Por: ANDREI BRIONES. Iberoamérica Social. 14/12/2017
¿Puede el talento humano, con la ciencia y la tecnología del caso, hacer florecer los desiertos más áridos con aire, suelo y agua contaminada, elementos bióticos elementales para sostener vida?
A partir del 2007 y hasta la actualidad, el discurso gubernamental hizo mucho énfasis en la educación, talento humano, conocimiento, ciencia y tecnología como motor del desarrollo (económico) para salir de la pobreza e incursionar en el mundo de la economía del conocimiento. Una frase característica entre los discursos del ex primer mandatario fue: “con el talento humano, se puede hacer florecer hasta los desiertos y sin el cual se desertifica hasta el jardín más florido” (Correa, Rafael. Conferencia Internacional de desarrollo sostenible. Quito, 2015). Es incuestionable que la educación contribuye al desarrollo de un país y como estrategia en la erradicación de la pobreza. Habría que preguntarse: ¿Puede el talento humano, con la ciencia y la tecnología del caso, hacer florecer los desiertos más áridos con aire, suelo y agua contaminada, elementos bióticos elementales para sostener vida? ¿Puede el talento humano, con la ciencia y la tecnología del caso crear una nueva Amazonía? ¿Cuáles son los límites de la ciencia? En el mundo existen grandes avances tecnológicos y la ciencia ha dado pasos agigantados. No obstante ¿acaso no ha sido gracias a la ciencia y a la tecnología que se ha dado paso a destrucción de bosques, contaminación del suelo, aire y agua, sobreexplotación de recursos naturales, producción exponencial de elementos que atentan contra la vida? Entonces, ¿Cómo y para qué queremos esa ciencia? ¿Qué camino debe tomar la ciencia, el talento humano y la tecnología derivada de éstos?
Es necesario precisar que tanto el desarrollo sostenible como la economía del conocimiento han sido vastamente cuestionados, poniendo en duda su credibilidad y que son el camino a seguir (Latouche, Serge. La apuesta por el decrecimiento. 2009) por lo que el vínculo desarrollo (sostenible), ciencia y tecnología no sería más que un espejismo. He aquí el punto de quiebre y que hace cuestionarse para qué queremos la ciencia y la tecnología y cómo debemos usar el talento humano. Las políticas públicas entre el 2008 y 2017 en Ecuador, tuvieron como propósito mejorar el talento humano, promover la innovación, crear y desarrollar tecnología, (mientras la economía lo permitiese), incluso se apostó por una nueva Universidad (Yachay) como líder y pionera en este campo. En ese marco, se puso en marcha aquello que le da vida e impulso continuo al sistema extractivita-productivista-capitalista: extraer recursos naturales, contaminar, producir, contaminar, desechar, y volver a contaminar (Latouche, Serge, 2014), o lo que sería más bien, como lo dijo el economista Georgecu-Roegen, transformar la baja entropía en alta entropía (desechos) (Georgecu-Roegen, N. La ley de la entropía y el proceso económico. 1996) Muchos creen que el mejor camino para salir del extractivismo es ser precisamente extractivista con una buena administración de por medio, olvidando que la economía no es circular sino un proceso unidireccional y que está regida por leyes físicas como la ley de la entropía. El conocimiento perse y las políticas públicas que fomenten su adquisición no es el problema aquí, sino más bien el cómo se emplean y se enfocan tanto el conocimiento como las políticas públicas y bajo qué propuesta de modelo de vida. Tal y como se enfocaron, se fomentó la innovación, dando lugar al incentivo, de manera general, de creación de tecnología “vaga”, es decir, tecnología que por un lado, satisface vanidades mas no necesidades, y por otro lado, da pie al continuo consumo de recursos, por ejemplo minerales y energéticos, teniendo como resultado el círculo infinito del consumismo (Bauman, Zygmunt. Vida de consumo. 2007). Un ejemplo práctico de ese modelo de ese enfoque de desarrollo son los vehículos, que cada año presentan nuevas innovaciones (i.e., pantallas táctiles, sistemas autónomos) e incorporan nuevas tecnologías de varias maneras, pero que comparado con un vehículo de 1980, resuelve la misma necesidad: el traslado (sin que haya diferencias abismales en el rendimiento del motor y sus emisiones). Lo mismo se puede decir de las tecnologías informáticas y de telecomunicaciones. La innovación en este campo no es más que la herramienta para la constante producción de un sin número de equipos de alta entropía, con altos costos ecológicos y sociales, con fines de enriquecimientos económicos, ya que desde hace mucho tiempo la comunicación a larga distancia está prácticamente resuelta. Es cierto que cualquiera en el país puede innovar creando un nuevo teléfono móvil con características únicas, marcando la diferencia con sus competidores, pero dicha innovación no resolverá ninguna necesidad nueva y peor aún, no contribuiría con un buen vivir. De esta manera, es cierto que se puede llegar a crear más trabajo, lo que se traduciría en mayor riqueza para el país (Smith, Adam. La riqueza de las naciones. Alianza editorial, 2011) y mayor acumulación de capital monetario, sin embargo, aquello también se traduciría en mayor extracción, demanda y empobrecimiento nacional de recursos naturales sobre todo los no renovables como petróleo y minerales, teniendo como efectos altos niveles de contaminación en todas las escalas y espectros, en toda la cadena productiva.
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Fotografía: Iberoamérica Social