Por: NVI Oaxaca. 22/08/2016
Ha pasado un mes: 400 policías estatales y 400 policías federales disolvieron un bloqueo, de apenas 50 personas, disparando con escuadras semiautomáticas. El saldo fue más de 90 heridos y ocho muertos. Entre ellos había un joven de 18 años: Jesús Cadena, el catequista del pueblo; un joven que, sin formar parte del bloqueo levantado por los maestros que se oponen a la reforma educativa, se acercó esa mañana para ayudar a los heridos cuando empezó la balacera.
Quien lo vio, cuenta que Jesús no dudaba en cargar a los caídos y llevarlos él mismo hasta las ambulancias; así fue hasta que una bala lo dejó en el suelo. Un mes ha pasado desde su muerte y no hay un sólo detenido, un sancionado o una investigación que aclare las circunstancias de su muerte y de las otras siete personas que cayeron durante el enfrentamiento. Un mes desde que las gladiolas inundaron su tumba. Un mes desde que su madre escribió en una hoja simple, blanca, un mensaje que colocó debajo de un retrato de Jesús: “Gracias por acompañarme”.
Esta es la última vez que Jesús Cadena recorre las calles del pueblo. Avanza, pasa al lado de la Presidencia Municipal de Nochixtlán, una ruina negra a la que nadie presta demasiada atención. Cuando las muertes encendieron los ánimos, los pobladores no dudaron en
prender fuego a la comisaría de la policía federal que se encuentra en una de las salidas del pueblo y a la misma alcaldía, ese edificio abandonado y cubierto de ceniza, junto al que ahora transita Jesús.
Los restos de la batalla aún están frescos. Antes de llegar al punto final, la caravana atraviesa una calle adoquinada con molotovs. Más adelante, gira y toma el andador que culmina en el panteón: fue aquí donde se apostaron varios de los policías captados a la hora de recargar escuadras semiautomáticas, tomando posición para disparar. Antes de ingresar, varios de quienes acompañan a Jesús se detienen a recoger casquillos ya percudidos: hay cientos de ellos. Todavía quedan algunos huaraches desperdigados por el camino.
A Jesús Cadena lo llevan cargado en hombros, dentro de un féretro blanco y modesto, rumbo a su entierro. Todavía nadie quiere creer que ese muchacho haya encontrado la muerte así, de pronto. Jesús, el catequista, el joven más atento del pueblo; Jesús el futuro ingeniero, muerto a los 19 años por una bala que salió de un lugar inesperado, en medio de una refriega entre policías federales y manifestantes, mientras intentaba ayudar a los heridos.
Los entierros en Oaxaca casi siempre implican fiesta y mezcal; comida antes, durante y después de despedir al difunto mientras los músicos hacen sonar trompetas, tarolas y tubas, hasta quedarse sin aliento. El aroma de los nardos y las gladiolas se apodera del aire. En la mixteca oaxaqueña morir puede ser esto: un ritual para que los otros, los que quedan, vuelvan a encontrarse y conviertan el dolor en fuerza.
Pero el funeral de Jesús va un poco más allá. Cientos de personas han llegado a despedir al catequista, muchas más que a todos los otros siete caídos en la batalla del domingo 19 de junio. Frente a los camarógrafos y los reporteros que documentan el duelo, los familiares de Jesús lloran mientras gritan consignas políticas y vituperios contra el gobierno.
Una comisión de la sección XXII del magisterio oaxaqueño se presenta para dar sus condolencias a la familia. En Oaxaca, a veces, morir también puede convertirse en una protesta.
Fuente: http://www.m-x.com.mx/2016-07-19/30-dias-sin-jesus-el-joven-catequista-de-nochixtlan/
Fotografía: m-x