Por: Joel Aguirre A. Nw Noticias. 18/02/2016
Están en vías de extinción, su espacio ha sido invadido por opinólogos o comentócratas. Dos jóvenes autores hacen una elegía a los intelectuales a partir de charlas con reconocidos escritores e historiadores que reflexionan en torno a la vida intelectual, las instituciones culturales y los cambios que México ha tenido desde mediados del siglo XX.
Publicado recientemente, El intelectual mexicano: una especie en extinción es un libro que pretende hacer una radiografía sobre los llamados intelectuales públicos, aquellos singulares personajes que podían escribir sobre prácticamente cualquier tema y opinar tanto del devenir de la historia nacional como de fútbol, de la situación mundial del petróleo o de la naturaleza de la literatura y que, sobre todo, intervenían en la esfera pública.
Los autores de la obra —publicada bajo el sello editorial Taurus—, Ana Sofía Rodríguez y Luciano Concheiro, dos jóvenes historiadores nacidos en los albores de la década de 1990, buscaron a los intelectuales para que ellos mismos contaran su historia. De esta manera, el texto presenta una serie de conversaciones con 14 personajes (Juan Villoro, Juan Ramón de la Fuente, José Woldenberg, Jorge Castañeda, Héctor Aguilar Camín, Lorenzo Meyer, Rolando Cordera, Roger Bartra, Vicente Leñero, Víctor Flores Olea, Huberto Batis, Enrique Semo, Elena Poniatowska y Emmanuel Carballo) que concluyen en tres tipos de relatos: el de la propia vida de los intelectuales, el de las instituciones culturales, la prensa y las revistas del país y el de los cambios culturales, políticos y sociales que tuvieron lugar en México desde mediados del siglo XX.
“Consideramos que los intelectuales están en extinción porque cada vez hay menos y tienen menos poder debido a que fueron sustituidos por otros actores sociales”, manifiesta Luciano Concheiro. “El lugar que ocupaban en las esferas públicas fue ocupado por otro tipo de actores como los académicos, los especialistas, los periodistas, los columnistas y los tecnócratas, poco a poco se fueron relegando a un segundo plano por una serie de causas como esta”.
En entrevista con Newsweek en Español, Ana Sofía Rodríguez considera, por su parte, que un intelectual se reconoce por su influencia en la esfera pública y por poseer una obra sólida que explique por sí misma esa influencia. “Hablamos de la obra que sustente su autoridad moral, pero también el poder, las relaciones y su capacidad de injerir en la esfera pública. Pero en el proceso se fue ajustando y consideramos no sólo obra escrita, las instituciones también cuentan, igualmente la creación de publicaciones periódicas importantes que influyeron mucho sobre todo en la segunda mitad del XX”.
De acuerdo con Concheiro, a pesar de que al final en conjunto forman un todo, existen varios tipos de intelectuales: “Sí, hay varios arquetipos, uno es la gran categoría de la definición más general y, al mismo tiempo, más abstracta, aquel que se dedica a la producción de ideas y de conocimientos y que a partir de estos incide en la esfera pública. Luego, dentro de esa gran categoría, están los que vienen de la academia, por ejemplo los sociólogos, historiadores y antropólogos, y también los que vienen de las ciencias duras o con novelas, trabajos y columnas periodísticas o ensayos teóricos y sociales”.
La curiosidad juvenil llevó a Ana Sofía Rodríguez y Luciano Concheiro a recorrer los senderos más íntimos de la intelectualidad mexicana. FOTO: Antonio Cruz/NW Noticias
PARA BIEN Y PARA MAL
—El intelectual está en peligro de extinción, ¿por qué para bien y por qué para mal?
Rodríguez: “Para mal porque el trabajo que hacían estas personas y el compromiso, la manera de incidir en la esfera pública a partir de ideas construidas con nociones de largo alcance, teóricas, no sólo coyunturales, con distintos referentes y lecturas, la desaparición de eso, al pensar en nuestra realidad política y social, es trágico, pues ese tipo de reflexión es fundamental, es muy útil. Ahora, al hacer las entrevistas nos dimos cuenta de que no son personajes exentos de vicios, tenían una autoridad vertical, centralizaban el poder, marginalizaban y, en muchos sentidos, reproducían las desigualdades de su ambiente, por eso vemos sólo una mujer (Poniatowska)”.
Concheiro: “Debemos transitar hacia nuevos sujetos que hagan esas acciones, pero eliminando sus vicios. Para eso tenemos una propuesta utópica, pero viable, que es la de las intelectualidades colectivas. Son nuevos sujetos que hacen lo que los intelectuales, pensar o incidir con su pensamiento en la realidad, pero de una nueva manera que permita alejarnos de los vicios. No serían individuales, sino colectivos, las colectividades funcionarían no de manera vertical, sino horizontal, todo el tiempo estarían cambiando porque crearían una multiplicidad de verdades, y los distintos sujetos que las compondrían creerían en la igualdad de las inteligencias. En las intelectualidades colectivas todos dialogarían al tú por tú y, además, producirían discursos extraños, no serían libros definitivos y con un punto final, sino textos en perpetua edición, siempre dialogando entre sí y siempre cambiando”.
—¿Cómo se resume la historia alegre y triste de la intelectualidad mexicana?
—Hoy existen más espacios, mayor pluralidad que la que existía en la década de 1950. Es triste porque se ve lo difícil que ha sido, lo mucho que ha costado y lo mucho que nos queda por avanzar, pero también tenemos todavía la deficiencia de algunos medios y una censura construida de distintas formas. Alegre por la gran cantidad de obras magníficas que estos intelectuales nos legaron, y triste porque también marginaron muchas otras y construyeron un canon propio. Es una historia de claroscuros, llena de historias escabrosas, de pleitos personales, pero también de grandes hechos heroicos en los cuales los intelectuales pelearon contra los poderes y se afirmaron como sujetos con una serie de valores íntegros. Entonces yo la definiría como una historia con momentos alegres y tristes y con logros y enormes derrotas.
—¿Cómo perfilan la intelectualidad del México de hoy?
Rodríguez: “Casi todas esas personas siguen vivas y actuales y siguen teniendo influencia, pero su actividad se ha atomizado de alguna manera, ya no necesariamente reflexionan con ganas de generalizar, ni se toman el tiempo para escribir largos libros. Su actividad principal ya está en los medios, casi todos son columnistas, aparecen en la televisión o tienen programa de radio. Hemos visto un tránsito de actividad, no de rol”.
Concheiro: “El campo cultural mexicano hoy está dominado y conquistado por los opinólogos o comentócratas y los intelectuales han perdido espacio. En ese sentido, este libro es un réquiem, pero también es una elegía y un llamado a ellos”.
—No obstante, los opinólogos, al igual que los intelectuales, exhiben sus propias etiquetas y colores ideológicos…
Concheiro: “Sí, de hecho uno de los rasgos del intelectual es el compromiso político, pues al momento de incidir en la esfera de la realidad, de la esfera política, social, debe tomar una postura, y siempre va a ser partisano, tomará partido por una causa. Si no se toma causa no se es intelectual”.
Rodríguez: “Y, en última instancia, estar todo el tiempo viendo hacia la realidad y adaptándose a las problemáticas de la realidad, entonces la ideología está en diálogo, no necesariamente es de dónde se parte, sino que se dialoga. Y, en ese sentido, la labor del intelectual es muy útil, es un rol importante que cumplir y que necesita de asumir cierta responsabilidad”.
Fuente: http://nwnoticias.com/#!/noticias/el-alegre-y-triste-sino-de-los-intelectuales-mexicanos
Fotografía: Nw Noticias.