Por Jorge Salazar García
Asumiendo el hecho que NUNCA han existido elecciones limpias en México, lo obligado sería preguntarse si es posible detener el próximo fraude electoral. Todos los presidentes en turno, militares o civiles (ahora tecnócratas) han intervenido ilegalmente en la designación de quién les sucederá, bajo dos condiciones: que el sucesor prosiga su proyecto político y cubra sus espaldas. Los medios para conseguirlo no han variado mucho con el paso del tiempo. Son una combinación de opciones (negociaciones, amenazas, destierros, conspiraciones, encarcelamiento y asesinatos) aplicadas sin limitaciones legales o éticas mezclando la mano blanda con la criminal.
Tal vez la única elección limpia se realizó en octubre del año de 1911 cuando el régimen porfirista, cuyo dictador había sido desterrado, tuvo que reconocer el triunfo de Francisco I. Madero quién ganó con el 99 % de los votos de un pueblo hambriento y desesperado. Sus votos fueron respetados por el régimen debido a los acuerdos firmados (Tratados de ciudad Juárez) con los rebeldes maderistas. Es decir sólo bajo la vigilancia organizada de las armas el Estado obedeció la voluntad popular. Trágicamente, ese oasis de libertad duró muy poco: 15 meses después Madero es derrocado y asesinado (febrero 1913) por el ejército. Seguramente, lo mismo hubiera ocurrido con Luis Donaldo Colossio de haber sido presidente. Lo mataron antes porque los costos, de ese modo, aminoraron. Eso prueba de cierta manera que las intenciones de Colossio de NO ACEPTAR VOTOS ilegales y de acabar con los “abusos del poder” eran ciertas, no una postura de campaña.
El sistema (PRI-PAN) se cree todopoderoso y da por hecho que puede hacer cualquier cosa para conservar el poder. Durante 87 años ha perfeccionado sus marrullería en los procesos electorales sin que ningún presidente haya sido juzgado por ello. Su impunidad, garantizada por jueces, magistrados, concejeros, ejército, ministerio público, notarios y por algunos presidentes de casillas, esta institucionalizada. Todo el aparato del Estado se pone al servicio de la plutocracia. Si el fraude es muy escandaloso, la mayoría de las denuncias se archivan; únicamente se da curso a las que no cambian nada. En este 2018, los métodos de la corrupta burocracia no serán diferentes a los ya conocidos. Tampoco variará el deseo de la gente de mandarlos al diablo: a ellos y al fraude. ¿Se podrá esta vez?
Es evidente que la carga de agravios es cada día menos soportable; por doquier se percibe dolor, hartazgo, rabia y frustración, no sólo en las clases marginadas. Sin embargo, Julio podría llegar a ser el punto de inflexión en la Historia de México: o nos hundimos más o comenzamos a salir a flote. Para evitar caer al abismo se requiere garantizar plenamente la certeza, legalidad, independencia, imparcialidad y objetividad (Arts. 30, 35; Ley General de Instituciones y Procesos Electorales) en las elecciones; y, eso, el Estado NO lo va hacer, sería suicidio. Por esta simple razón somos todos los ciudadanos los que debemos hacer respetar la soberanía del voto.
Para comenzar, debemos convencernos de que derrotar al fraude no sólo es posible sino necesario. Tenemos que recuperar la dignidad humana que nos pretenden arrebatar condenándonos a vivir sin esperanza, como zobis. Dejemos de rumiar penas y de aceptar la condición de jodidos, apáticos, perdedores o cobardes que los medios intentan implantarnos en la mente. Ellos saben que, de acuerdo con el Psicoanálisis, algunos eventos pueden ser provocados por una predisposición psicológica. Por esa razón siembran en el inconsciente ideas derrotistas como “para qué voto, si va a haber fraude”, “al gobierno no se le puede ganar” “todos son iguales” “nada se puede cambiar”. De este modo fortalecen precisamente la recurrencia de lo que deseamos evitar. Al respecto, Carl Gustav Jung dice en su obra “El inconsciente”:
Si no estamos bien templados, nos suceden, no sólo accidentes tontos, mas o menos grandes, sino incidencias peligrosas que, en un momento psicológicamente adecuado, pueden llegar a poner fin a la vida[1].
Para templar el espíritu es necesario recuperar la certeza de nuestra valía y convencerse de que un México mejor es posible. Recuerde que la defensa del voto no corresponde únicamente a los gobiernos, es también un deber de la gente, sin importar su tendencia ideológica o credo religioso. Salga a votar por quien sea, pero con la firme voluntad de NO permitir otro fraude más, aunque sea a favor del partido que usted eligió. Créalo, si usted acepta un triunfo ilegal, devalúa su calidad de CIUDADANO DIGNO. Y además, estaría colaborando con quienes han hecho de la mentira, el robo, el cinismo, el terror y el abuso del poder su modus operandi. La dignidad de la vida no es posible si nos rodeamos de basura, dolor y egoísmos. Luche junto con otros, pero no para vivir drogado por el consumo y la acumulación narcisista, sino por el bien de todos. Evitemos ser como aquellos “Bárbaros que todo lo confían a la fuerza y a la violencia nada construyen porque sus simientes son de odio”[2].
Usted tiene el poder para mandar al diablo el cantado fraude electoral, pero si no lo cree y “no lucha (para evitarlo), tenga al menos la decencia de respetar a quienes si lo hacen”2 . ¿Qué se puede hacer?…
[1] Gustav Jung, Carl; “Lo inconsciente en la vida psíquica normal y patológica”. Editorial Lozada, S.A. Distribuida por ed. Oceano de México 1998. pág. 134.
[2]Frases de José Martí (1853-1895). Escritor y político, héroe de la Independencia de Cuba.