adquisiciones de las empresas relacionadas al agro.
¿Las semilleras y las empresas de agroquímicos son los mismos jugadores?
En general sí, lo que cambia es quién tiene el ranking en cada segmento, el que lidera semillas no es el mismo que el que lidera agroquímicos. Y está la diferencia entre fitosanitarios y fertilizantes. Los fitosanitarios son los agroquímicos que se usan para “preparar la tierra”: fungicidas, herbicidas, pesticidas. Y por otro lado los fertilizantes son aditivos para controlar el crecimiento. Ahí tenés otra vía que mayoritariamente está controlada por empresas extranjeras. Las grandes empresas tienen participación en la Comisión Nacional de Biotecnología Agropecuaria (CONABIA), por lo tanto en la mesa de toma de decisiones se sienta el Estado pero también se sienta el gran capital. Y eso ha sido así y continuará así a no ser que haya un proceso político que defina cambiar eso. Ha habido denuncias de cómo SENASA definía la evaluación de toxicidad de los agroquímicos enviando la evaluación a laboratorios y no se sabía a qué laboratorio se enviaba el informe, y terminaba siendo anónimo, sabiendo que buena parte de los laboratorios también son de las empresas que producen los agroquímicos que terminaban siendo juez y parte del mismo proceso. Después está el tema de la producción industrial derivada de la producción primaria. Históricamente estaba la disputa entre ingleses y estadounidenses por los frigoríficos, en la actualidad el mayor peso del capital brasileño en la propiedad de los frigoríficos que operan en el territorio nacional tiene que ver con el liderazgo de frigoríficos que tiene Brasil en el mundo. Todo el sector lácteo es un sector que vía participación accionaria de fondos de inversión de capital financiero colocado al interior de las empresas ha terminado extranjerizado, caso la Serenísima. Es decir quevía adquisiciones, vía fusiones, vía asociaciones, buena parte de esas empresas agroindustriales pasan a estar controladas por capital extranjero o son de gran burguesía asociada y subordinada, que es el otro rasgo que yo destaco. Lo que veo cuando veo cada uno de los sectores, es que no hay un sector de gran burguesía nacional que dispute con esos capitales, sino que lo hay, es un grado de interrrelacionamiento y asociación que le da una dinámica particular. Desde Molinos Cañuelas hasta Logomarsino…, empresas que son argentinas pero si vos empezás a ver la participación de capital financiero internacional como accionaria, el grado de endeudamiento, las asociaciones, ¿qué te queda de burguesía argentina como nacional? Será local, pero de carácter nacional en términos de forcejeo con el imperialismo no tiene nada. Saco una conclusión de eso, en términos de debate político, creo que precisamente esa falta objetiva, estructural de la burguesía nacional es lo que después se refleja en los partidos burgueses en los cuales no hay ningún programa de liberación nacional. Puede haber una retórica pero en el fondo no hay una política consistente en eso. Eso es un debate abierto, ¿quién es la burguesía nacional? Arcor tienen asociaciones con Coca Cola, asociaciones con Nestle. Son “socios de…” no es que le estén disputando.
¿No aparece nunca el conflicto entre el capital local y el capital internacional?
La vinculación es tan fuerte, el grado de asociación es tal que se subordina. El vínculo de dependencia está desde adentro de la burguesía, que es la que estructura la dependencia. Obviamente existen grupos terratenientes, capital volcado al campo con grandes extensiones pero hoy es esa gran burguesía la que motoriza la condición de dependencia. Y eso si uno rastrea cada uno de los grupos empresarios nacionales. Ni hablar cervezas, no sé los últimos guarismos como dan, pero cuando lo estaba estudiando yo, el 80% del mercado estaba en manos de Ambeu-Inbev, una empresa belga brasileña. Y otro sector, el supermercadista, el comercio minorista de distribución de los alimentos en manos de grandes empresas tipo Walmart, Carrefour, en su mayoría como capitales extranjeros operando dirceamente… Son empresas que constituyen buena parte del comercio minorista y al mismo tiempo pulverizan la posibilidad de pequeña burguesía asociada al comercio barrial y toda la red de relaciones que eso entreteje. Y por otro lado el tema de las compañías exportadoras.
Un sector clave.
Sí, las compañías exportadoras han hecho grandes beneficios, incluso han especulado con las retenciones. Vendían a futuro a un precio y pagaban con las retenciones que en su momento le vendía el productor directo. Son grandes núcleos de decisión que no solamente controlan la economía sino que controlan las palancas claves del aparato estatal. El grado de influencia que tienen esos sujetos define muchas cosas. Otro tema sobre la vinculación del Estado es la adquisición de la deuda privada como deuda pública. Una parte de deuda de empresas extranjeras pasó a ser deuda del Estado. Vos ves el listado y decís: ¿qué empresa nacional es Cargill, qué empresa nacional es SUIFT, qué empresa nacional es John Deere? Y sin embargo sus deudas fueron asumidas por el Estado.
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Fotografía: Revista Hamartia